Holodomor: historia de una extraña y poco conocida palabra que dejó millones de muertos en apenas un año
Sucedió en pleno comunismo por orden de Stalin, ensañado en especial contra el pueblo ucraniano
Holodomor. El nombre sugiere, además de un enigma por descifrar, acaso
el de un dios pagano. Y su resonancia lo instala menos en el Bien que en
el Mal.
Pero estas palabras son apenas una fantasía…
Avancemos hacia la verdad.
En apenas un año –1932 a 1933–, la
bestial dictadura de Iósif Stalin ordenó el Holomodor contra el
campesinado que sobrevivía bajo el comunismo como República Socialista
Soviética de Ucrania.
Aquí llegamos al verdadero y trágico significado de la palabra: Holodomor o Golodomor quiere decir, aterradoramente: "Matar de hambre".
Exactamente lo que hizo "el padrecito Stalin" contra un número que oscila entre los dos y los cuatro millones de almas. De muertos. De otras tantas o más familias aniquiladas. Y con un dato demoníaco: la mayoría de esos cadáveres arrojados a enormes fosas comunes… eran de niños.
El punto de partida –la condena– fue el proceso de colectivización del
campo: el despojamiento de las tierras que aún conservaban algunos
dueños desde los tiempos del zarismo.
Cínico, Stalin atribuyó la letal hambruna a una serie de malas cosechas.
Falso. La producción ucraniana de granos llegó en 1933 a un récord de 22 millones de toneladas: más que en 1931, mucho más que en 1932…
Falso. La producción ucraniana de granos llegó en 1933 a un récord de 22 millones de toneladas: más que en 1931, mucho más que en 1932…
Testimonio de Maria Martyniuk, sobreviviente:
"El
gobierno dijo que había que entregárselo todo, y comenzaron a humillar a
mi padre, que dijo: 'Tengo hijos, tengo una familia'. Pero ellos
dijeron que todos iríamos a la granja colectiva, el koljoz, y que allí
estaríamos mejor. Le dijeron a mi padre que bajara las campanas de la
iglesia, pero él se negó:
–Yo no las subí, y no voy a bajarlas…
–Yo no las subí, y no voy a bajarlas…
Lo
golpearon y lo encerraron en una celda. No lo vimos durante dos
semanas. Y apenas volvió a casa… ¡murió! Las máquinas que cosechaban el
trigo y el centeno dejaban los tallos. Mi madre recogió algunos para
cocinar algo, pero una brigada se los quitó, y la golpeó. Ella se acostó
en su cama, y nunca más se levantó. Así fue como murió".
¿Sólo los ucranianos fueron víctimas del Holodomor, o la hambruna fue colectiva?
Según varios historiadores, "fue un acto de exterminio intencional de
Stalin contra la nacionalidad ucraniana por oscuras razones nunca
aclaradas. Es cierto, sí, que la apropiación de las tierras y las
cosechas por parte del Estado soviético propició otras hambrunas, pero ninguna tan cruel y criminal como la lanzada contra Ucrania".
La colectivización –el despojo, en verdad– fue decidida por el Comité Central del Partido Comunista en diciembre de 1929: una
guerra declarada, abierta y total contra los campesinos… ¡el 82 por
ciento de la población del bloque de naciones sometidas por el régimen!
Por cierto, esa política de tabla rasa desató protestas, disturbios y
revueltas en todo el territorio: más de tres millones dispuestos a
impedir el despojo. Pero el Ejército Rojo se encargó de extinguir esos
fuegos, arrestó a miles de intelectuales ucranianos bajo falsos cargos
de conspirar contra el Estado, los condenó a las prisiones siberianas, y
muchos fueron fusilados…
Testimonio de Luba Kachmarska, sobreviviente:
"Cuando
empezaron a expropiar nuestras tierras cubrieron nuestras papas con un
polvo blanco. Las más grandes, que mi madre había reservado para
nosotros, y también las más pequeñas, que eran para nuestros cerdos. Los
hombres empujaron las papas con rastrillos para que se mezclaran con
ese polvo blanco, que era veneno. Destrozaron todo y se llevaron las
semillas que mi madre había salvado para el próximo año. No sé por qué
mi madre hizo esto: antes de que nos robaran cuanto teníamos, cavó un
gran agujero cerca de nuestra bodega, y en el otoño escondió allí
dieciocho bolsas de papas. Después derribó un árbol para cubrir el
agujero. Nadie lo encontró, a pesar de que tantearon el suelo por todas
partes tanteándolo con varillas de acero. Sin esas papas, ni la familia
de mi madre ni nosotros hubiéramos sobrevivido".
Pero Stalin consideraba insuficientes esos crímenes: esas condenas a
morir de hambre. Tanto, que el 11 de agosto de 1932 le escribe una carta
a Lázar Kaganóvich (1893–1991), un monstruo llamado "el Lobo del Kremlin", experto en matanzas masivas:
"Ucrania es hoy en día la principal cuestión, estando el Partido, y el
propio Estado y sus órganos de la policía política de la república,
infestados por agentes nacionalistas y por espías polacos, corriendo el
riesgo de perder Ucrania. Una Ucrania que por el contrario es necesario
transformar en una fortaleza bolchevique".
Títere siniestro, Kagánovich, organizador de toda forma de represión,
tormento y muerte masivas, está considerado el cerebro de más de 40
millones de muertos hasta la agonía y muerte del comunismo.
Pero, last but not least,
la masacre por hambre, el Holodomor –unos 25 mil muertos por día– , fue
objeto de discusión durante décadas por una nimiedad, una grotesca
estupidez universal.
Si bien la condena fue unánime (o casi), quince países admitieron que la hambruna 1932–1933 fue sin lugar a dudas un genocidio contra el pueblo ucraniano.
Pero apenas cinco le negaron su carácter de genocidio, reduciendo el
Holodomor a sólo "un acto criminal del régimen estalinista"
Esos países son Estados Unidos, la República Checa, Eslovaquia, Chile y la Argentina.
Una extraña manera de calificar un crimen contra la humanidad. De limitar el Mal a los límites de un punto en el mapa.