La Conquista de Granada, la heroica Cruzada que convirtió en «Católicos» a los Reyes de España
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Al enterarse en Medina del Campo de la caída de Zahara, Fernando «El Católico» afirmó en voz alta: «Siento las muertes de cristianos, pero me alegro de poner en obra muy prestamente lo que teníamos en el pensamiento hacer».
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Los cristianos tenían la superioridad numérica y la moral de su lado, pero las características del terreno alargaron una guerra de asedios y escaramuzas, sin grandes batallas en campo abierto, durante seis años. En este plazo de tiempo, los Reyes Católicos desarrollaron un dispositivo militar, una administración y un sistema de fiscalidad, cuya meta final era un Estado moderno que los reyes de la Casa de los Austrias emplearon posteriormente para lograr la hegemonía en Europa. Granada fue el inicio de ese sueño imperial.
«El Rey chico» sembró la discordia en Granada
La primera etapa de la guerra se desarrolló entre 1482 y 1484, donde la improvisación y las actuaciones aisladas de grandes nobles andaluces, entre ellos el Duque de Medina-Sidonia o el Conde de Cabra, hermano mayor de Gonzalo Fernández de Córdoba, marcaron el ritmo del conflicto. La suerte cristiana mejoró en la segunda etapa, porque los ejércitos de Isabel y Fernando aumentaron sus prestaciones y conquistaron los valles de Ronda, Loja, Marbella, Málaga, un puerto imprescindible para la recepción de suministros y refuerzos desde el Norte de África, y Baza. La otra noticia positiva para los cristianos en esas fechas fue la asociación de los Reyes con Boabdil, «El rey chico», que dividió todavía más al bando musulmán. En 1482 el emir Muley Hacén fue destronado así por su hijo Boabdil. A partir de entonces, Hacén y su hermano Ibn Sad, «El Zagal», se unieron para combatir a Boabdil, que había prometido a los Reyes Católicos entregar el reino en cuanto estuviera sentado en el trono y su tío, proclamado emir en 1485, hubiera muerto o salido del país.Boabdil mantuvo en todo momento contactos secretos con los Reyes Católicos, muchos de ellos a través de su amigo y confidente Gonzalo Fernández de Córdoba, que adquirió gran protagonismo en la fase final del conflicto. Sin embargo, Boabdil era esclavo de sus circunstancias y su poder era demasiado precario como para salir con vida si rendía la ciudad sin combatir. Poco quedaba por entonces de la tan cacareada tolerancia entre musulmanes, cristianos y judíos, ni del esplendor cultural que había dado lugar a una de las ciudades más bellas de Occidente. Paulatinamente, la ciudad de Granada fue llenándose así de refugiados radicalizados que buscaban un último lugar donde resistir hasta la muerte.

Las capitulaciones incluían la promesa de que no habría castigo para los tornadizos, elches, y marranos refugiadosPara intensificar la presión sobre el emir, los Reyes Católicos comenzaron en el verano de 1491 la construcción del campamento de Santa Fe, construido de forma cuadricular frente a Granada, con la firme decisión de que solo lo levantarían tras la caída de la ciudad. No trajeron artillería pues en ningún caso pretendían destruir la ciudad. El 25 de noviembre de 1491, los Reyes firmaron con Boabdil el acuerdo definitivo para rendir la ciudad. Los monarcas se comprometían a respetar los bienes y las personas que vivían en Granada, a garantizar la libertad de culto, y que se siguiera empleando la ley coránica para dirimir conflictos entre musulmanes. Las capitulaciones, asimismo, incluían la promesa de que no habría castigo para los tornadizos, elches y marranos refugiados en Granada, a quienes se facilitaría el traslado al Norte de África. A cambio de este acuerdo tan benigno, «El Rey chico» consistió entregar Granada en un plazo de dos meses, una condición complicada de llevar a efecto a causa de la amenaza de un motín generalizado contra el último rey de Granada. Con el permiso del emir, una avanzada cristiana ocupó la Alhambra, adelantándose a cualquier reacción violenta del pueblo, lo que fue seguido por la entrega de la ciudad. Un cronista vasco describió aquel día como el que «redimió a España, incluso a toda Europa» de sus pecados.
El emir no lloró; se retiró a sus nuevas posesiones
En Roma, el final de la Cruzada fue celebrado con campanadas, encierros y corridas de toros. Los conquistadores recibieron la calificación de «atletas de Cristo», y los Reyes el título de «Católicos» con el que hoy son conocidos en los libros de Historia. No es casual por tanto que Isabel y Fernando eligieran Granada para el reposo de sus restos en la Capilla de los Reyes de la Catedral.
Las condiciones firmadas por los Reyes fueron solo respetadas inicialmente. La población mudéjar pasó en poco tiempo a ser tratada con mayor firmeza a partir de la visita del nuevo confesor, el Cardenal Cisneros (1499). Como resultado, se obtuvo un incremento de las «conversiones», pero también una serie de desórdenes que se extendieron hasta avanzado el siglo XVI. Estos episodios, no en vano, fueron considerados como una ruptura de las condiciones de la capitulación por la parte islámica, con lo que, libres de toda cortapisa, los Reyes emitieron la Pragmática de 11 de febrero de 1502, que obligaba al bautismo o al exilio de los musulmanes