Krápula sigue empeñado en pelearse con todos. En estos días recrudeció una vez más su conflicto con la Iglesia. Mire que tiene que ser de la peor calaña para enfrentarse con esta Iglesia tibia y dialoguista a toda costa. Fíjense si no lo que le hicieron al pobre Guillermo Marcó, que una vez que habló claro, lo dejaron solo. El Arzobispado porteño, por orden de Bergoglio, rápido para la componenda, le bajó el copete, saliendo a decir que los dichos del vocero habían sido una opinión personal, no la de la Iglesia.
Por su parte, el obispo saliente de Puerto Iguazú, monseñor Joaquín Piña –que integra un frente multicolor opositor al gobernador kirchnerista de Misiones Carlos Rovira–, dijo que Marcó debió haber sido más discreto, queriendo bajar los decibeles cuando él mismo, días atrás, se cruzó con el presidente, espetándole que no tenía autoridad moral para hablar del Proceso –recordar que en aquellos años K se rajó al Sur para amasar su fortuna levantando hipotecas– y presentándole sus credenciales de perseguido por la última dictadura. Tan lamentable su actitud como la del Cardenal Primado.
En otro orden, viendo el programa Hora Clave el domingo 8 de octubre, tomé conocimiento de una carta pública de Juan Bautista Yofre al general Bendini, en la que, a grandes rasgos, aquél le reprochaba su rotundo cambio de ideas. Al decir de Yofre, presente en dicho programa, ambos fueron compañeros, allá por mediados de los ’60, en el Colegio Militar. Resulta que Bendini era, por aquel entonces, un nacionalista proveniente de las filas de Tacuara, y que en una ocasión, en el año 1975 –es decir, antes del último golpe de estado–, el hoy Jefe del Ejército quemó en su regimiento una bandera de China, justificando su actitud ante el jefe de la unidad diciendo que lo hacía porque los comunistas estaban matando a sus camaradas. Hace unos días, en cambio, sostuvo que el 25 de mayo de 2003 nació un nuevo ejército, que nada tenía que ver con el anterior, en el que él cumplió órdenes en los ’70, combatiendo a la subversión marxista.
Triste y penoso lo de este personaje. Se puede cambiar con el paso del tiempo, es cierto, y rectificarse de concepciones equivocadas sostenidas en determinada etapa de la vida. Abundan los ejemplos en la historia en ese sentido. Pero este no es el caso de este general de cartón, que lo que hace es amoldarse a las circunstancias por puro afán acomodaticio. Cuesta entender que un soldado haya adoptado las mismas mañas de los politiqueros de la partidocracia, que se pasan de un bando al otro sin que se les mueva un pelo, siempre en función de sus intereses particulares o de sector. De aquel combatiente que fue en los ’70, a este pusilánime descolgador de cuadros; de nacionalista, a lacayo de esta banda de mercenarios zurdos instalados en el gobierno; de anticomunista, a socio menor de los enemigos que ayer y hoy agredieron y agreden a sus subordinados y a la institución que comanda. Realmente patético.
Estas cuestiones referentes a estas dos instituciones fundacionales de la Patria son un fiel reflejo del estado de descomposición que aqueja a la Nación Argentina. Si ellas se encuentran en tal grado de confusión, estamos embromados de veras. Que Dios nos ayude.