Atrapados por la
democracia
En muchos de mis escritos me he
encargado de señalar que la democracia no es más que una forma de gobierno, que
no puede ni debe ser considerada como un estilo de vida y que endiosarla es un
error muy grave.
También he señalado que cuando esa
forma de gobierno se aparta del bien común o, como lo sostiene la Iglesia Católica,
no respeta a Dios y no tiene una base moral Cristiana,
degenera en formas encubiertas de totalitarismo o autoritarismo de estado.
En la Argentina moderna,
ocurre además que, la democracia ha sido tomada como el pretexto excluyente
ante los “demonios” que significaron los militares y los golpes de
estado. Esa propaganda tendenciosa y dialéctica de “Democracia o Dictadura” instalada en
tiempos de Alfonsín, ha calado muy hondo en la sociedad
argentina y gran parte de ella justifica entonces hasta la aberración más
grande y el abuso más flagrante si viene de la mano de la democracia.
Y ocurre entonces que corrientes
políticas contrarias al sistema republicano, valiéndose de él acceden al poder
para instaurar una revolución socialista de sesgo totalmente autoritario. Eso
es lo que hoy ocurre en la
Argentina en donde los ciudadanos estamos atrapados en un
sistema y totalmente indefensos.
Para mal o para bien ése era el
contexto que se vivía por entonces en esa Argentina que alternaba en el poder a
civiles y militares. Hoy ya no están los militares y no hay límites ante los
excesos de gobiernos democráticos que degeneran en autoritarios. ¿Qué gobierno
desde 1983 a
la fecha no ha intentado coartar de alguna manera a los otros poderes del
estado? ¿Qué gobierno no buscó jueces de la Corte Suprema
adictos? ¿Qué gobierno no utilizó procederes corruptos
para comprar voluntades de diputados o
senadores para aprobar tal o cual ley?... Sin dudas no hay ninguno libre de
culpa, pero tampoco hay dudas que, de todos, los gobiernos de los Kirchner superan ampliamente al resto en cuanto a
autoritarismo se refiere.
Insisto, no hay límites que detengan
a una democracia desnaturalizada que para avanzar en sus fines de perpetuarse
en el poder, se vale de los mismos mecanismos de defensa que ella misma genera
para preservarse. Y así se llega a que un vicepresidente de la Nación esté procesado por
delitos de corrupción y siga en funciones y presida el senado ante la vergüenza
ajena de todo un país, así se llega a que tengamos un juez de la Corte Suprema que
vive en concubinato con otro hombre y alquile departamentos que son utilizados
por la prostitución, así se llega a que Hebe de Bonafini
y un parricida, presidiendo una organización gubernamental destinada a los
planes de vivienda más importantes del país, cometan un desfalco descomunal y
que, precisamente por la protección que le da el sistema del que estamos
hablando, la justicia no haga nada.
Pero lo más grave de todo y que
marca claramente el grado de autoritarismo de quienes hoy están en el poder es
lo que sucede con la arbitrariedad y prevaricato que se ha cometido y se sigue
cometiendo con los militares juzgados y condenados por su participación en la
guerra contra la subversión –con la complicidad de todos los jueces de la Nación que aceptan tal
situación–, mientras que los subversivos terroristas que colocaron bombas
y asesinaron a mansalva a compatriotas, están libres de culpa y cargo, nadie
los cuestiona y muchos de ellos ocupando cargos de relevancia en el gobierno. A no dudar que los tribunales que han
sentenciado a cientos de militares presos en forma ilegal e inconstitucional,
deben ser calificados como tribunales revolucionarios.
De ahí que digo: “La guerra contra la subversión no ha terminado en la Argentina, estamos en la
fase de la guerra en la cual la subversión alcanzó el poder utilizando el
sistema democrático, y encarceló a quienes los combatieron durante la lucha
armada”. Y es por eso que los militares no deben ser considerados
presos políticos sino prisioneros de guerra.
Como quienes están en el poder
tienen la mayoría en ambas cámaras y han comprado a los jueces, ocurre que los
ciudadanos comunes terminamos atrapados de una democracia que no persigue los
fines de su Deber Ser sino los que surgen de la conveniencia de quienes están
en el gobierno para perpetuarse en él sin importar para nada el Bien Común.
Y a cuántos compatriotas hoy
escuchamos decir: “no podemos hacer nada, hay que
esperar el cambio de gobierno y que estos se vayan”…
La revolución socialista y
anticristiana está logrando que muchos argentinos se hayan acostumbrado a vivir
en contra de lo que establece la cultura Cristiano Católica que hemos heredado
de nuestros padres y que hace a la
esencia de nuestro estilo de vida.
En efecto, eso es lo que ocurre, y
quienes nos oponemos a tan macabro proyecto, nos preguntamos ¿qué armas tienen
los ciudadanos para expresar su disidencia y lograr se modifique tal o cual
política que tanto los perjudica?. Seguramente que
quienes creen en este sistema, dirán que el juicio político, las marchas
multitudinarias y la libertad de prensa constituyen armas eficaces para llamar
la atención del gobierno y modificar un rumbo.
Pero claro, para que tal cosa ocurra
tendríamos que estar en presencia de una democracia sana a la que le interesa
la opinión de la oposición y la participación ciudadana. Y como a la democracia
de los Kirchner eso no les importa, ocurre que no hay
posibilidad de juicio político, ya que ellos dominan la comisión que los
aprueba o rechaza, y las movilizaciones son ignoradas (ocurrió con el campo,
los cacerolazos, la justicia, el caso Nisman, etc.).
El gobierno ensoberbecido en el poder que les da su mayoría, desconoce
olímpicamente las protestas –como si no hubiesen existido- y sigue sin
inconvenientes su proceso revolucionario. Y respecto a la libertad de prensa
sólo digamos que quien se atreve a opinar en contra del gobierno, es
considerado un desestabilizador o simplemente un golpista.
Por consiguiente, los ciudadanos
Argentinos estamos atrapados en el sistema, presos de la democracia y no
podemos hacer nada para revertir el proceso antinatural que busca la revolución
socialista. “Sólo esperar a que termine
el mandato constitucional y ahí apostar por el voto al cambio de
gobernantes”, dicen los defensores a ultranza del sistema.
Pero no debemos olvidar que, el
poder autoritario que como dijimos se vale de la democracia y maneja todo a su
antojo, puede cometer fraude y volver a ganar, o también podría ocurrir que por
los mismos artilugios espurios que el sistema ofrece, ceda el poder a un
supuesto ganador que, condicionado por el poder real continúe con los objetivos
de la revolución socialista y entonces nada cambie... Como suele decirse: “es de manual” que la revolución no esté dispuesta
a entregar el poder.
Por eso es que digo: “Atrapados por la democracia”.
¡Por Dios y por la Patria!
Hugo Reinaldo Abete