Isabel la Católica. Sierva de Dios, Reina de la Hispanidad
ORACIÓN (uso privado)
Por intercesión de la sierva de Dios Isabel la Católica.
DIOS, Señor y Padre nuestro, que nos has manifestado tu providencia en la elección de tu sierva Isabel como instrumento de tu gloria en la dignificación cristiana del hombre, en la exaltación de la fe y su extensión al Nuevo Mundo. Te damos las gracias por este don sobrenatural de sus virtudes y de su ejemplo permanente desde las cimas del gobierno de los pueblos para la redención y la salvación de todos. Te rogamos te dignes perpetuar su intercesión en el Cielo para continuar su obra comenzada en la Tierra; y para obtener ahora las gracias especiales y favores que por su medio te pedimos, en unión con Cristo nuestro Señor y Mediador, que contigo y el espíritu Santo vive y reina y es Dios por todos los siglos. Amén.
DIOS, Señor y Padre nuestro, que nos has manifestado tu providencia en la elección de tu sierva Isabel como instrumento de tu gloria en la dignificación cristiana del hombre, en la exaltación de la fe y su extensión al Nuevo Mundo. Te damos las gracias por este don sobrenatural de sus virtudes y de su ejemplo permanente desde las cimas del gobierno de los pueblos para la redención y la salvación de todos. Te rogamos te dignes perpetuar su intercesión en el Cielo para continuar su obra comenzada en la Tierra; y para obtener ahora las gracias especiales y favores que por su medio te pedimos, en unión con Cristo nuestro Señor y Mediador, que contigo y el espíritu Santo vive y reina y es Dios por todos los siglos. Amén.
Excelentísimos señores, queridos amigos:
Es para mí una gran satisfacción poder acompañarles en este simposio que, con motivo del Quinto Centenario de la muerte de la Reina Isabel de Castilla, la Católica, organiza la Universidad Autónoma de Guadalajara.
Debo comenzar por expresar mi agradecimiento a la Universidad, que ha querido asociarme a la celebración. Conozco la Universidad desde hace decenios, pues goza de merecida fama, y me honro con la amistad de algunos de sus fundadores, singularmente la ejemplar familia Leaño, que hoy tengo ocasión también de renovar.
Como Infante de España y descendiente de la Reina Católica, son muchos los sentimientos que se me agolpan:
En primer lugar, una gran emoción de que este acto se celebre no en la vieja Península Ibérica, sino en la pujante Nueva España. Y en una Nueva España nacida al calor del amor a la Virgen María, en Guadalupe y aquí, más cerca, en Zapopan.
En segundo lugar que, dentro de la Nueva España, nos encontremos en Jalisco. ¡Cómo dejar de evocar la epopeya cristera, que en estas tierras se desarrolló con especial intensidad! Depositario de la legitimidad carlista española, no puedo dejar de recordar que aquellas guerras dinásticas del XIX se hicieron al grito de “por Dios, por la Patria y el Rey”, afirmación de la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo que los mártires cristeros rubricaron con su grito “¡Viva Cristo Rey!”, y que los voluntarios carlistas todavía volvieron a hacer sonar en la cruzada de 1936-1939.
Finalmente no podría dejar de decir algunas palabras sobre la Reina Isabel, que quisiéramos ver pronto en los altares, una vez que los dictados de la “corrección política” (y eclesiástica) sean de una vez, y esperemos que definitivamente, dejados a un lado.
La meditación de su testamento debiera estar siempre presente en la mente de los gobernantes. Por las virtudes humanas y cristianas que exhibe. Por el temple de Reina que lo llena. Por el amor a la Hispanidad, aunque la palabra aún no se usara, que lo preside.
Pero son toda su vida y su obra las que deben ser objeto de meditación. Al reformar la Iglesia alejó el peligro de la “reforma” luterana, que habría de llegar más tarde a Europa, pero de la que el mundo hispánico se vio libre. Al llevar adelante la Reconquista, hasta el reino de Granada, último reducto moro, completó la recuperación de España, y hasta el final con la expulsión de los judíos no convertidos. Al afirmar la presencia castellana en el Norte de África, en la llamada Hispania Tingitana, demostró otra vez su celo apostólico y su aguda visión geopolítica. Y, sobre todo, al impulsar la gesta americana, sentó las bases de la Hispanidad, de las Españas grandes. Que sus sucesores consolidaron en la senda de su espíritu: Carlos I en la “Controversia de Valladolid” y en la legislación de Indias, completada luego por los Felipes.
La gesta americana no se puede comprender sin la acción de los Reyes y todo un pueblo en misión. Solórsano Pereyra, en su Política indiana resume que “la conservación y el aumento de la fe es el fundamento de la Monarquía”. Así fue la obra de la Reina Católica, que tantos frutos esperamos siga dando. Quiera Dios que este simposio sirva para que la Reina Isabel esté pronto en los altares.
Muchas gracias.
S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón. Guadalajara, Jalisco (Nueva España) 22 de mayo de 2004. Mensaje inaugural del "Seminario Internacional sobre la Sierva de Dios Isabel la Católica".
Isabel
la Católica forma parte esencial de la Tradición Hispánica, pues toda
su acción social y política viene guiada por el tetralema de Dios, Patria, Fueros, Rey legítimo.
Así pone en el centro de su empeño político la consecución de la unidad
católica de España con la derrota militar de los últimos reductos
mahometanos (derrota para la cual empeña las arcas de la Corona y sus
propias posesiones personales) y la expulsión de los judíos; emprende
labores de reforma de órdenes religiosas en una época de relajación de
costumbres en los monasterios; conduce toda la empresa del
descubrimiento americano al bautismo de los indios. Ama a España
profundamente, a la que quiere ver reunificada y libre del yugo invasor,
dando un impulso a una Reconquista adormecida por la anteposición de
intereses materiales por parte de algunos reyes cristianos anteriores.
Entiende que el poder Real ha de ejercitarse con respeto de las leyes y
las Cortes territoriales y concede nuevos Fueros a los territorios
reconquistados, recorriendo y gobernando las Españas según sus
tradiciones políticas y respetando el derecho consuetudinario; viviendo
la variedad de las Españas también en lo cultural, vistiendo el traje
tradicional de los territorios que visitaba e incluso expresándose e
imprimiendo documentos oficiales en las lenguas particulares de cada uno
de ellos (sin detrimento de la consolidación desde siglos atrás del
castellano como lengua común, o española por antonomasia). Impuso un
sistema de justicia social y redistributiva, sobre todo en las Leyes de
Indias, tomadas como modelo de muchas reivindicaciones laborales
posteriores. Y su sentido legitimista la llevó a reclamar sus derechos
al trono de Castilla contra las intrigas palaciegas, fortaleciendo la
monarquía y ejerciendo con rectitud cristiana el poder y el mando. Su
vida y su actuación religiosa y política son la antítesis del
liberalismo, por lo que es una infamia que su nombre y su Trono se vea
usurpado por las antirreinas de la revolución.Es para mí una gran satisfacción poder acompañarles en este simposio que, con motivo del Quinto Centenario de la muerte de la Reina Isabel de Castilla, la Católica, organiza la Universidad Autónoma de Guadalajara.
Debo comenzar por expresar mi agradecimiento a la Universidad, que ha querido asociarme a la celebración. Conozco la Universidad desde hace decenios, pues goza de merecida fama, y me honro con la amistad de algunos de sus fundadores, singularmente la ejemplar familia Leaño, que hoy tengo ocasión también de renovar.
Como Infante de España y descendiente de la Reina Católica, son muchos los sentimientos que se me agolpan:
En primer lugar, una gran emoción de que este acto se celebre no en la vieja Península Ibérica, sino en la pujante Nueva España. Y en una Nueva España nacida al calor del amor a la Virgen María, en Guadalupe y aquí, más cerca, en Zapopan.
En segundo lugar que, dentro de la Nueva España, nos encontremos en Jalisco. ¡Cómo dejar de evocar la epopeya cristera, que en estas tierras se desarrolló con especial intensidad! Depositario de la legitimidad carlista española, no puedo dejar de recordar que aquellas guerras dinásticas del XIX se hicieron al grito de “por Dios, por la Patria y el Rey”, afirmación de la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo que los mártires cristeros rubricaron con su grito “¡Viva Cristo Rey!”, y que los voluntarios carlistas todavía volvieron a hacer sonar en la cruzada de 1936-1939.
Finalmente no podría dejar de decir algunas palabras sobre la Reina Isabel, que quisiéramos ver pronto en los altares, una vez que los dictados de la “corrección política” (y eclesiástica) sean de una vez, y esperemos que definitivamente, dejados a un lado.
La meditación de su testamento debiera estar siempre presente en la mente de los gobernantes. Por las virtudes humanas y cristianas que exhibe. Por el temple de Reina que lo llena. Por el amor a la Hispanidad, aunque la palabra aún no se usara, que lo preside.
Pero son toda su vida y su obra las que deben ser objeto de meditación. Al reformar la Iglesia alejó el peligro de la “reforma” luterana, que habría de llegar más tarde a Europa, pero de la que el mundo hispánico se vio libre. Al llevar adelante la Reconquista, hasta el reino de Granada, último reducto moro, completó la recuperación de España, y hasta el final con la expulsión de los judíos no convertidos. Al afirmar la presencia castellana en el Norte de África, en la llamada Hispania Tingitana, demostró otra vez su celo apostólico y su aguda visión geopolítica. Y, sobre todo, al impulsar la gesta americana, sentó las bases de la Hispanidad, de las Españas grandes. Que sus sucesores consolidaron en la senda de su espíritu: Carlos I en la “Controversia de Valladolid” y en la legislación de Indias, completada luego por los Felipes.
La gesta americana no se puede comprender sin la acción de los Reyes y todo un pueblo en misión. Solórsano Pereyra, en su Política indiana resume que “la conservación y el aumento de la fe es el fundamento de la Monarquía”. Así fue la obra de la Reina Católica, que tantos frutos esperamos siga dando. Quiera Dios que este simposio sirva para que la Reina Isabel esté pronto en los altares.
Muchas gracias.
S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón. Guadalajara, Jalisco (Nueva España) 22 de mayo de 2004. Mensaje inaugural del "Seminario Internacional sobre la Sierva de Dios Isabel la Católica".
Presentación del acto "Isabel la Católica y la Tradición Hispánica". Organizado por las Juventudes Tradicionalistas de España en Albacete el 15 de mayo de 2002.
[Agencia FARO] Madrid, 10 octubre 2010, mes del Santo Rosario. El próximo martes 12 de octubre se celebra, como es sabido, la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, patrona de Aragón, día de la Hispanidad y de la Raza (por más que en Argentina, donde apareció por primera vez esta denominación, pretenda suprimirla el tándem Kichner-Fernández, como FARO informaba recientemente). No se trata, sin embargo, de una supuesta "fiesta nacional", invento del Gobierno socialista de Felipe González en 1986. Por eso resultan lamentables los llamamientos de muchos supuestos patriotas para celebrarla como tal.
Los días oficiales de "fiesta nacional" son propios de los nuevos estados-nación surgidos de la Revolución. Una patria tan antigua como España no celebra semejantes cursilerías. A menos que se sostenga --como lo hacen Esperanza Aguirre, Mariano Rajoy y el PP, o el arrupita Fernando García de Cortázar-- que España nació de las falsas Cortes de Cádiz y la nefasta Constitución de 1812. En cuyo caso deberían poner la "fiesta nacional" el 19 de marzo. Porque lo que celebramos el 12 de octubre en la Península es la ocasión memorable en que nuestra tierra fue hollada por los pies venerables de la Santísima Madre de Dios; catolicidad a la que debemos, ciertamente, nuestra identidad nacional, y por consiguiente la empresa descubridora que extendió la Hispanidad por todos los continentes. Pero la Patrona Mayor de las Españas es la Inmaculada Concepción, cuya fiesta se celebra el 8 de diciembre.
LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN
Haz cuanto puedas por rezar el Rosario cada día, y si es junto con otros multiplicas el valor de tu oración y de tu filial amor a la Madre de Dios. Lleva su escapulario y una medalla. Sea cual fuere su advocación, la Virgen te acompaña. Pero en especial invócala en la del Pilar de Zaragoza.
Devocionario del Requeté