Cuando el rey hizo callar a Cristina
Al enterarse, Cristina quedó en estado de shock.
¿La indagatoria a Boudou?
¿El derrumbe de la industria automotriz? ¿Las espantosas cifras de
la UCA sobre el crecimiento de la pobreza en el conurbano? Nada de eso.
La abdicación de Juan Carlos I.
No es que el rey le cayera en gracia -más bien, todo lo contrario-,
pero cualquier cosa que signifique dejar el poder antes de tiempo la
pone pésimo. Pegó un grito que se oyó en toda la residencia de Olivos.
Enseguida hizo llamar a
Timerman
para que le explicara qué había pasado, pero era muy temprano y el
canciller, entre sueños, al oír el teléfono pensó que lo buscaban de una
radio y empezó a vociferar: "¡No me llamen más, no puedo hablar, no me
dejan, tengo la palabra prohibida!"
Una vez repuesta del impacto,
la Presidenta tomó dos decisiones, desvinculadas entre sí, salvo por un
hecho: las dos arrancaron horrible. La primera fue apurar la designación
de
Ricardo Forster como secretario del Pensamiento Nacional. La segunda, pedir que la comunicaran con Juan Carlos.
Cuando
Ricardo supo del nombramiento pensó que era un chiste. A diferencia de
Néstor, Cristina nunca tuvo un gran respeto intelectual por Carta
Abierta. En la intimidad ha llegado a comparar a Horacio González y
compañía con
Aníbal Fernández
y Barone, lo cual es descender a las estructuras más rudimentarias del
pensamiento. ¿Por qué, entonces, lo de Forster? Hay varias teorías: que
quiere desarmar Carta Abierta, cuyo último texto, hay que decirlo, no
fue fruto de un duro debate entre sus miembros, como se dijo, sino de
una pelea con el sentido común y con el español bien escrito; que fue
una idea de Maduro: cuando se siente encerrado por la crisis suele
apelar a ese ingenio tan caribeño; que es un premio a la valentía de
Ricardo por haber hecho una reinterpretación kirchnerista de Descartes:
"Pienso el relato, luego existo".
Capitanich me dijo que en
realidad fue un golpe de efecto para sacar de las tapas de los diarios
temas incómodos. Gran idea: francamente cuesta hablar de otras cosas
cuando uno se topa con la noticia de que un señor va a tener una tarjeta
que dirá: "Secretario del Pensamiento".
El problema fue que, como
dije, Forster pensó que era una broma. Pero la cosa era en serio. Le
explicaron que no iba a tener mucho trabajo (ni siquiera, pensar), hizo
cuentas y ahí se le fueron todas las dudas. Me ha prometido que cuando
tenga impresas las tarjetas, la primera será para mí.
El rey al
principio no quería saber nada de hablar con Cristina. Después, él
también hizo cuentas: el pago que la señora acaba de acordar con
Repsol por
YPF
es mucho mayor al que nunca hubieran esperado. Además, España está en
el Club de París, así que por ahí también va a cobrar. Luego de tenerla
en ascuas durante dos días, la atendió.
-¡Cristina, majísima, qué gusto escucharte!
-Lo
mismo digo, Juan Carlos. Llamo para felicitarlo: qué entereza la suya
haber dado un paso al costado. ¡Y con bastón! ¿Cómo lo decidió?
-Mira,
estamos en crisis económica, he sido sacudido por escándalos de
personas muy cercanas a mí y no paraba de caer en las encuestas. ¿Quién
puede sobrevivir a todo eso?
-¡Yo! Perdón, quiero decir que yo, yo
no me hubiese entregado sin hacer nada. Con todo respeto, ¿no pensó en
contraatacar? No sé, digo, denunciar alguna conspiración destituyente o
algo así.
-¿Tu sugieres que el rey debía mentirle a su pueblo?
-No, por Dios. Jamás. Pero en España debe haber algún franquista al que se le pueda echar la culpa, ¿no?
-No pretendía encontrar culpables, sino una solución. Y creo que esa solución es Felipe. Confío mucho en él.
-¡Qué
lindo eso! Claro que sí, Felipe VI. Yo también sueño con Máximo I, con
Cristina III, que vengo a ser yo en un tercer mandato, jajaja. Eso es lo
que me gusta de las monarquías: todo queda en familia.
-A mí me gustaron mucho las primeras palabras de Felipe: "Dedicaré todas mis fuerzas a servir a una nación unida y diversa".
-Es un buen lema. Máximo tiene el suyo: "
La Cámpora , unida en su diversidad, dedica todas sus fuerzas a servirse de la nación". Es bromista por naturaleza.
-Yo
también suelo ser bromista, pero bueno, tú sabes, nada ha sido fácil
últimamente. El juicio de mi hija y mi yerno me ha puesto muy mal.
-Ni
me lo diga: los jueces siempre buscan el pelo en la sopa. Es lo que
pasa con mi vice, un muchacho un poco tarambana, pero nada grave. Si se
hubiese quedado con dinero que no le correspondía, OK. Pero él, guiado
por
Néstor , sólo quería quedarse con la fábrica de hacer dinero. Están matando el espíritu emprendedor en la Argentina.
-Cristina, disculpa, tengo que cortar esta comunicación. Me está llamando
Obama . ¿Algún mensaje para él?
-Uno
solo. Que si tiene problemas, no dude en llamarme. O en llamar a
Forster, mi flamante secretario de Pensamiento. O le mando a Timerman,
para que después haga todo lo contrario de lo que él le aconseje.
También podría...
-Perdón, maja, te lo digo con mucho cariño: ¿¡por qué no te callas!?.