La carta primero era cierta, después falsa y a continuación
verdadera. Esa secuencia siguió la misiva del Papa a la presidenta de
Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, para felicitar al país por el
25 de mayo, fiesta nacional.
La confusión reinó en el Ejecutivo, los medios de comunicación y la
población, durante 24 horas, en una situación cercana al escándalo que
provocó desmentidas contradictorias de la Iglesia, incredulidad y
comentarios burlones en la prensa y las redes sociales contra el
Gobierno.
Todo empezó el miércoles. La Casa Rosada recibió, por el conducto habitual, unas letras –todas en mayúsculas– del Papa Francisco donde se dirigía a la presidenta de Argentina como Cristina. En el texto, además de saludar y felicitar a “todos los argentinos” insta a que el país “encuentre caminos de convivencia pacífica, de diálogo constructivo y mutua colaboración. Y crezca así por doquier la solidaridad, la concordia y la justicia”.
El mensaje se interpretó en diferentes medios como un gesto del Pontífice a la presidenta pero también como una llamada de atención similar a la hecha por la Iglesia argentina hace unas semanas , cuando demandó soluciones a la espiral de violencia que vive el país. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, comenzaron los rumores de que la carta era “trucha” (falsa). El sacerdote argentino Guillermo Karcher, al frente de Protocolo del Vaticano, dijo “la carta es falsa”, estaba hecha con “mala leche” y era “un collage falso” y añadió que había solicitado una “rectificación” al Gobierno. A partir de ahí se advirtió que la carta estaba fechada el 15 de mayo y no el 20 como la del año anterior, que cuando hablaba de los "argentinos" le faltaba la última ese y además no llevaba el sello ni la firma del Papa etcétera.
El secretario de la Presidencia Oscar Parrilli, no salía de su asombro. Insistió que la carta había llegado desde la Nunciatura y reconocía, “no sabemos qué es lo que ocurrió, ni por qué el Vaticano dijo que esta carta era falsa. La verdad que lo desconocemos”. En ese impasse pasaron las horas hasta el viernes por la mañana que el Vaticano confirmó que la carta, “un telegrama”, era auténtica.
“Nunca fue falsa… Hubo una confusión que no viene de esta casa, de esta Nunciatura”, confió ayer el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig. Ante la pregunta clave: ¿Qué pasó?, respondió desconcertado, “Yo, no puedo explicar el malentendido”. De momento, ni él, ni nadie ha podido.
Todo empezó el miércoles. La Casa Rosada recibió, por el conducto habitual, unas letras –todas en mayúsculas– del Papa Francisco donde se dirigía a la presidenta de Argentina como Cristina. En el texto, además de saludar y felicitar a “todos los argentinos” insta a que el país “encuentre caminos de convivencia pacífica, de diálogo constructivo y mutua colaboración. Y crezca así por doquier la solidaridad, la concordia y la justicia”.
El mensaje se interpretó en diferentes medios como un gesto del Pontífice a la presidenta pero también como una llamada de atención similar a la hecha por la Iglesia argentina hace unas semanas , cuando demandó soluciones a la espiral de violencia que vive el país. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, comenzaron los rumores de que la carta era “trucha” (falsa). El sacerdote argentino Guillermo Karcher, al frente de Protocolo del Vaticano, dijo “la carta es falsa”, estaba hecha con “mala leche” y era “un collage falso” y añadió que había solicitado una “rectificación” al Gobierno. A partir de ahí se advirtió que la carta estaba fechada el 15 de mayo y no el 20 como la del año anterior, que cuando hablaba de los "argentinos" le faltaba la última ese y además no llevaba el sello ni la firma del Papa etcétera.
El secretario de la Presidencia Oscar Parrilli, no salía de su asombro. Insistió que la carta había llegado desde la Nunciatura y reconocía, “no sabemos qué es lo que ocurrió, ni por qué el Vaticano dijo que esta carta era falsa. La verdad que lo desconocemos”. En ese impasse pasaron las horas hasta el viernes por la mañana que el Vaticano confirmó que la carta, “un telegrama”, era auténtica.
“Nunca fue falsa… Hubo una confusión que no viene de esta casa, de esta Nunciatura”, confió ayer el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig. Ante la pregunta clave: ¿Qué pasó?, respondió desconcertado, “Yo, no puedo explicar el malentendido”. De momento, ni él, ni nadie ha podido.