Hablan los vecinos de Puigdemont: «Toda esta payasada... ¿para qué?»
En la urbanización del expresidente viven con estupor su fuga de la Justicia. Preocupa la quiebra económica y social.
«Cualquiera de nosotros cumplimos, él es capaz de no venir y ser mártir», opina el dueño de un chalé aledaño del «Golf»
El inicio de la escapada
Hará un mes que Puigdemont salió de su casa con intención de votar en la consulta ilegal del 1-O y en un túnel cercano encontró el punto de fuga. Aquel domingo, siendo todavía presidente de la Generalitat, salió en caravana policial y bajo el puente de la autopista AP-7 se cambió de coche –y hasta de chaqueta, dicen– para escabullirse del helicóptero de la Guardia Civil. Fue en ese agujero donde perdió su dignidad: el 130 president que empujó a su pueblo contra la policía no encaró el cordón de seguridad que le estaba esperando en su colegio electoral; se fue al municipio de al lado a votar.De manera más grave lo ven arriba, en la urbanización del Golf donde se sitúa el chalé de Puigdemont. Es festivo y algunos aprovechan para cuidar del jardín. Justo en las casas contiguas cuelgan esteladas y carteles pidiendo «democracia». Una más allá, en cambio, luce decoración «Halloween». En este enclave privilegiado de la comarca del Gironés, junto al campo de golf, no se ven tractores, sino una excavadora; el de al lado se está construyendo una piscina con vistas al monte.
Un centinela de una casa tocada con mástil independentista observa desde el porche cómo dos señoras saludan a la periodista apretando el paso. «Es que creo que no hay nadie», musitan. Otro saca la basura, tampoco tiene ganas de comentar. De pronto, alboroto: «¡Puigdemont a prisión, Puigdemont a prisión!». Los gritos salen del teléfono de unos fotógrafos que miran la recepción a los consejeros en El Prat, la víspera.
Temor al boicot
Seis o siete casas más arriba un vecino que riega su propiedad se suelta a hablar con ABC. Es muy crítico con la actitud de Puigdemont, aunque descarga más la culpa en Junqueras: «Ése le ha dominado como ha querido». Inquietan los estragos que el «procés» está dejando en la sociedad catalana, también en la economía: son casi dos mil las empresas menos. «Esto es una payasada, un despropósito. Han tensionado todo y, al final, ¿para qué?». Este hombre, que exporta sobre todo a España teme el boicot a su producto. Pero se confiesa aliviado porque «el cabreo se ha frenado» tras la respuesta del Gobierno para poner fin a la deriva hacia el abismo que buscaba la CUP. «Nos dicen que se han destensado bastante las cosas desde el viernes», dice bendiciendo sin citarlo la aprobación del artículo 155.Hace al menos quince días que los vecinos no han visto a la caravana de coches del expresidente, que tras proclamar el viernes 27 la república catalana pasó las fiestas de Gerona. Un joven de unos cuarenta años que también saca a pasear al perro justifica que no venga: «¡Pero si ya sabe que le van a empapelar! Aunque digo yo que en algún momento tendrá que aparecer».
El vecino de antes opina que no hay igualdad: «Es capaz de huir; total, solo sería una más en la lista...», apunta.«Él puede hacerlo, nosotros no. ¿Cómo vamos a ignorar a la Justicia si te viene un requerimiento del juez?». Justo en esa mañana Junqueras y otros exconsejeros anunciaron en Twitter haberlo recibido, pero el buzón de los Puigdemont está vacío. «Yo pienso que tiene necesidad de ser un mártir para darle un empujón a su partido en las elecciones», señala este hombre crítico con su vecino sin saber todavía que no renunciará a ser candidato el 21-D.