La Caridad sin Verdad sería ciega, La Verdad sin Caridad sería como , “un címbalo que tintinea.” San Pablo 1 Cor.13.1
jueves, febrero 08, 2018
Katyn: la oculta masacre comunista en la que Stalin aniquiló a 22.000 prisioneros de guerra
En
«Manipulando la historia» («Temas de hoy»), Eric Frattini realiza un
recorrido por las operaciones de «falsa bandera» más llamativas de los
últimos 100 años
En más
de una ocasión, la historia no es como nos la cuentan los sabios a
través de los libros. Un ejemplo de ello es que, durante décadas, Europa
vivió engañada pensando que la corona española había hundido el «USS Maine»
norteamericano en el Puerto de la Habana, a orillas de las Américas.
Aquel vil acto, según se dijo a lo largo y ancho del globo, fue el que obligó a los EEUU a cargar sus fusiles y entrar en lid con los de la rojigualda.
«¡Pobres americanos, agredidos en su orgullo y obligados a coger las
armas contra los infames hispanos!», que debieron pensar allende los
mares todos los que recibieron la noticia. Pero la realidad era bien
diferente, y se conoció después: los supuestos agredidos aprovecharon un accidente en el navío para tener una excusa con la que declarar la guerra a España para arrebatarle los retazos que todavía le quedaban de su Imperio.
En pleno 2018, este amaño es el más conocido en lo que se refiere a «operaciones de falsa bandera»
(estafas a gran escala en las que un país manipula a otros en su
favor). Sin embargo, no es la única que se ha sucedido a lo largo de los
siglos. Del Tercer Reich a la Turquía moderna (esta última región, hace menos de un año), los ciudadanos han sido engañados por los líderes mundiales a su antojo para que creyeran enemigo al amigo, y asesino al inocente.
Una buena parte de estas estafas son las que desvela el popular escritor Eric Frattini en su libro: «Manipulando la historia», editado por Temas de Hoy.
La obra desvela más de una veintena de misiones de espionaje
orquestadas por los estados para lograr tener a la opinión pública de su
lado. Y, de todas las que recoge, una de las más destacadas es el
fraude mediante el que el dictador Josef Stalin aniquiló a casi 22.000 polacos en el bosque de Katyn (todos ellos opositores a su régimen) y convenció a Europa de que los culpables habían sido los nazis. Una acusación que, posteriormente (y después de muchos años) se confirmó falsa.
Hacia Katyn
Katyn, la que fue una de las mayores operaciones de falsa bandera de
la historia (hasta finales del siglo XX todavía se dudaba de su
autoría) tuvo su origen en septiembre de 1939. Por aquel entonces, un
todavía poco conocido Adolf Hitler (Alemania) y Josef Stalin
(URSS) firmaron un pacto secreto por el cual invadirían Polonia. Los
primeros lo harían desde el oeste, mientras que los segundos accederían
al país desde el este pocos días después. En esos días, por tanto,
nazismo y comunismo (futuros enemigos) iban bien apretaditos de la mano
hacia el dominio de Europa. El resultado de aquel tratado es conocido
por todos nosotros: germanos y rusos conquistaron la región y se la dividieron a medias, como si fuera la propina de un café.
Sin
embargo, lo que no es tan de dominio público es que Josef guardaba en
su rojo corazón mucho rencor contra los polacos debido a que estos
habían humillado a sus tropas en la guerra polaco-soviética de 1919.
Quizá por eso, o simplemente por quitarse de en medio a un ejército que
podía darle más quebraderos de cabeza en un futuro cercano, es por lo
que ordenó a su lugarteniente más sanguinario (Lavrenti Beria, jefe del servicio secreto de la URSS -NKVD-) que se pusiera manos a la obra y creara una serie de campos de concentración a los que pudiera deportar a los miles y miles de reos que había hecho durante la contienda.
En palabras de Pere Cardona (divulgador histórico y autor de «HistoriasSegundaGuerraMundial») dichos centros fueron Jukhnovo, Yuzhe, Kozelsk, Kizelshchyna, Oranki, Ostashkov, Putyvli, Starobielsk, Vologod y Gryazovets.
Poco
después comenzaron los problemas para los soviéticos cuando les llegó
(entre otras cosas) la factura de la comida que debían dar a aquel
ingente número de reos. ¿Qué diantres se podía hacer con ellos? En
principio se pensó en deportar a un gran número de los mismos. Pero a Piotr Sopunenko, subalterno de Beria, se le ocurrió otra cosa: «descongestionar» los campos de concentración. Así lo afirma Frattini en su nueva obra, donde rescata un documento secreto
en el que Beria (siguiendo el consejo de su subordinado) aconsejó al
mismísimo Stalin ejecutar a los reos por formar parte de diferentes
«organizaciones rebeldes» y estar «llenos de odio hacia el sistema
soviético». MÁS INFORMACIÓN SOBRE KATYN EN «HISTORIAS SEGUNDA GUERRA MUNDIAL»
La
idea no disgustó al líder rojo, quien comenzó a movilizar a miles de
prisioneros hacia el lugar en el que se llevaría a cabo la «limpia» a
partir del 5 de marzo de 1940. Las cifras varían atendiendo a los historiadores, pero se cree que fueron trasladados entre 17.000 y 22.000 polacos (oficiales del ejército, reservistas, intelectuales y un largo etc.) hasta Katyn, una pequeña ciudad ubicada a 19 kilómetros de Smolensko (Bielorrusia).
Más concretamente, hasta un espeso bosque situado en las afueras de la
misma urbe, que apenas sumaba -en palabras de Frattini- una treintena de
viviendas y unos 150 habitantes.
Con horarios especiales para no
llamar demasiado la atención, se comenzó a desplazar a los prisioneros
para su ejecución. Allí esperaban 53 unidades a las órdenes de Vasily Blojin, el verdugo del camarada Stalin.
La brutalidad comunista
Entre abril y mayo se sucedieron las matanzas en el bosque de Katyn. Según explica Frattini, en ese tiempo se llegaron a asesinar a entre 250 y 300 personas al día (aunque el momento preferido era por la noche, por aquello de no montar un escándalo).
El método era siempre el mismo. En primer lugar, los soldados del Ejército Rojo
llevaban a cada preso a un pequeño búnker ubicado en el bosque. Este
estaba «forrado» en su interior de varios cientos de sacos terreros para
amortiguar el sonido de los disparos. Cuando accedían a la estancia,
los reos eran interrogados por un oficial del NKVD que les solicitaba datos como su nombre, su graduación, y un largo etc.
Por
si aquello no era lo suficientemente desconcertante para el reo,
después se le exigía que se desembarazara de sus objetos de valor. En
ese instante, la mayoría de polacos entendían que se había terminado su
estancia en este mundo. Finalmente, los soviéticos esposaban a la
víctima con las manos a la espalda y la llevaban hasta una sala contigua
ubicada dentro del búnker, la cual estaba pintada de rojo (quizá para
mitigar los efectos de la sangre).
Allí se sucedía la tragedia. «Después, un ejecutor del NKVD le disparaba en la nuca o detrás de la oreja.
Posteriormente, el cuerpo era retirado por una puerta trasera, para
evitar que el siguiente prisionero lo viera», añade Frattini.
Luego,
el cadáver era llevado a un camión. Vehículo que, al llenarse, se
dirigía hasta una fosa común cercana. De esta guisa, los comunistas
asesinaron uno tras otro a -según Frattini- más de 20.000 personas. «Vasily Blojin, el mismo que se vanagloriaba de haber ejecutado en persona a 7.000 prisioneros polacos en 28 días,
cubría su uniforme con un delantal de cuero negro, casco y guanteletes
para evitar que la sangre y los restos del cerebro de sus víctimas
pudieran mancharle», añade el periodista.
Katyn, la masacre oculta
La
masacre, tan útil para Stalin, quedó sepultada bajo los cientos de
kilos de tierra que se usaron para enterrar a los cadáveres. Y
permaneció silenciada hasta que, años después de la invasión de la URSS
por parte de la Alemania nazi, los soldados de Hitler descubrieron en Katyn los restos de aquella matanza. Fue en abril de 1943 cuando
un oficial de inteligencia germano de una unidad que se retiraba hacia
el oeste mencionó el hallazgo de una «gran fosa común en el bosque».
Tras un breve periodo de tiempo, las SS desenterraron los cadáveres de nada menos que 4.000 oficiales polacos. Todos ellos, con un agujero de bala tras su cráneo.
Los
nazis acusaron entonces a los soviéticos de perpetrar la matanza. Sin
embargo, Stalin lo negó todo y afirmó que los culpables habían sido los
hombres de Hitler. Para llegar a esta conclusión, afirmó que los
agujeros de bala de los cadáveres tenían el tamaño del calibre de la
munición alemana. Y lo cierto es que llevaba razón... La mayoría de los
disparos habían sido hechos con pistolas germanas Walther 25 ACP modelo 2.
¿Cómo era posible? Simplemente, porque los soviéticos habían repartido
estas armas entre sus verdugos para que, si se descubría aquella
barbaridad, la comunidad internacional culpara a sus enemigos. Una operación de falsa bandera en toda regla, según señala Frattini en su obra.
El
engaño resultó efectivo, aunque -según se descubrió posteriormente-
debido a la colaboración de los aliados (entonces partidarios de usar a
la URSS como aliado para enfrentarse al nazismo). Estos silenciaron el
suceso y evitaron que se investigara en profundidad. Así, hasta que en
1989 algunos historiadores soviéticos confirmaron que «Stalin ordenó la matanza de Katyn». Hace apenas dos décadas.
«Una investigación posterior llevada a cabo por la oficina de la Fiscalía General de la Unión Soviética (1990-1991) y de la Federación Rusa
(1991-2004) confirmó la responsabilidad soviética en las matanzas, pero
se negó a clasificar esta acción de “crimen de guerra”. La
investigación se cerró con el argumento de que los autores de la
atrocidad ya habían muerto y de que el gobierno ruso no podía clasificar
a los muertos como víctimas de la “Gran Purga”, añade Frattini.
Lo más tristemente irónico es que, al final de la Segunda Guerra Mundial,
muchos polacos fueron llamados a unirse al Ejército Rojo para combatir
contra el nazismo usando, como argumento principal, la venganza contra
esta masacre.
Del Maine a Pearl Harbour
Más
allá de Katyn, «Manipulando la Historia» no podría tener un título más
acertado. Y es que, tal y como explica Frattini a este diario, todas las
operaciones que se recogen en él sirvieron para modificar, en mayor o
menor medida, el devenir de un país. «Las operaciones de falsa bandera son
llevadas a cabo por un gobierno con el objetivo de que parezca que han
sido organizadas por otros. Ya sea por interés económico, político, o el
simple interés de llevar a una región a la guerra», afirma el autor.
Como ejemplo clásico, Frattini recurre a la Antigua Roma y a uno de sus emperador más desquiciados. «Nerón fue el primero en organizar una operación de falsa bandera. Acusó a los cristianos de provocar un gran incendio en la ciudad,
cuando realmente había sido él porque quería remodelarla. Aquel acto
marcó el comienzo de las persecuciones contra los cristianos», señala.
Con todo, su libro no se remonta tan atrás en el tiempo, sino que se
centra en la época moderna. Y comienza con la más simbólica de ellas, la
del acorazado «Maine».
«Se acusó a España de colocar una mina en el barco para hundirlo.
La historia fue difundida por los dos principales periódicos de la
época y significó el comienzo de la guerra entre Estados Unidos y
España, pero la realidad fue bien diferente», explica Frattini. La
verdad, según narra basándose en una ingente cantidad de documentos oficiales (como
suele hacer en todos sus libros) es que la explosión en la nave fue
producida por un fallo en la construcción. «Como no había presupuesto
suficiente, los tabiques que separaban las máquinas de vapor de la
santabárbara eran muy finos. Eso hizo que, tras un recalentamiento, todo
el navío estallase de dentro hacia afuera», añade.
Pero fue un
error bien aprovechado por el país de las barras y las estrellas en una
operación de falsa bandera. De hecho, «Manipulando la historia» cuenta
en sus páginas con multitud de misiones orquestadas por los Estados
Unidos. Otra de las más famosas fue Pearl Harbour.
Un ataque que, según desvela Frattini, conocían perfectamente los
Estados Unidos mucho antes de que se sucediera. «En el libro incluyo
documentos en los que el presidente Roosevelt ordena a los mandos militares que no tomen medidas de refuerzo en la base porque lo que conviene es que haya un gran número de bajas estadounidenses», señala.
El
presidente, según parece, tenía sus razones (políticamente hablando).
La principal era que la opinión pública estaba totalmente en contra de
que Estados Unidos participase en una guerra europea. Pero también
influyó que los sectores industriales le estuviesen reclamando una
contienda con la que enriquecerse. Así pues, la única solución que vio
fue no defenderse de una agresión que conocía para lograr conmocionar a los ciudadanos de su país. «Lo que hizo fue sacar del puerto a los portaaviones estadounidenses para que no sufrieran daños,
pero no hizo nada más. Y eso, a pesar de que recibió multitud de
documentos (que publico en el libro) en los que se le informaba de la
movilización japonesa», completa Frattini.Pero estas dos no
han sido las operaciones más actuales llevadas a cabo por Estados
Unidos. En su obra, Frattini también recoge misiones como el incidente de Tonkin, sucedido en los 60. El hecho que desencadenó la Guerra de Vietnam y la muerte, posteriormente, de decenas de miles de militares norteamericanos. «Durante aquella “operación de falsa bandera”, un destructor estadounidense se metió en aguas de Vietnam del Norte.
Cuando dos patrulleras le atacaron, su capitán informó de que el
incidente se había sucedido en aguas internacionales, por lo que era una
agresión en toda regla. En los informes que publico, se puede ver que
se habían metido realmente en aguas norvietnamitas», añade el autor.
También en la actualidad
Con
todo, las «operaciones de falsa bandera» no son exclusivas de Estados
Unidos. Dos ejemplos de ello son dos sucesos que, en los últimos años,
han causado un gran revuelo internacional. El primero de ellos se
sucedió en 2015. «Ese año, un británico de origen paquistaní llamado Junaid Hussain se enroló en el ISIS.
Era un chico de 20 años que se hizo jefe de los hackers de la
organización y, supuestamente, atacó los ordenadores del sistema de
defensa norteamericanos en multitud de ocasiones (según pudo rastrear el
país). Los americanos le detectaron y, en 2015, le mataron mediante un
dron», explica Frattini.
La historia podría haber acabado aquí,
pero los ataques informáticos se siguieron sucediendo. Algo imposible a
priori, pues Hussain ya estaba muerto. ¿Cuál era la causa? «Los ataques
provenían realmente del FSB, la división de hackers del servicio ruso»,
señala el autor. Así pues, los hombres de Putin habían organizado toda
aquella pantomima para atacar a su gran enemigo (Norteamérica) y que las
culpas fueran cargadas sobre otro. Algo habitual, en palabras de
Frattini, en las gélidas tierras de Putin. «En “Manipulando la
historia”, publico fotografías e informes que avalan todas estas
afirmaciones», destaca a este diario el autor.
En palabras de Frattini, la última operación de falsa bandera que se ha sucedido es el «falso golpe de estado» de Turquía
acaecido en 2016. «Fue un caso muy burdo. En el libro cuento cómo se
organizó el golpe de estado desde el propio gobierno en 2013. Ese año,
Erdogán empezó a gestar un autogolpe con ayuda del servicio de defensa
de la gendarmería turca y fue creando gigantescas listas de opositores a
los que encarcelar después», explica el autor. Según señala, en la obra
explica pormenorizadamente los pasos que iba a seguir el líder para crear un estado presidencialista, su verdadero objetivo.
«Terminé
el libro en enero de 2016, y entonces ya sabía lo que iba a hacer
Erdogán. En las páginas se puede ver que lo que yo decía ha ido
ocurriendo exactamente así. Hace unos días, de hecho, se ha confirmado
el cambio constitucional que hará que Erdogán sea el todopoderoso
presidente de la república. Se dijo que había sido un golpe de estado
perpetrado por militares, pero todos eran cercanos a él. Erdogán solo
buscaba que pareciese que estaba siendo atacado, pero realmente buscaba
tener una excusa para atesorar el poder sobre sí», destaca Frattini.
Según determina, esa información tan pormenorizada le valió a su
principal fuente el hallarse ahora entre rejas en el país.
¿Y en España?
Frattini
también responde a una pregunta obvia en nuestras fronteras... ¿España
ha llevado a cabo alguna operación de falsa bandera en los últimos años?
Sus palabras son sinceras y, a la vez, tajantes: «No. Para ello hay que tener peso específico a nivel internacional, influencia... En caso contrario, no funciona y no provoca el efecto que se busca».
Incluso dedica unas frases a uno de los hechos más controvertidos de nuestro país: «Algunos afirman que el 11M fue
una operación de este tipo para cambiar el gobierno, pero no. Decir que
un gobierno ha matado a 192 de sus ciudadanos es gravísimo, y hay que
estar muy convencido de ello y tener unas pruebas sumamente sólidas para
afirmarlo».
Según explica, sucede algo parecido que con los atentados del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York.
«Los más conspiranoicos dicen que fue una operación de falsa bandera de
Bush para poder ir a la guerra, pero eso es algo estúpido. Como
presidente no le hacía falta matar a 3.000 ciudadanos porque tenía total
potestad para dar la orden».