La implicación española en la Matanza de San Bartolomé, la 'boda roja' que dejó 7.000 muertos
La brutal y sorpresiva persecución de protestantes se cobró entre 7.000 y 12.000 muertos, con la boda teñida de sangre entre uno de los líderes calvinistas y la hermana del Rey de Francia como rojo telón de fondo.
Felipe II de España, en cualquier caso, sufrió sus particulares guerras de religión en los dominios hispánicos de los Países Bajos, donde el apoyo de los protestantes alemanes, ingleses y franceses mantenía abierto el conflicto a pesar de los muchos recursos y tropas enviados desde España. De ahí el interés de los españoles en que Francia pusiera fin al poder de los hugonotes (los protestantes franceses), que se aprovecharon de la debilidad de la Monarquía gala para aumentar su influencia.
El Rey de Francia, Carlos IX, era católico y se cuidaba por mantener la paz con su cuñado Felipe II, pero se mostró incapaz de cortar la creciente influencia hugonote, mas cuando era su madre, Catalina de Médici, quien realmente reinaba en las sombras debido a la debilidad física y mental del soberano.
España carga contra la debilidad de Carlos IX
En julio de 1566, la Corona enmendó el edicto de Amboise para prohibir el culto protestante en Francia, a lo que los hugonotes reaccionaron intentando secuestrar al Rey en Meaux. A la vista de su fracaso, los protestantes se lanzaron a poner sitio a París. Carlos IX y su madre se vieron obligados a pedir auxilio al Gran Duque de Alba, gobernador de los Países Bajos, que llegó a enviar 2.000 arcabuceros y 1.400 soldados de caballería, si bien el cerco se rompió sin necesidad de que intervinieran los españoles.En 1570 se firmó la conocida como la Paz de Saint-Germain por la que la Corona aceptó la readmisión de los protestantes en la administración pública, así como la libertad de culto en privado. Felipe II, casado con una de las hijas de Catalina, veía incomprensible el cambio de postura de su suegra. En diciembre de 1568, Alba escribió al Monarca español en gruesos términos sobre lo que estaba ocurriendo en Francia:
«Vuestra Majestad no puede imaginar el mal gobierno que Carlos y Catalina conducen, creyendo engañar al mundo entero; no he visto ni un hombre ni un caballo que crea capaz de hacer nada de mérito; negocian puramente como niños».
Para más humillación, la paz habría de certificarse con el enlace matrimonial entre la Princesa Margarita de Valois –otra de las hermanas del Rey– y el noble calvinista Enrique de Borbón (el futuro Enrique IV de Francia). Esta boda fue prevista para el 18 de agosto de 1572, sin que fuera aceptada ni por el Papa Pío V, ni por su sucesor Gregorio XIII. Tampoco por el pueblo parisino. Si bien se calcula que había cerca de dos millones de protestantes en Francia, la capital del reino era un lugar hostil a este grupo religioso y recibió con desprecio la llegada de un gran número de nobles protestantes para asistir al enlace. Los gastos y la exhibición de lujos terminaron de incendiar el ánimo del pueblo.
La violencia hizo acto de presencia cuando todavía resonaba la bendición. En el contexto de los festejos por la boda, el 22 de agosto de 1572 se perpetró un atentado con arcabuz contra Gaspar de Coligny, almirante hugonote, a consecuencia del cual perdió un dedo y resultó herido en el brazo izquierdo.
Un partido protestante fuerte en Francia significaba más aliados para los rebeldes de Flandes¿Quién estuvo detrás de un atentado que ponía en riesgo una paz tan precaria? La Casa de Guisa atrajo todas las miradas sospechosas, porque además creían que Coligny había estado detrás de la muerte de Francisco de Guisa, asesinado diez años antes. Asimismo, el disparo contra el almirante se hizo desde la casa de un miembro de la familia. El otro de los grandes sospechosos era el propio Rey de España, aliado de Guisa, que buscaba así evitar una paz que iba a perjudicar sus intereses en los Países Bajos: un partido protestante fuerte en Francia significaba más aliados para los rebeldes en Flandes.
Una boda roja a la francesa
Las miradas también se dirigieron a Catalina. Difícilmente podía no estar enterada de los preparativos de un atentado de esa magnitud, si es que no lo orquestó ella misma; y por supuesto, no movió un dedo para hallar a los auténticos culpables cuando los calvinistas se lo reclamaron. Según la tradición, Coligny habría adquirido demasiada influencia sobre el joven Carlos IX y la Reina madre quiso poner fin de golpe a esta amenaza. Si en algún momento Catalina se había elevado como garante de la paz, su papel en el atentado y en la Noche de San Bartolomé dejó claro que la suya era una postura más cercana, en verdad, a la de Felipe II.Carlos IX ordenó ejecutar «a los que pretenden levantarse contra el estado», a excepción de los príncipes Enrique de Navarra y el príncipe de CondéMientras la Reina madre cenaba en vísperas del día 23, los protestantes irrumpieron para pedir justicia y recordando a Catalina que a las afueras de París un ejército 4.000 hombres hugonotes clamaba por encontrar a los asesinos. Catalina entendió al momento (si es que todo no formaba parte de un plan organizada por ella para llegar a esa situación) que debía adelantarse al inminente ataque hugonote.
Tras cerrar todos los accesos a la ciudad y proporcionar armas a los burgueses, la Reina madre se dirigió a la habitación de su hijo y le describió con grandes palabras un complot de los hugonotes para asesinarle aquel mismo día y apoderarse de la Corona. Histérico por la noticia, Carlos IX ordenó ejecutar «a los que pretenden levantarse contra el Estado», a excepción de los príncipes Enrique de Navarra y el príncipe de Condé. A los pocos minutos, la campana de la iglesia de Saint Germaint Auxerrois, que durante siglos había avisado a los ciudadanos de París para que tomaran las armas, tocó a rebato y Catalina transformó en masacre lo que todavía era parte de los festejos por el enlace matrimonial entre su hija y un calvinista.
Una guarnición de soldados se dirigió también a la casa del almirante Coligny a terminar el trabajo. El almirante Coligny fue sacado por la fuerza de su lecho y arrojado a la calle por una ventana de palacio. La matanza se extendió a las calles parisinas y se alargó varios días, a pesar de los intentos reales por frenar la locura homicida del pueblo.
Además, el Rey firmó la orden de que se aplicaran medidas similares en el resto del país. En los días siguientes tuvieron lugar matanzas en los lugares en los que los hugonotes estaban en minoría. El número total de muertos se estima en total en 2.000 en París y de 5.000 a 10.000 en toda Francia.