De no creer
¡Mentirosos, el Gobierno no miente!
Por Carlos M. Reymundo Roberts | LA NACION
Qué horror. Días atrás me invitaron a escuchar una
conferencia que llevaba por título "La mentira en la era kirchnerista".
No conocía al disertante, pero me interesó el tema. Imaginé una
disertación sobre los esfuerzos que hemos hecho en estos años para
desenmascarar a los poderes concentrados, las corporaciones, la prensa
hegemónica. Qué equivocado estaba. Era todo lo contrario. Se los voy a
contar para que no caigan ustedes en la misma trampa. Porque esa
experiencia fue, créanme, como asomarme al infierno. Sólo rescato que le
presenté pelea al diablo. Y me fue muy bien.
La tesis del orador
-un mequetrefe al que no identificaré para no darle aire desde la página
2 del diario- es que la falsedad es esencial a nuestro modelo. Que no
se concibe el kirchnerismo sin el engaño, sin la tergiversación de
hechos y datos, sin reinventar la historia. "No se entiende al gobierno K
si no se lo considera a la luz de esta premisa: la verdad siempre es
molesta", empezó el tipejo. Me revolví en la silla, pero pronto caí en
la cuenta de que la gente disfrutaba y asentía. Yo era el único fruto
sano de ese árbol que apestaba.
Siguió. "El relato es eso: crear
un mundo irreal. Y el relato es tan constitutivo del corazón del
sistema, que el Gobierno invierte cientos de millones en sostenerlo. La
cadena de la fantasía está integrada por diarios, revistas, canales de
televisión, agencias de noticias, radios, periodistas sueltos,
intelectuales, empresarios, economistas, ONG, artistas?" La lista era
interminable. De pronto temí que alguien me reconociera y me acusara de
ser parte de ese esquema, y agaché la cabeza. Soy un trabajador, y no
puedo negar que La Cámpora me baja línea y que yo, que sueño con un lindo piso en Puerto Madero vecino a los de mis jefes, pocas veces me resisto.
Lo
peor es que el orador se quería hacer el gracioso. Dijo: "Tengo unos
chistes buenísimos y quiero compartirlos con ustedes. Ahí va el primero:
¡En los últimos 10 años no hubo inflación!". ¿Pueden creer que la gente
se lo festejó? "El segundo chiste: no hay crisis energética, sino
aumento de la demanda gracias a la explosión del consumo de
electrodomésticos". Otra vez las risotadas, y yo retorciéndome de
bronca. "El tercero, que es el mejor de todos: aumentaron 300% el agua y
400% el gas, y Kicillof
nos dijo que no era un tarifazo, sino ¡una reducción de subsidios
diferencial!" El salón literalmente estalló a carcajada limpia. En mi
vida había asistido a una exhibición de comicidad tan procaz, más allá
de que, es cierto, a mí el humor nunca se me dio fácil.
Después le dedicó un párrafo a De Vido
. "Un periodista le preguntó si el tarifazo era inflacionario. De
Vido tenía dos posibilidades: ser sincero y decir que sí, o hacerse el
tonto y decir que no. Pero él redobló la apuesta y contestó:
«¿Inflacionario? No, todo lo contrario». ¡Todo lo contrario! Es genial.
Un tarifazo salvaje que logra bajar los precios. En la próxima
conferencia éste va a ser mi cuarto chiste."
Ahí empecé a pensar
en pararme y enfrentarlo. Había perdido el miedo y no soportaba más esa
sarta de barbaridades. Fíjense lo que llegó a decir: "Presentar al espía
Milani como paladín de los derechos humanos y como aliado de Hebe de Bonafini,
pese a ser acusado de represor por las Madres de Plaza de Mayo de La
Rioja, fue una trama urdida por el Gabinete de la Mentira, un equipo
multidisciplinario que funciona en la Casa Rosada. Es un grupo muy
selecto que sólo integran personas que hayan logrado superar el detector
de verdades, un aparato ultrasofisticado al que no se le escapa nadie
que diga algo aunque sea mínimamente cierto. Lo prestó Chiche Gelblung".
"A
ese gabinete -continuó, y la gente lo escuchaba como a un profeta- le
han encargado estos años trabajos muy complicados: el caso Boudou , la tragedia de Once, la estatización de YPF
, el dólar, Fútbol para Todos, la inseguridad, el narcotráfico y
muchos temas más. Cuando salta algo que no les conviene, en un abrir y
cerrar de ojos brinda todo tipo de argumentos para justificar lo que
parecía injustificable. Dicen que la creación de ese grupo fue idea de
Aníbal Fernández, alguien no contaminado por el virus de la verdad. Y
que Cristina lo apoyó."
No aguanté más. "¡Basta, basta, basta!",
grité mientras me paraba e iba directamente al escenario. La gente no
podía creerlo. Me hice del micrófono. "Vengo a desmentir lo de las
mentiras", dije, en frase que me pareció muy feliz. Aproveché el
desconcierto y largué un discurso encendido de unos diez minutos. De a
poco me fui calmando y les pedí que prestaran más atención a lo que la
señora hacía y no a lo que decía. "Fíjense que ya casi arreglamos con el
Fondo, sinceramos la inflación, bajamos los salarios, devaluamos. ¿No
es lo que la ortodoxia nos pedía? Voy a serles sincero: queríamos ir por
todo y ahora no nos va quedando otra cosa que abrazarnos a Scioli
, al que detestamos. Sean compasivos. Estamos en retirada. La señora
sólo piensa en volver al Sur y disfrutar de su nieto. Gracias a todos
por escucharme y mil disculpas por la forma en que me presenté ante
ustedes."
Bajé del escenario y caminé hacia la salida. Primero me aplaudieron algunos y, enseguida, el resto. Los saludé desde la puerta.
Qué inocentes: se acababan de creer la última mentira.