viernes, mayo 04, 2007

Numero_125_1

El Caballero De Nuestra Señora

2º época Año: 7 Numero 125 1 de Mayo del año del Señor 2007

«Si Hay Que Decidir Entre Mi Vida Y La Del Niño, No Dudéis; Elegid -Lo Exijo- La Suya. Salvadlo» * Santa Gianna Beretta




Oh glorioso San José, que velaste tu incomparable y real dignidad de guardián de Jesús y de la Virgen María bajo la humilde apariencia de artesano, y con tu trabajo sustentaste sus vidas, protege con amable poder a los hijos que te están especialmente confiados!

"Tú conoces sus angustias y sus sufrimientos porque tú mismo los probaste al lado de Jesús y de su Madre. No permitas que, oprimidos por tantas preocupaciones, olviden el fin para el que fueron creados por Dios; no dejes que los gérmenes de la desconfianza se adueñen de sus almas inmortales. Recuerda a todos los trabajadores que en los campos, en las oficinas, en las minas, en los laboratorios de la ciencia no están solos para trabajar, gozar y servir, sino que junto a ellos está Jesús con María, Madre suya y nuestra, para sostenerlos, para enjugar el sudor, para mitigar sus fatigas. Enséñales a hacer del trabajo, como hiciste tú, un instrumento altísimo de santificación

Sumario

Editorial

«Como Moscas»

Continuación

Pág. III

Las Enseñanzas Del Rosario

P. Fr. Mario Agustín Pinto O.P.

Pág. VI

La Iglesia Fue, Es Y Será Perseguida

Cardenal Jorge Mario Bergoglio

Pág. X

Recordando Al Padre, Al Pastor, Al Maestro, Ecos de un homenaje

. Pág. XII

25º Aniversario De La Gesta De Malvinas

Delicia Rearte de Giachino

. Pág. XIII

Reflexiones En la Fiesta Del Santo Patrono Del Trabajo

Marcelo Eduardo Grecco

. Pág. XIV

REVISTA

“El Caballero De Nuestra Señora”

Fundada Por El Padre Carlos Alberto Lojoya

En El Año 1984,

Como Boletín Parroquial De

Nuestra Señora De La Visitación De Buenos Aires.

Reeditada el 4 de Agosto de 2000

Por Correo Electrónico

Para Continuar Difundiendo

Lo Bello, Lo Bueno Y Lo Verdadero

Para Mayor Gloria De Dios

Y Salvación De Las Almas.

Director y Responsable:

Marcelo E. Grecco

E-mail: c_senora@yahoo.com

Editorial:

«Como Moscas»

En nuestro último número, colocamos en la tapa una frase que el Padre Carlos Lojoya escribiera en un editorial de«El Caballero de Nuestra Señora» (numero 8-9, mayo-agosto 1985). En aquella, el Padre expresaba su preocupación por «todos los jóvenes que viven en nuestro barrio», no era que al Padre no le inquietara la juventud en general y quisiera suscribirse a los límites geográficos de su Parroquia, sino que el alcance de aquella revista si se limitaba a aquellos limites. Hoy en cambio, gracias a la tecnología nuestro boletín, continuación de aquel, tiene un alcance mas amplio y por eso debemos afirmar con el querido Padre Carlos que hoy también «nos inquietan todos los jóvenes», los que están dentro y los que están fuera del rebaño. Vale aquí recordar las palabras del Señor Nuncio en ocasión del bicentenario de Flores cuando afirmo que hoy son noventa y nueve las ovejas que están fuera del rebaño y una sola hay dentro. Y de esas noventa y nueve muchas son bautizadas, decía Mons. Bernardini, y pasaron por - afirmamos nosotros- por nuestras Parroquias, Colegios y Universidades.

Nos inquietan los jóvenes porque se nos están «muriendo como moscas»... En bandadas están perdiéndose.

No es este un boletín medico para solo dedicarnos a estadísticas de muerte corporal, es una revista católica y como tal debe ocuparse del alma de nuestros jóvenes, por eso al afirmar que se están muriendo no lo hacemos solo en sentido material, sino fundamentalmente en el espiritual. Millares de jóvenes sumidos en el lodo del pecado no nos pueden dejar descansar ni un instante, tranquilos.

No tendremos que exponer demasiado para fundamentar lo que decimos, pues sabemos que nuestro lector podrá comprobar empíricamente si solo se detiene a observar con los ojos de la fe a su alrededor y concluirá que los jóvenes viven como si Dios no existiera, sin un sentido de trascendencia y movidos por las corrientes del mundo.

Miremos a nuestro alrededor y tenemos jóvenes que están sumidos en una vida gobernada por el consumismo y el materialismo, por un egoísmo acérrimo que se nota en todos los órdenes de la vida y que los hace incapaces de amar, de darse y de respetar a los demás. Paradójicamente en una cultura que se habla del amor hasta el cansancio, nuestros jóvenes son incapaces de vivirlo.

Egoísmo que los somete a una búsqueda irresponsable de la felicidad en términos humanos y en la soledad y el vacío de si mismo. Una búsqueda de límites que no encuentran ni en el hogar, ni en la escuela, ni en la sociedad.

Una vida carente de todo sentido de trascendencia y de vacío espiritual que los reduce a venteletas que al menor viento se bandean para un lado y para el otro. Y quizás este punto sea el mas peligroso porque son esos jóvenes los que mas sufren el embate de una vida tambaleante y a veces aún pensando y haciendo cosas que podrían contribuir a la vida social pero solo en el plano lineal y terrenal que en ultima instancia los vacía y conduce hacia el individualismo o los derrite en el colectivismo. Muchas de las bondades de los jóvenes son usadas por los ideólogos del odio, por los grandes negocios del consumismo.

La droga, el alcohol, la velocidad, los vicios y las enfermedades a ellos relacionadas los conduce, como se decía en un época refiriéndose al cementerio de la Chacarita, por Corrientes al Oeste, donde llegan tarde los llantos y las lamentaciones. En los reiterados Vía Crucis de Cuaresma y Semana Santa, como la lectura de la Pasión nos enfrentaba a aquel encuentro del Cordero condenado y llevado al Calvario con las llorosas mujeres de Jerusalén, aquellas palabras del Maestro tomaban en nuestra meditación una preocupante actualidad: «No lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestros hijos» (Lc XXIII, 19). Esos hijos que hoy son seducidos por el mundo y conducidos a los precipicios del pecado y la miseria del alma y a la muerte prematura del cuerpo sin que en muchos casos tengan el mas mínimo anhelo de redención, por su limitación de lo intrascendente de su pensamiento. Esos hijos que caminan en masa a la hoguera, este si es un holocausto verdadero y al que parece que nadie quiere reconocer.

Si a esta realidad están sometidos los niños y jóvenes, no es solo culpa de la sociedad que nos rodea, esta sería una respuesta demasiada cómoda, sino también hay que reconocer nuestra culpa, en especial de los que tenemos responsabilidades ya sea en la paternidad, en la catequesis, en los medios de comunicación y por supuesto de aquellos que han sido llamados a pastorear el rebaño, a conducirlos a las verdes praderas del Amor.

Hay graves culpas por acción o por omisión, graves son ambos y terribles las consecuencias para nuestros niños y jóvenes. Grandes son las piedras que por acción u omisión ponemos en el camino de nuestros jóvenes, y a pesar de la ruda y conocida sentencia del Señor para los que escandalicen a los mas pequeños (Mt. XVIII,6) seguimos sin darnos cuenta escandalizando.

Muchas veces actuamos con nuestros niños y jóvenes de una manera que debería aterrorizarnos, no caemos en la cuenta de la gravedad de esas acciones, muchas veces insensibilizados porque, quizás sin quererlo, nos hemos dejado seducir por el mundo y aunque lo negamos, nosotros también nos dejamos arrastrar por la corriente del mundo que nos conduce a las profundidades tenebrosas.

«Si no se sienten excluidos». Así justificamos que nuestros niños y jóvenes vean lo que no deben ver, hagan lo que no deben hacer y vayan a donde no deben ir, con nuestro permiso.

«Pobrecito, mañana no va a poder hablar con sus compañeros sino ve «Gran Hermano» o a «Susana» o «Tinelli»».

«Todas las ven a Floricienta, es solo una novela». «Son tipos que cantan la justa, por eso ven a Pergolini o lo escuchan por radio», claro sin advertir que promueven el alcoholismo y toda clase de vicios...

«Este sí, que sabe de historia», de historia ideologizada, de mentira en mentira.

« ¿Si todos los festejan así, porque no va a festejar sus diez años con un bailecito?»

«Son tan buenos los chicos del grupo que ¿como les voy a negar que hagan un baile en la Parroquia

«Mejor que tenga la computadora en su pieza así no nos molesta en el paso, además así puede conversar mas tranquilo con sus amiguitos» «El nene conoció muchos «amigos» por el chat». Este es un gran medio pero también el principal y más peligroso medio para la corrupción de menores. No alcanzan los filtros para evitar que no ingresen a páginas donde los pervierten. Dediquemos una línea a decir con claridad los peligros evidentes de los locutorios y de los videojuegos. Si la televisión idiotiza y corrompe, la computadora lo puede hacer en muchísimos menos tiempo y en un daño mas elevado.

«Prefiero que estén en casa», justificación para que se queden a dormir en la habitación de los hijos los noviecitos. Es como darle un fosforito y un bidon de nafta.

«Igual lo van hacer, así que mejor que se cuiden, por eso les doy la pastilla o el preservativo»

«Ir a bailar no es tan malo, yo iba y no pasaba nada» ¿A dónde fueron? «No se a un boliche por Flores o Recoleta» ¿Alguna vez fuiste un sábado o domingo a la madrugada por esas zonas? ¿Viste como salen de los boliches? ¿Sabias que les dan todo tipo de tragos? ¿Sabias que hay boliches donde se cometen todo tipo de degeneraciones, sin salir del boliche?

Nuestros jóvenes están desesperados buscando límites y no lo encuentran, están desesperados que les enseñemos el camino. Están confundidos sobre lo que este bien o esta mal, el relativismo moral y religioso los esta mareando y que decir de ese positivismo que rige nuestro Derecho.

Deberíamos escuchar atentos al Papa cuando nos habla sobre la gravedad de no hablar de la ley natural y como repercute en toda nuestra vida, en especial en la de los jóvenes. «El método que nos permite conocer cada vez más a fondo las estructuras racionales de la materia nos hace cada vez menos capaces de ver la fuente de esta racionalidad, la Razón creadora. La capacidad de ver las leyes del ser material nos incapacita para ver el mensaje ético contenido en el ser, un mensaje que la tradición ha llamado lex naturalis, ley moral natural. Hoy esta palabra para muchos es incomprensible a causa de un concepto de naturaleza que ya no es metafísico, sino sólo empírico. El hecho de que la naturaleza, el ser mismo ya no sea transparente para un mensaje moral crea un sentido dedesorientación que hace precarias e inciertas las opciones de la vida de cada día. El extravío naturalmente, afecta de modo particular a las generaciones más jóvenes, que en este contexto deben encontrar las opciones fundamentales para su vida»

Es por tanto imprescindible que los padres, en primer lugar, cumplan la función que esta ley natural les ordena y eduquen en ella a sus hijos, aunque deban saber decir de una manera creativa, ciertamente, mas no ambigua o confusa el no a muchas cosas.

también los pastores, educadores, catequistas, responsables de medios de difusión tenemos la natural misión de acompañar a los padres en la educación integral de sus hijos y muchas veces tenemos que decirles a los padres que están cometiendo gravísimos errores cuando permiten ciertos males que perjudican a los mas débiles.

Nuestros hijos deben estar excluidos y marginados de una sociedad que los condena a la exclusión de la vida de la Gracia y al premio eterno, es el camino del pecado el que los pone en miras al Oeste y allí marchan legiones de jóvenes, sin que parezca inmutar a muchos, por el contrario son demasiados y con importantes responsabilidades los que lo promueven con la acción o la omisión. El príncipe de este mundo esta actuando rápidamente en la conquista de las almas de nuestros niños y jóvenes y cuenta con la ayuda de los adoradores del oro que se regodean en el estiércol de sus espurias ganancias a costa de la salvación de nuestros niños y jóvenes y de sus muertes. Lector querido, la muerte de nuestros jóvenes es el gran negocio de muchos...

Si no hacemos algo ya en nuestros hogares, en nuestras Parroquias, en nuestros Colegios de nada valdrán los llantos y los lamentos y el remanido «era tan bueno, estaba lleno de vida» ni junto a su tumba, ni cuando estén en el fuego eterno.

«Los tiempos apremian. No se debe perder un instante, «hay que hacer el bien de prisa, que el mal no pierde un momento»»

Ahora es el tiempo de actuar, de orar, de sacrificarnos, llorar con Santa Mónica por nuestros hijos. Pero no lagrimas estériles, sino lagrimas de amor, de deseo de conversión, lagrimas acompañadas de la acción y de nuestra propia santidad, lagrimas que no permitan que nuestros niños y jóvenes se pierdan.

«Nos inquietan todos los jóvenes», porque se nos están muriendo en el alma y en el cuerpo «como moscas»

Supla la Gracia, la deficiencia de la pluma.

Marcelo Eduardo Grecco

Versailles, junto a la Virgen de la Salud

28 de abril de 2007

Fiesta de Santa Gianna Beretta Molla

Las Enseñanzas Del Rosario1

P. Fr. Mario Agustín Pinto O.P.

Entre las oraciones más celebradas dentro de la Iglesia, el Rosario ocupa sin duda el primer lugar. No hay ninguna otra ni más universalmente difundida, ni más amada por los fieles, ni más a propósito para acercarnos a Dios.

En efecto, el Rosario se apodera por entero del fiel, en cuerpo y alma, y lo arrastra hacia lo celestial, hacia lo infinito.

Mientras su imaginación reproduce en su cuadro real las escenas del Santo Evangelio y su espíritu se esfuerza en penetrar las sublimes bellezas que ellas contienen, su corazón conmovido estalla en súplicas, en alabanzas o en acciones de gracias; y con estado de ánimo diverso según el sentimiento dominante en cada misterio, saluda con sus labios a la Virgen purísima, Madre de Dios, cuya dulce imagen resplandece en todos ellos.

Ocurre con mucha frecuencia que el Rosario de cinco misterios viene a ser una oración maquinal, precipitada, sin alma, por el cual sólo se piden bienes temporales sin atender suficientemente a la relación de estos con los bienes espirituales, la santificación y la salvación.

Para devolver a esta oración su alma y su vida, es preciso recordar que no es más que una de las tres partes del Rosario y que debe ir acompañada de la meditación, fácil por lo demás, de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos que nos recuerdan toda la vida de Ntro. Señor y de su Santísima Madre, así como también su elevación al Cielo.

Para comprender todo el sentido del rezo del Rosario debemos considerar que así como Jesús es el mediador obligado entre el Padre y nosotros, de la misma manera necesitamos una abogada para con Jesús.

Si Jesús es la Cabeza única del Cuerpo Místico, María es el cuello del mismo. La vida reside en la cabeza, pero no puede descender a los miembros sin pasar por el cuello. El cuello une el cuerpo con la cabeza puesto que forma parte de ambos. Tal es María entre Jesús y nosotros, Mediadora universal de todas las gracias.

Ahora bien, cuán a propósito son los misterios del Rosario para mostrarnos de una manera viviente la incomparable unión de María y de Jesús, el papel inmenso que María desempeña en los misterios de nuestra Redención.

A ella nos dirigimos; a ella saludamos con amor y gozo. Pero la encontramos toda concentrada en Jesús, no pensando sino en Él, ardiendo en su amor, participando de sus gozos, de sus sufrimientos y de su gloria.

Así es como la meditación del Rosario nos revela a Jesús por María. María, en efecto, es el ostensorio de Jesús, el vaso radioso que contiene y expone al pueblo cristiano, todos los misterios de Jesús.

El rezo vocal es en realidad una suave industria para movernos a la contemplación; así como Dios para darse a conocer se ha revestido de una naturaleza corporal, así también los actos de la inteligencia son ayudados por las expresiones sensibles: las palabras son como una cantinela que acaricia el oído. Nuestro espíritu volátil queda retenido por las oraciones vocales; si alguna vez se distrae por lo menos los labios continúan rezando. Y estos rezos son magníficas alabanzas que glorifican a María y renuevan en ella los goces de estos misterios. Y entonces de su corazón inmaculado derrama sobre el que la saluda gracias y luces, algo de lo que ella sentía cuando tuvieron lugar tan grandes acontecimientos, enseñándonos cómo esos misterios deben reproducirse en nosotros. De esto se sigue que toda alma devota del Rosario saca de él un gran conocimiento de Jesús y de María y descubre sin cesar en la vida de los mismos nuevas bellezas que los libros no pueden ensañar.

Jesús, en efecto, se hizo hombre no sólo para salvarnos sino también para enseñarnos a bien vivir. Es el modelo más perfecto que hemos de imitar para glorificar y servir a nuestro Creador. Por consiguiente el rezo del Rosario que nos hace penetrar en los misterios de la vida de Jesús bajo la dirección e iluminación de María, es un medio singularmente apto para santificarnos

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Ahora bien ¿qué lecciones nos da el santo Rosario? Nos da en primer lugar el remedio contra las tres concupiscencias.

Sicut in Adam omnes moriuntur,

ita in Christo omnes vivificabuntur.

San Pablo hace el paralelismo entre Jesucristo autor de nuestra salvación y Adán, autor de nuestra ruina: " así como por un hombre el pecado entró en el mundo y por el pecado la muerte... Así como por la desobediencia de un hombre se hicieron muchos pecadores, así por la obediencia de uno solo...”

La muerte es una consecuencia del pecado y también la concupiscencia; “caro enim concupiscit adversus spiritum, spiritum autem adversus carnem” (la carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne) . Es el hombre viejo nacido del primer Adán que arrastra un desequilibrio profundo en su naturaleza caída y herida.

Recordemos lo que era la justicia original: armonía entre Dios y el alma, entre el alma y el cuerpo, entre el hombre y el mundo exterior; sumisión de las pasiones a la inteligencia y la voluntad, no había ni enfermedades ni muerte.

Pero el pecado original ha venido a destruir esta armonía y así Adán nos transmite una naturaleza caída y herida.: expoliata in gratuitis, vulnerata in naturalibus (despojada de los dones gratuitos, herida en los naturales). Nacemos, en efecto, con la voluntad adversa a Dios: el egoísmo, que es la raíz de todos los pecados, amor desordenado de nosotros mismos. De él provienen las tres concupiscencias que en los tres órdenes de bienes (bienes del cuerpo, exteriores y del espíritu) nos hacen confundir el bien aparente con el real.

El alma se inclina hacia el orgullo de la vida o amor desordenado de la propia excelencia y de todo lo que pueda exaltarla por arduo y difícil que sea: quien se entrega a él acaba por ser para sí su propio Dios, como Lucifer. De ahí pueden provenir todos los pecados, es la raíz de todos ellos : vanagloria, egoísmo, dureza de corazón, rebelión.

Pues bien, amados hermanos: el remedio son los misterios gozosos: Jesús haciéndose siervo, lo Infinito haciéndose pequeño, el que nada necesita entregándose por los pecadores, el Creador obedeciendo a la criatura: a María, a José, a las leyes, a todo. Es la ley de la pobreza, de la pequeñez y de la infancia espiritual. Es el Señor que nos recomienda ser como los niños, pues de ellos es el Reino de los Cielos.

¿Y nosotros, tierra y nada, nos atreveremos a ser soberbios? Estos misterios nos enseñan el valor de la vida interior toda escondida con Cristo en Dios. El Reino de Dios es ante todo interior y se halla escondido en las profundidades del alma. Tal es la sublime lección de estos misterios que han transformado el mundo, millares y millares, centenares de millares de cristianos han ganado el Cielo con los ojos fijos únicamente en estos misterios gozosos del nacimiento y de la vida oculta de Jesús, practicando obscuramente, silenciosamente las virtudes de la vida oculta de Jesús.

Lo característico de nuestra fe es que la gracia obra con un mínimo de materia temporal, más aún, que sólo está a su gusto en un mínimo de materia temporal, y el último de los enfermos en su lecho es admitido a imitar a Jesús.

La segunda es la concupiscencia de la carne. Es el deseo desordenado de aquellas cosas destinadas a la conservación del individuo y de la especia. Es el pecado que nos iguala a las bestias. De él proviene la lujuria con todas sus vergüenzas, la gula con todos sus refinamientos y la pereza.. Es el pecado que más nos enceguece para todo lo espiritual,

El remedio está en los misterios dolorosos: allí vemos a Jesús sufriendo en su carne los castigos que han merecido nuestros crímenes, los crímenes de nuestra carne pecadora. Es Jesús azotado, cayendo bajo el peso de la cruz, crucificado, muerto de sed, gustando hiel y vinagre, muriendo en los tormentos. Ahora bien, si así es tratado el leño verde ¿qué se hará con el seco? ¿Cuánto sufriremos en la otra vida si en esta no hacemos penitencia, puesto que Jesús tuvo tanto que sufrir , siendo la inocencia misma?

Estos misterios nos enseñan la ley de la mortificación; varias son sus causas: pecado original, pecados actuales. Debemos tratar el cuerpo como el domador a un caballo salvaje: o sometemos el cuerpo al alma o quedará el alma bajo el peso del cuerpo. Pero el principal motivo que nos induce a la mortificación es la imitación de Jesús crucificado “Si alguno quiere ser mi discípulo, que tome su cruz y me siga”. Es la pasión de la Cruz: del apóstol Andrés, San Pablo, Santo Domingo,... : debemos vivir la vida de Cristo quien vino como Redentor por la cruz.

La tercer concupiscencia es la de los ojos, o sea el deseo desordenado de aquello que agrada a la vista: lujo, riquezas, sobre todo el dinero, que es lo que permite procurarse todos los demás bienes materiales. De ella nace la avaricia; de ahí proviene la avaricia con todas sus secuelas, a saber la envidia por el bien de los demás y todas las injusticias, la ambición, la guerra, los hurtos. El avaro hace un dios de su tesoro, puesto que se le sacrifica todo.

El remedio para esta concupiscencia son los misterios gloriosos que nos muestran los bienes eternos, infinitamente más preciosos y deseables que todos los bienes de la tierra, pues las cosas visibles son pasajeras, y las invisibles eternas; que nos hacen pensar en el verdadero objeto de la esperanza cristiana, en la vida eterna y los medios de alcanzarla; que nos muestran la elevación infinita de nuestro fin sobrenatural; luego, no basta obrar racionalmente: se nos pide el desprendimiento de todo lo terreno y humano que no pueda ser un medio para llevarnos a obrar como hijos de Dios, de suerte que la caridad sobrenatural impere todos nuestros actos. :”si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes del cielo”.

Después de levantarnos del pecado, de reparar en nosotros las heridas de las tres concupiscencias, el Rosario nos ayuda a progresar en la vida espiritual viniendo a ser para nosotros una escuela de contemplación. Es todo el credo que desfila ante nuestra vista, no de una manera abstracta en fórmulas dogmáticas, sino de una manera concreta en la vida de Cristo que desciende a nosotros. Es todo el dogma católico en su esplendor para que podamos saborearlo y alimentar nuestra alma.

Para ello debemos recitar el Rosario mirando con los ojos de la fe a Jesús siempre vivo que no deja de interceder por nosotros y que influye siempre en nosotros para hacernos reproducir sus misterios, sea bajo la forma de su vida de infancia, o de su vida dolorosa o de su vida gloriosa. Viene actualmente a nosotros para asimilarnos a El.

Fijemos pues la mirada de nuestro espíritu en la del Señor que nos mira a su vez. Su mirada no sólo está llena de inteligencia y de bondad, sino que es la mirada misma de Dios que purifica, que pacifica, que santifica.

Es la mirada de nuestro juez pero más todavía de nuestro Salvador, de nuestro mejor amigo, del verdadero esposo de nuestra alma. El Rosario así recitado en el recogimiento y el silencio se transforma en una fructuosísima conversación con Jesús, siempre vivo para vivificarnos y atraernos.

Es también una conversación con María quien nos conduce hasta la intimidad de su Hijo, pues nadie conoce más íntimamente al hijo que la madre y nadie, pues, mejor que ella puede hacerlo conocer. Así se explica que los santos hayan visto en el Rosario una escuela de contemplación. Dice el P. Vaysieere : “Recitad cada decena, menos que reflexionando , comulgando con el corazón en la gracia del misterio, en el espíritu de Jesús y de María tal como el misterio lo presenta.”. El Rosario es la comunión de la noche que traduce en luz y en resolución fecunda la comunión de la mañana; no es sólo una serie de Ave María piadosamente recitadas, es Jesús reviviendo en el alma por la acción maternal de María, Así vivía, gracias al Rosario, rodeado por Cristo y por María, comulgando con cada uno de sus estados, con cada uno de los aspectos de su gracia, penetrando y manteniéndose en los abismos del Corazón de Jesús.

Amadísimos hermanos: si sabemos vivir de esta oración, nuestras tristezas y esperanzas se verán purificadas, elevadas, sobrenaturalizadas, veremos cada vez mejor contemplando estos misterios, que Jesús, nuestro Salvador y nuestro modelo, quiere asimilarnos a El, comunicarnos algo de su vida de infancia y de vida escondida, luego alguna semejanza de su vida dolorosa, para hacernos participar por fin de su vida gloriosa por toda la eternidad.

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“Cultura de la Vida

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La Iglesia Fue, Es Y Será Perseguida”1

Hemos creído conveniente la publicación de la presente homilía que el Sr. Arzobispo de Buenos Aires Cardenal Jorge Bergoglio ha dirigido a los demás Obispos, el lunes 23 de abril en la apertura de la Asamblea Plenaria del Episcopado. Creemos que es verdaderamente importante lo dicho por el Señor Arzobispo y desde estas paginas siempre hemos insistido sobre la necesidad de prepararnos para el martirio y de estar preparados para hacer frente a los muchos ataques que la Santa Madre Iglesia recibe, junto a Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre.

Nos alegramos que el Señor Cardenal haya hablado tan claramente y esperamos que su palabra se haga carne en accionar de la Iglesia. Ciertamente que «la Iglesia será perseguida en la medida en que mantenga su fidelidad al Evangelio». Al Evangelio de Jesucristo enseñado y difundido por el Magisterio bajo la certera guía de Pedro, hoy Benedicto XVI, y no a las confusas ideologizaciones del Evangelio que han llevado adelante el progresismo y la Teología de la liberación. Fidelidad al Evangelio impone no guiñar el ojo a ninguna forma de gobierno que por si traiga consigo este alejamiento del evangelio del mundo, no hacer lugar al relativismo moral y en la renuncia al Reinado social de Cristo. Si por algún momento hacemos algo de eso no solo no somos fieles sino que de alguna manera nos convertimos en los perseguidores de la Iglesia, los que la perseguimos desde dentro.

El testimonio lo tenemos en nuestro primer santo, que el Cardenal omite, San Héctor Valdivieso Sáez que murió por odio Cristo de manos de las turbas Republicanas. En aquel sacerdote que murió por causas de las heridas en el incendio de la Parroquia de las Victorias, olvidado hasta por sus hermanos de congregación el 2005 a 50 años de su muerte. En el maestro de la Patria Católica, el Prof. Jordán Bruno Genta. En el hijo fiel de la Iglesia, que supo denunciar la infiltración marxista, el Dr. Carlos Sacheri.

El martirio por el evangelio es en la adhesión plena a Cristo y no en la ideologización de su palabra y de su voz como muchos de aquellos para los que se ha propuesto causas de canonización.

Pedimos para nuestros Obispos, sacerdotes, religiosos y seglares la gracia de la fidelidad. Pedimos que vuelvan a la fidelidad, los que la han perdido. Los que caemos en el pecado nuestro de cada día, los que minimizaron los ataques de Ferrari o los que acordaron una ley de educación funesta o los que callaron ante los ataques a la vida y se despegaron de las procesiones y manifestaciones a favor de la vida, los que nada dijeron de los ataques a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, los que abandonaron al hermano fiel y apoyaron solidariamente al escandaloso. Pedimos la gracia de la fidelidad también para nuestra obra y la pedimos por medio de la siempre fiel Virgen María.

La pedimos no hasta la orillita de la vida tranquila, sino hasta el martirio, hasta la cima del Gólgota y en la misma Cruz salvadora de Cristo.

Marcelo Grecco

“Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo. Algunos miembros de la sinagoga llamada “de los Libertos”, como también otros, originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se presentaron para discutir con él. Pero como no encontraban argumentos, frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra, sobornaron a unos hombres para que dijeran que le habían oído blasfemar contra Moisés y contra Dios. Así consiguieron excitar al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y llegando de improviso, lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín. Entonces presentaron falsos testigos que declararon: “Este hombre no hace otra cosa que hablar contra el Lugar santo y contra la Ley. Nosotros le hemos oído decir que Jesús de Nazaret destruirá este Lugar y cambiará las costumbres que nos ha trasmitido Moisés”. En ese momento, los que estaban sentados en el Sanedrín tenían los ojos clavados en él y vieron que el rostro de Esteban parecía el de un ángel.
Hech. 6: 8-15. Texto correspondiente al 23 de abril, lunes de la 3ª Semana de Pascua.

“1. San Lucas describe el asesinato de Esteban sobre las huellas del de Jesús. Se evidencia su intencionalidad de señalar, en este primer mártir, el camino del creyente. “El discípulo no es más que su maestro” (Mt. 10:24) había dicho Jesús; el camino del discípulo es el de su Señor; sería impensable un discipulado que no se ajustase al más fiel seguimiento. En esta realidad se enraiza la dimensión martirial de la existencia cristiana, ese “dar testimonio” como lo dio el Señor, y estar dispuesto a afrontar las consecuencias que exija la fidelidad al llamado.

2. Los apóstoles abandonaron al Maestro (Mt. 26:56), Pedro lo negó por miedo (Mt. 26: 69-75) ... todavía no habían sido confirmados por la Resurrección y la fuerza del Espíritu Santo. En Esteban, en cambio, se muestra ya el discípulo maduro, configurado por esa confirmación; en él la Palabra de Dios nos muestra el perfil acabado del discípulo que da testimonio, del discípulo que “lleno de gracia y poder hacía grandes prodigios y signos en medio del pueblo” (Hech. 6:8). Esteban no era un milagrero ambulante. La fuerza le venía de la gracia, del poder del Espíritu Santo... y esto molestaba.

3. La escena se enmarca en una disputa. Los miembros de la sinagoga de los Libertos “se presentaron para discutir con él” (Hech. 6:9), evocación de tantas discusiones de Jesús con fariseos, saduceos, esenios y zelotes, alternativas humanas a la radicalidad del Reino. Sin embargo, la contundencia de la historia del pueblo elegido y la fuerza de las Bienaventuranzas se imponía a toda argumentación y casuística. Se trataba del choque entre la Verdad y el sofisma ilustrado, ese equilibrismo nominalista para aceptar una formulación de la verdad negando su real incidencia en la vida. Estos sofistas “no encontraban argumentos frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra” (Hech. 6:10). Entonces recurren a diversas formas de violencia: al soborno (Hech. 6:11) como otrora los fariseos con los soldados testigos de la Resurrección (Mt. 28: 11-15), como el Sanedrín para con el mismo Jesús... y del soborno a “excitar al pueblo, a los ancianos y a los escribas” (Hech. 6:12) al igual que hicieron con Jesús (Mt. 27:20); y también como a Jesús llegan de improviso, lo arrestan y llevan ante el Sanedrín (ibid) y presentan testigos falsos (cfr. Mt. 26: 59-61). Los mismos métodos, el mismo camino recorrido hasta la muerte. Un último detalle: en el momento de su sacrificio el discípulo repetirá las palabras de perdón del Maestro (Hech. 7:59-60) y dará signos de su entrada triunfal en la vida: “En ese momento los que estaban sentados en el Sanedrín tenían los ojos clavados en él y vieron que el rostro de Esteban parecía el de un ángel” (Hech. 6:15 y 7:55-56).

4. Así se consuma la vida del que la Iglesia nos propone como el primer discípulo mártir y, en su persona, nos señala el camino a seguir: dar testimonio hasta el fin. A lo largo de los siglos el discipulado cristiano brilló con innumerables hombres y mujeres que no escondieron la fe que guardaban en sus corazones; a ellos el Espíritu Santo les dictaba lo que tenían que decir en los tribunales (cfr. Mc. 13:11) e iban valerosos y transfigurados al martirio: el fuerte Policarpo que permaneció firme en el poste sin querer ser clavado y cuyo cuerpo se transfiguró, en medio de la hoguera, como si fuera pan cocido en el velamen de un barco. Felicitas, valiente con sus hijos. Águeda que “contenta y alegre se dirigía a la cárcel, como invitada a bodas, y encomendaba al Señor su combate”. Los veintiséis japoneses en la colina de Nagasaki, orando, cantando salmos, animándose mutuamente. La serenidad de Maximiliano Kolbe al tomar el sitio de otro; el abandono en el Señor de Edith Stein quien repetía litánicamente: “no sé qué tiene dispuesto hacer Dios conmigo, pero no tengo porque preocuparme de ello”. Y así tantos otros, aun en tiempos cercanos. Todos ellos siguen el camino testimonial de Esteban y reeditan en su martirio también la transformación de su rostro que parecía el de un ángel. Ellos habían asumido en su corazón la Bienaventuranza del Señor. “¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!” (Lc. 6:22). Hombres y mujeres que no se avergonzaron de Jesucristo e, imitándolo en la cruz, llevaron adelante la vida de la Iglesia.

5. Porque la Iglesia fue, es y será perseguida. El Señor ya nos lo advirtió (cfr. Mt. 24:4-14; Mc. 13:9-13; Lc. 21:12-19) para que estuviésemos preparados. Será perseguida no precisamente en sus hijos mediocres que pactan con el mundo como lo hicieron aquellos renegados de los que nos habla el libro de los Macabeos (cfr. 1Mac. 1:11-15): ésos nunca son perseguidos; sino en los otros hijos que, en medio de la nube de tantos testigos, optan por tener los ojos fijos en Jesús (cfr. Hebr. 12: 1-2) y seguir sus pasos cualquiera sea el precio. La Iglesia será perseguida en la medida en que mantenga su fidelidad al Evangelio. El testimonio de esta fidelidad molesta al mundo, lo enfurece y le rechinan los dientes (cfr. Hech. 7:54), mata y destruye, como sucedió con Esteban. La persecución es un acontecimiento eclesial de fidelidad; a veces es frontal y directa; otras veces hay que saberla reconocer en medio de las envolturas “culturosas” con que se presenta en cada época, escondida en la mundana “racionalidad” de un cierto autodefinido “sentido común” de normalidad y civilidad. Las formas son muchas y variadas pero aquello que siempre provoca la persecución es la locura del Evangelio, el escándalo de la Cruz de Cristo, el fermento de la Bienaventuranzas. Luego, como en el caso de Jesús, de Esteban y de esa gran “nube de testigos”, los métodos fueron y son los mismos: la desinformación, la difamación, la calumnia... para convencer, poner en marcha y –como toda obra del Demonio- hacer que la persecución crezca, se contagie y se justifique (parezca razonable y no precisamente persecución).

6. En cambio la tentación para la Iglesia fue y será siempre la misma: eludir la cruz (cfr. Mt. 16:22), negociar la verdad, atenuar la fuerza redentora de la Cruz de Cristo para evitar la la persecución. ¡Pobre la Iglesia tibia que rehuye y evita la cruz! No será fecunda, se “sociabilizará educadamente” en su esterilidad con ribetes de cultura aceptable. Éste es, en definitiva, el precio que se paga, y lo paga el pueblo de Dios, por avergonzarse del Evangelio, por ceder al miedo de dar testimonio.

7. Al comenzar esta Asamblea podemos pedirle al discípulo del Señor, este primer hermano nuestro que dio testimonio de Jesucristo y del Evangelio, nos conceda la gracia de no avergonzarnos de la Cruz de Cristo, de no ceder a la tentación de que, por miedo, conveniencia o comodidad, negociemos la estrategia del Reino que entraña pobreza, humillaciones y humildad; y pedirle también la gracia de recordar todos los días las palabras de San Pablo: “No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios”. (2 Tim. 1:8).”

Recordando Al Padre, Al Pastor, Al Maestro, Ecos de un homenaje

Luego de nuestro último número en homenaje al Padre Carlos Lojoya en el 35º aniversario de su ordenación sacerdotal, y habiendo publicado, como hacemos siempre en el foro de Hotmail «Católicos Apostólicos Romanos» nuestro editorial recibimos esta respuesta de unos de los miembros del foro, quien me autorizo a publicarlo. También recibimos el saludo y el agradecimiento por el numero del Padre Carlos Buela.

«Estimados foreros: al RP Lojoya lo he conocido poco, pero apreciado mucho. Fue mi profesor de Teología Moral en la UCA; uno de los más entrañables recuerdos que guardo de ésos años son las largas charlas con él. A veces discusiones encendidas, ya que no coincidimos en muchos temas (por ejemplo en el tema litúrgico). Pero siempre el Padre demostró una gran sabiduría y una gran Caridad; mucho amor por la Iglesia y por un país que le dolía en el alma. Sufría sí, pero nunca lo amargado ni desalentado. Dios sabe por que lo llevó joven aún; Dios y Dios quita, pero por un tiempo nomás, ya lo podremos reencontrar en el Cielo».

José del Puerto

25º Aniversario De La Gesta De Malvinas1

Delicia Rearte de Giachino2

Discurso pronunciado por la Sra. Delicia Rearte de Giachino, en el acto celebratorio del 2 de abril en la provincia de Mendoza

A un cuarto de siglo del 2 de abril de 1982, otra vez juntos, otra vez reunidos, otra vez queriendo penetrar el misterio, el secreto, la mística de ese día.

A 25 años me pregunto, como tantos argentinos: ¿qué fue Malvinas?, ¿cómo fue Malvinas?, ¿por qué fue Malvinas?, ¿dónde fue Malvinas?

No encuentro respuesta a estos interrogantes, porque Malvinas pertenece a las cosas sin principio ni fin, a las cosas inmortales, a las que, al nombrarse honran todas las palabras. Por eso se sostiene Malvinas. Por eso, a 25 años, es la Gran Causa, la Causa de Malvinas.

Es la Causa que ya dejó atrás las calumnias, los oportunismos, las traiciones, las bajas pasiones, las ofensas, la cobardía, todas las miserias humanas que aparecen en la guerra.

Es la Causa que engloba a todos los argentinos, aunque no la comprendan ni la quieran.

Es la Causa que no olvida el dolor y el sacrificio, porque los hunda en las entrañas, y así su fulgor deslumbra a las almas que la aman.

Es la Causa Malvinas, respetada y temida por el enemigo, que busca por todos los medios destruirla valiéndose de los medios que los mismos argentinos le proporcionamos con nuestra indiferencia y apatía: declaraciones, películas, documentos, visitas de los más encumbrados personajes del imperio usurpador.

Es la Causa que se enarbola en los discursos de bancada, que despierta aplausos, que se politiza cuando conviene y se oculta cuando se violan las instituciones, los poderes y las leyes.

Es la Causa Malvinas, que entre la inseguridad, la corrupción, el odio, la venganza, aparece pura, magnifica en su inocencia, romántica en su dolor, con sus luces y sus sombras, con sus muertos y sus vivos, con su justicia y su verdad.

Es la Causa, ese conglomerado de orgullo y honor; ese proceso interior que va limpiando las pasiones hasta convertirlas en recuerdos, que recién ahora, al cabo de 25 años, afloran de los corazones, las heridas y los labios de los que la vivieron para ejemplo y paradigma de nuestra historia.

Es la Causa Malvinas hundida en el fondo del mar, rompiendo los vientos con sus alas, enterrada en la turba refugiada en la Cruz que desde Darwin domina, escucha, espera.

Es la Causa Malvinas, dueña y señora de las Islas, que nunca más serán llamadas irredentas, porque hace 25 años, un 2 de Abril como éste y como todos los que vendrán, un soldado, un hombre, un argentino dio su sangre para redimirlas de una vez para siempre.

Pero es también, duele decirlo, la causa desmalvinizada por políticas pseudodemocráticas, aparadoras de poder, por las instituciones achatadas por la codicia, la envidia, la obsecuencia, por los comunicadores acomodaticios y mentirosos; por las vacuas expresiones diplomáticas con anuncios espectaculares que terminan cuando empiezan, por los «iluminados por el fuego», por «los chicos de la guerra», por «la guerra de mami».

Sin embargo, esa dolorosa causa desmalvinizada, hoy, a un cuarto de siglo, se trueca en la «Causa Remalvinizada», de adentro hacia fuera, de abajo hacia arriba, en familias, en colegios, en claustros, en pueblos y ciudades, en el silencio de la continua vigilia. Sola por su propia Verdad, por su propia justicia, por su propia sangre. Sola en la Grandeza de su soledad para darnos la respuesta.

¿Qué fue, entonces? ¿Dónde cómo, por qué? La Causa Malvinas fue, es y será la Patria.

Reflexiones En la Fiesta Del Santo Patrono Del Trabajo

Marcelo Eduardo Grecco

Estamos celebrando la fiesta del verdadero Patrono del Trabajo, San José Obrero. Nos parece propicio, entonces, reflexionar sobre la realidad del trabajo en la vida del hombre. Me permitiré hacerlo siguiendo una especie de monografía que realizáramos para nuestro estudio universitario que versaba sobre «El Trabajo en la Doctrina Social de la Iglesia». Completar y actualizar el mismo es una deuda que algún día, Dios mediante, cumpliremos.

Y al pensar en el trabajo debemos pensar en primer lugar en aquel que lo ejecuta, que no es otro que el hombre. En este sentido es menester recordar que el hombre no es una cosa sino alguien, o sea que ha sido revestido del don de persona1, esto es, criatura de Dios hecho a su imagen y semejanza (Cif. Gen 1, 26).

Este hecho es fundamental a la hora del análisis de este tema, porque esta inserta en nuestra sociedad la figura del hombre como un mero recurso, equiparándolo a aquellos otros materiales que necesita la empresa para ejecutar su actividad y si bien es cierto que al encarar un proyecto uno debe analizar fríamente los números para saber su viabilidad, nunca puede hacerlo de manera tan absoluta que olvide que el hombre no es una maquina que se amortiza y que puede romperse o desgastarse, sino una persona que sufre sobre si las consecuencias del pecado y por tanto la fatiga del trabajo le ocasiona enfermedad y esta expuesto a la muerte en accidentes, a su vez es un ser creado por Dios y revestido de la dignidad de persona.

Una persona que ha sido dotada de un alma inmortal y de un cuerpo material, y que alma y cuerpo integran una unidad inseparable. Una unidad «tan profunda que se debe considerar al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo, es un cuerpo humano viviente en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas sino que su unión constituye una única naturaleza»2.

Esta unidad debe considerarse de tal manera que hace al trabajo no solo porque con el alcanza lo necesario para sostener su vida material sino fundamentalmente porque «con el ejercicio de las fuerzas particulares»3 el hombre «marca su impronta en la materia y la somete a su voluntad»4. La que no puede estar divorciada de la Voluntad del Creador.

Dos cosas surgen aquí como reflexión sobre nuestra época, donde el hombre no comprende esta acción personal sobre el trabajo y quizás una de las principales causas sea la alta tecnología que no permite dejar esa impronta personal en el trabajo realizado. De alguna manera esto se nota hoy en la arquitectura o en las artesanías, en especial, frente a la fiesta de San José, podemos decir que se ve hoy en el trabajo del carpintero donde muchas veces se hacen hoy los trabajos con las maquinas en líneas fijas y productos seriales, en vez de la talla de la madera que permitía que cada mueble fuera una pieza única e irrepetible.

La segunda reflexión es que al desconocer a Dios como Creador y someter la tierra a nuestro arbitrio nos encontramos con los grandes males que hoy denominamos «cambios climáticos» y que solo tienen una causa el hombre ha olvidado que es Señor y Rey de la creación pero que debe someterse al Creador.

La despersonalización del trabajo hace, entonces, que pensemos en el sujeto del trabajo como un mero recurso y por tanto desechable. La Iglesia no cesa de proclamar que el hombre es el sujeto del trabajo y que él, como persona que es, al realizar las acciones pertenecientes al proceso del trabajo, independientemente de su contenido, todas ellas han de servir para la realización de su humanidad y el perfeccionamiento de su ser de persona5 y a la vez contribuyendo al cuidado y protección de la obra del creador que le ha sido confiada.

Efectivamente Dios ha confiado al hombre el cuidado de la tierra dándole el mandato de «Someted la tierra», ósea de realizar con sus mismas manos todo aquello que le ayudará a la existencia. Es a la vez un mandato y una invitación para que el hombre participe en su obra creadora, con el trabajo el hombre colabora con «la misma acción del creador del universo»6. Ciertamente Dios «manifiesta su soberanía y su condescendencia apelando a nuestro ingenio y perspicacia»7 a fin de que imprima su sello a las cosas y de esa manera nos hagamos participes de su obra. En definitiva todo hombre «sea artista o artesano, patrono, obrero o campesino (...) es un creador»8.

El hombre entonces contribuye con su trabajo a la obra creadora de Dios y a la vez por medio del trabajo y de su remuneración alcanza lo necesario para su subsistencia. Efectivamente el hombre necesita de bienes para vivir, y si bien esos bienes nunca deben ser considerados fines en si mismos sino como «medios preciosos»9 que le ayuden a alcanzar su último fin que no es otro que la búsqueda permanente de la Jerusalén Celeste. Ciertamente los bienes de la tierra «se deben usar (....) en la medida que lleven a la consecución del fin Supremo»10 al cual se deben subordinar toda la existencia del hombre. En este sentido debe considerarse la remuneración que el hombre recibe en el trabajo, la cual debe ser justa y digna. Un salario justo es aquel que alcance para el sustento propio y de su familia, resguardando que no se destruya ni la familia, ni se estorbe en la educación de los hijos ni se fuerce a la mujer al abandono de los hijos en busca de el sustento necesario para su lugar, privando a los hijos de la atención y el amor que solo los padres pueden brindar11.

En este sentido la fijación del salario debe tener un criterio de razonabilidad y de justicia no se la puede abandonar únicamente a la libre competencia del mercado y por supuesto que no puede quedar al «arbitrio de los poderosos, sino que en esta materia deben guardarse a toda costa las normas de justicia y de la equidad»12. Es un escándalo moral ver que hay bajos salarios y grandes ganancias que solo unos pocos aprovechan, y este escándalo clama al cielo.

Sin embargo no es con las luchas clasistas que podemos revertir o atemperar estos males sino con la promoción de los valores Evangélicos a todos los hombres entre el capital y entre el trabajo. Ciertamente es «pena capital» suponer «que una clase social sea enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo duelo»13, por el contrario debe promoverse la relación armónica y equilibrada entre ellas, buscando unirles en provecho de toda la sociedad14, pues ciertamente ambas clases no pueden convivir separadas, aún en la época de la tecnología «ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital»15

Por tanto el salario debe contribuir para que el hombre pueda vivir con dignidad y alcanzar su vacación hacia la santidad. El salario debe ayudar de tal manera al hombre para que no solo pueda alcanzar lo necesario para vivir y vestirse, sino que luego de un esfuerzo pueda acceder a una vivienda digna, formar y mantener una familia. Sin duda, aquí nos queda mucho por recorrer y en el campo del trabajo sea la prueba más evidente de que hay muchos hombres que todavía no conocen al Redentor, pues como sabiamente enseña el Padre Sato, «solo la conversión profunda llega a lo profundo del bolsillo». Es entonces una tarea pendiente el llegar a los poderosos y a los que no lo son tantos pero tienen en sus manos el capital o el poder sobre el mismo y deciden sobre las remuneraciones y su relación con las ganancias del capital. Ganancias que nadie duda de su legitimidad, pero dicha legitimidad se pierde cuando esas ganancias se acrecientan a costa de la indigencia de muchos trabajadores a cambio de un lujo innecesario en su vivir.

Entre los grandes dramas de nuestro tiempo esta la «lacra vergonzosa» del desempleo sin que parezca haya voluntad en los estados y en la economía general en reducirla y controlarla de manera eficaz, es que el desempleo como la indigencia genera muchos dividendos para unos pocos y de alguna manera es una forma de poder con lo cual se somete al hombre al arbitrio de los grandes intereses, además la miseria contribuye a la perdición de las almas y no debemos olvidar que aquello es lo que mas desea el príncipe del mundo, el demonio.

Con razón afirma el Padre Menvielle que si la economía pudiese curar este mal «la estabilidad habrá sido devuelta a millones de familias humanas; las economías coloniales y semicoloniales humilladas y postradas por las metrópolis mundiales, habrán cobrado vida propia»16

El desempleo es uno de los males que el mundo del trabajo debe tener en cuenta para sostener al hombre, porque el desempleo no implica la posibilidad de no obtener el sustento de la familia sino que como el trabajo es constitutivo de la naturaleza del hombre provoca serios perjuicios en su psiquis. El hombre siempre debía trabajar, el pecado que lesiono toda la naturaleza humana trajo como consecuencia la fatiga y el cansancio. Ciertamente en el estado de «inocencia» el hombre «jamás hubiera permanecido totalmente inactivo»17, sin embargo el pecado trajo para si los males a consecuencia del trabajo y el hombre con «sudor de su frente comer(a) el pan» (Gen 11, 18).

Estas consecuencias son las que han movido a la Iglesia a promover desde su Doctrina Social los regimenes de Seguridad Social, así el Papa León XII indicaba que «se ha de proveer diligentemente que en ningún momento falte al obrero abundancia de trabajo y que se establezca una aportación con que poder subvenir a las necesidades de cada uno tanto en los casos de accidentes fortuitos de la industria cuanto en la enfermedad, en la vejez y en cualquier infortunio»18. Pió XI afirma que deben tomarse las precauciones acertadas «por medio de los seguros públicos o privados, para el tiempo de la vejez, de la enfermedad o del paro forzoso»19. Juan XXII recordando los derechos del hombre a «los medios necesarios para un decoroso nivel de vida, cuales son, principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia medica y, finalmente, los servicios indispensable que a cada uno debe prestar el Estado. De lo cual se sigue que el hombre posee también el derecho a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudedad, vejez, paro y, por último, cualquier otra eventualidad que le prive sin culpa suya, de los medios necesarios para el sustento»20.

En la misma línea se expresarán Pablo VI y Juan Pablo II, quien siguiendo también a sus predecesores tendrá una especial dedicación a la promoción de la familia, mediante el llamado «salario familiar». Ya León XII hablaba que «trabajador hay que fijarle una remuneración que alcance a cubrir el sustento suyo y el de su familia (...) No esta fuera de lugar hacer aquí, dice el Pontífice de feliz memoria, elogio a todos aquellos que, con muy sabio y provechoso consejo, han experimentado y probado diversos procedimientos para que la remuneración del trabajo se ajuste a las cargas familiares, de modo que aumentando éstas, aumente también aquella»21. Siguiendo en esta línea el Siervo de Dios Juan Pablo II afirma que «Una justa remuneración por el trabajo de una persona adulta que tiene responsabilidad de familia es la que sea necesaria para fundar y mantener dignamente una familia y asegurar su futuro. Tal remuneración puede hacerse bien sea mediante el llamado salario familiar, (...) bien sea mediante otras medidas sociales como subsidios familiares o ayudas a la madre que se dedica exclusivamente a la familia, ayudas que deben responder a las necesidades efectivas, es decir, al numero de personas a su cargo durante todo el tiempo en que no estén en condiciones de asumirse dignamente la responsabilidad de la propia vida»22.

Verdaderamente complejo es el campo del trabajo, esa complejidad es a la vez sencilla y solo puede ser resuelta en la mirada fija en el Redentor del mundo. Ciertamente la mirada del hombre debe dirigirse a Cristo y en el encontrará la respuesta porque nuestra naturaleza estaba perdida y El ha salido a su encuentro, estaba caída y el se anonado para elevarla.

También en el ámbito del trabajo Cristo ha querido tocar la misma raíz del trabajo humano y allí junto al banco de Carpintero de San José, aprendiendo de este el modo con sus manos realizo el trabajo y enseñándonos así el verdadero «Evangelio del trabajo»

Pedimos muy especialmente por todos los trabajadores en el día de su Santo Patrono y por aquellos que ya sea como profesionales, como empresarios, como gobernantes tenemos la responsabilidad de hacer obra todo aquello que lleve a reconocer la dignidad del trabajo y del trabajador, pues el primero es para el segundo y no el segundo para el primero como ha afirmado recientemente Benedicto XVI «El trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo».

Suplirá la gracia, la deficiencia de la pluma



1 TEXTO DE LA HOMILÍA TOMADO DE www.aica.org

1 Publicado en la Revista Cabildo Tercera época- Año VII, Nº 64 Abril de 2007

2 Madre del Capitán Giachino Héroe de Malvinas, muerto el 2 de abril de 1982 al recuperar las Islas

1 Cif. CIC 357

2 CIC 365

3 `Pio XII La Solemnidad de Pentecostés 19 (En adelante LSP)

4 Gadium Spes 67 *En adelante GS)

5 Cif. Juan Pablo II Laboren Exerns 6 (En adelante LE)

6 LE 4

7 Monseñor Héctor Aguer «La Providencia, la economía y el drama del desempleo» mensaje pastoral con ocasión de la festividad de San Cayetano. Belgrano 7 de Agosto de 1997

8 Pablo VI Popularum Progressio 27 (En adelante PP)

9 Pío XI Divini Redemptoris 44 (En adelante DR)

10 Pío XI Quadragesimo Anno 136 (En adelante QA)

11 Cif León XIII Rerum Novarum 32 (En adelante RN); QA 71; LSP 19. «Al deber personal del trabajo impuesto por la naturaleza corresponde y sigue el derecho natural de cada individuo a hacer del trabajo el medio para proveer a la vida propia y de los hijos» Juan XXIII Mater Et Magistra (En adelante MM), Pacem In Terris *En adelante PT), GS 67. «.... La Remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual» LE 19

12 MM 71

13 RN 14

14 Cif QA 53

15 RN 14

16 Padre Julio Menvielle «Conceptos Fundamentales de la Economía» colección ensayos doctrinarios Cruz y Fierro Editores Bs. As. 1982

17 RN 13

18 RN 25

19 DR 53

20 MM 135

21 RN 71

22 LE 19