Ya lo adelantó el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi: el viaje de Benedicto XVI a Tierra Santa era todo un «acto de valentía», lo que nadie imaginó es que Joseph Ratzinger fuera a hablar tan alto y claro y en tan poco tiempo, en territorio hostil para el cristianismo.
Ni siquiera su predecesor, Juan Pablo II, se atrevió con una misa al aire libre en Jerusalén y con discursos de la carga geopolítica que han tenido los pronunciados estos días por Benedicto XVI, que ha mostrado además su faceta más humana, empatizando directamente con el dolor de los que sufren las consecuencias del conflicto palestino-israelí.
No esperó ni un minuto para dejar clara su postura respecto a muchos de los temas que preocupan en Oriente Medio, a pesar de las criticas y amenazas de algunos grupos religiosos extremos. Desde el mismo momento que pisó Ammán, en Jordania, en la que era la primera etapa de su viaje, pidió por la resolución del conflicto que enfrenta a israelíes y palestinos y alabó el papel de Jordania como mediador entre Occidente y el mundo islámico. También se atrevió a predicar la dignidad de la mujer durante una misa multitudinaria en un país de mayoría musulmana.
Pero esto era sólo el aperitivo, porque el gran bombazo llegaría en Tel Aviv. Benedicto XVI se atrevió a clamar, en territorio judío, y para sorpresa de propios y extraños, por la creación de un Estado, de una patria propia, para los palestinos, con unas fronteras reconocidas internacionalmente. Una de cal y una de arena para los israelíes, porque tampoco desaprovechó la ocasión de condenar firmemente el Holocausto nazi y el antisemitismo que «todavía asoma su fea cabeza» en distintas partes del mundo. Unas palabras, y también un gesto: la visita al Memorial de Yad Vashem, que alcanzan un significado especial cuando salen de la boca de un alemán que con 15 años se vio forzado a enrolarse en las Juventudes Hitlerianas.
En otra clara muestra de su carácter provocador, hasta ahora desconocido, aseguró, ya en territorio palestino, que «rezaba» por el levantamiento del embargo al que Israel tiene sometida a la Franja de Gaza desde que Hamas ganó las elecciones generales y asumió el Gobierno. No terminó ahí su tirón de orejas, ya que en su visita al campo de refugiados de Belén calificó de «trágico»el muroque Israel ha construído para separar ambos territorios, y que penetra en zona palestina, como pudo comprobar de primera mano. «Los muros no duran para siempre», afirmó lapidariamente. Y él ya ha empezado a derribarlo.