¿Cuál ha sido el imperio más extenso de la historia?
Según los términos planteados por Thomas J. Dandelet en su análisis «La Roma española», el Imperio español entraría en la categoría de imperio informal, es decir, aquel que no ejerce un dominio ni político ni militar. Un imperio formado por territorios con sus propias estructuras institucionales y ordenamientos jurídicos, diferentes y particulares, que se hallaban gobernados por los monarcas españoles de la Casa de Austria o por sus representantes. En tanto, su músculo era esencialmente territorial. De ahí que por extensión esté incluido entre los cuatro mayores de la historia:
1. El Imperio británico (segunda etapa tras las pérdida de las 13 Colonias): 31 millones de kilómetros cuadrados.
2. El Imperio mongol: 24 millones de kilómetros cuadrados (mediados del siglo XIII).
3. El Imperio ruso: 23 millones de kilómetros cuadrados en 1913.
4. El Imperio español: 20 millones de kilómetros cuadrados (en torno a 1750).
Como explica en su libro «Imperiofobia y Leyenda Negra» (Siruela) María Elvira Roca Barea, detrás de estos cuatro imperios vendría el Imperio Maurya, el Imperio aqueménida, el Imperio chino de la dinastía Qing (1650), el Imperio chino de la dinastía Yuan (1270), el segundo Imperio colonial francés (1880), el Imperio abasida (siglos VIII-XI), el Imperio chino de la dinastía Tang (siglos VII-X), el Califato Omeya (661-750); el Imperio portugués, el Imperio Rashidum (632), el Imperio brasileño; el Primer Imperio colonial francés; el Imperio japonés (1938); el Imperio chino de la dinastía Ming (siglo XV); el Imperio chino de la dinastía Han (200 a.C.), el Imperio romano con una extensión máxima de 6,5 millones de kilómetros cuadrados en tiempos de Trajano, el Imperio de Alejandro Magno con 5,2 millones de kilómetros cuadrados y el Imperio otomano con 5 millones de kilómetros cuadrados en 1683.
*La propia María Elvira Roca Barea avisa que según las fuentes consultadas la lista puede ser diferente.
Los orígenes del Imperio español
La llegada de los castellanos a un nuevo continente en 1492 y los territorios italianos en la órbita aragonesa desde la Edad Media sentaron las bases para la creación de un gran imperio hispánico en tiempos de los Reyes Católicos. Su nieto, Carlos I de España y V de Alemania, aunó desde muy joven un enorme número de coronas y territorios sobre su cabeza. La prematura muerte de su padre, Felipe I de Castilla, le entregó desde la tierna infancia los títulos de la Casa de Borgoña, es decir, los que Carlos «El Temerario» había conquistado por las armas a costa de Francia en todos los territorios que hoy ocupan los Países Bajos. A la muerte de su abuelo materno, y ante la incapacidad de su madre, Juana «La Loca», el joven Carlos recibió los títulos de Rey de Castilla, que incluían la Corona de Navarra y las Indias, y de Rey de la Corona de Aragón, que extendía su poder por Nápoles, Cerdeña y Sicilia. Además, sus victorias en Italia sobre Francisco I de Francia reportaron al imperio de Carlos el Ducado de Milán.La preeminencia de los reinos hispánicos en esta entidad política estuvo justificada en la dependencia que tenían la dinastía de los Austrias del dinero y las tropas castellanas. No obstante, el trozo más grande del pastel europeo le llegó a Carlos de Habsburgo con el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que obtuvo gracias en parte al oro castellano, en 1520, imponiéndose sobre la candidatura de Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra. El futuro Emperador Carlos V tenía derechos legítimos porque su abuelo era el anterior titular, pero aún así debió imponerse a golpe de ducados, con oro castellano y de banqueros alemanes, en la asamblea de electos alemanes. Ser Emperador del Sacro Imperio Romano suponía reinar sobre la actual Alemania y Austria (el título de archiduque de Austria le otorga esta responsabilidad), aunque era algo más nominal que práctico, puesto que cada parte del imperio se regía por sus propias leyes y a penas había instrumentos políticos que funcionaran en todo el territorio.
Por su parte, la cifra de los 20 millones de kilómetros cuadrados recogida por María Elvira Roca Barea hace probablemente referencia al mapa mundial dejado tras el Tratado de Madrid, firmado por Fernando VI de España y Juan V de Portugal el 13 de enero de 1750, para certificar oficialmente la muerte del de Tordesillas y definir los límites entre las respectivas colonias portuguesas y españolas en América del Sur.