En una ocasión, el Emperador Carlos V resumió con sátira el conflicto: «Chile le cuesta al Imperio la flor de mis guzmanes»
Los indígenas de la región de Chile fueron un terible rival
Una tierra hostil
Unos años antes, Diego de Almagro –considerado el descubridor de Chile– dio fe del hostil paisaje chileno y la ferocidad de sus pobladores. Su paso por los Andes y su regreso a través del desierto de Atacama se convirtió en una pesadilla de la que Valdivia debió haber tomado nota. No en vano, Pedro de Valdivia quería constatarlo en persona e inició la conquista de la región. Consiguió sólo once soldados para su hueste, más una mujer, Inés Suárez, y unos mil indios auxiliares. A lo largo del camino se le unirían más expedicionarios, como Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre que junto a sus hombres incrementaron las huestes de Valdivia.Aunque la mayor parte de Chile fue conquistada sin mucho esfuerzo, los mapuches («gente de la tierra» en idioma mapudungun) –que tenían experiencia previa en el enfrentamiento contra ejércitos extranjeros, sobre todo con los incas– comenzaron una salvaje guerra de guerrillas. Para ello, aprovecharon la escarpada geografía llena de bosques y montañas.
Valdivia es aniquilado en Tucapel
Pedro de Valdivia obtuvo importantes victorias en Andalién y en Penco. Avances que permitieron a Valdivia fundar Concepción, La Imperial,Valdivia, Villarrica y Los Confines. Pero la naturaleza irreducible de los mapuches estaba próxima a revelarse. Un joven mapuche llamado Lautaro, utilizando los conocimientos del ejército español, que había obtenido al haber sido «paje» de Valdivia, condujo una rebelión contra los españoles. Con sorprendentes tácticas para la época, neutralizó a la caballería española en la batalla de Tucapel (1553), donde capturó y dio muerte a Valdivia y a todos sus hombres. Según distintas leyendas, los mapuches extrajeron el corazón de Valdivia y se lo comieron tras la batalla.Las guerrillas indígenas se encargaron de matener la resistencia
Para Carlos V, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y el Virreinato del Perú, la Guerra de Arauco fue un quebradero de cabeza por su irresuelta situación constante en el tiempo y su alto coste de vidas. En una ocasión, el Emperador Carlos V resumió con sátira el asunto: «Chile le cuesta al Imperio la flor de mis guzmanes».