Domingo de Pascua
de Resurrección de 2014
Señor Director
“El pescado se pudre
por la cabeza”
El refrán que da título a este
escrito, viene muy bien a cuento para ejemplificar lo que hoy está sucediendo
en la Argentina
y para entender un poco más el por qué de comportamientos sociales que se
apartan de todo tipo de norma.
Aclaremos que en tal comparación,
estamos definiendo como cabeza a la clase política que conduce los destinos de
nuestro país, más concretamente, a los poderes ejecutivo y legislativo, a los
cuales, lamentablemente, debemos sumarle también y, hasta diría en mayor
medida, el poder judicial. Y el cuerpo de ese pescado denominado Argentina,
sería el cuerpo social, el pueblo, nosotros…
En efecto, en lo personal tengo el
pleno convencimiento que la tremenda podredumbre que hoy vive la Argentina, es
responsabilidad casi absoluta de los hombres y mujeres a cargo de los poderes
del estado que acabamos de mencionar quienes siembran la corrupción, el odio,
la división social, la contracultura, la injusticia y la inmoralidad. Y todo
ello, avalado por jueces de la misma calaña que con sus fallos completan la
pata de la complicidad necesaria para que todo esto se pueda ejecutar.
Si bien debemos reconocer que el
tema de la complicidad entre políticos y jueces no es
una originalidad del kirchnerismo, sino que es propio
de todos los gobiernos democráticos que se sucedieron desde 1983 a la fecha, nunca como
ahora se había visto en tal grado de impunidad. Y para quien esto escribe, el
caso de mayor corrupción de la
Argentina, ocurrió cuando los jueces de la Nación aceptaron sin
chistar, la comisión de un prevaricato general para meter presos a los
militares que participaron de la guerra contra la subversión y aceptaron ilegal
e ilegítimamente no aplicar el mismo criterio para juzgar a los terroristas
participantes de la guerra revolucionaria en la década del ’70.
Creo firmemente que es ahí cuando la
cabeza de la Argentina
se terminó de pudrir y contagió al resto del cuerpo social. En efecto, a partir
de ese punto de inflexión judicial, los jueces perdieron la autoridad moral
para dictar justicia y todo se convirtió en una carrera descontrolada hacia el
estado de anomia que hoy vivimos y que nos coloca al borde de un estado
fallido.
En otros tiempos en nuestro país
solía decirse que las FFAA eran la última reserva moral del país. Y con ese
argumento, políticos de la oposición convencían a los militares para la
ejecución de los golpes de estado que ya son parte de la historia. Sin ponernos
a analizar si realmente las FFAA eran depositarias de tal concepto, eso era lo
que ocurría por entonces. Destruidas y totalmente desprestigiadas las FFAA, la
pregunta que se hacen quienes buscan ansiosamente la respuesta sobre ¿dónde
está ahora la reserva moral del País?, surge casi con unanimidad que esa
reserva moral debería estar en los jueces.
Siguiendo con este razonamiento, uno
supone que en la Suprema
Corte de Justicia está lo mejor de la justicia, los jueces
más probos, los más virtuosos, los más prestigiosos, los más preparados…
Pero cuando el argentino medio ve que en esa Corte hay un juez que vive en
pareja con otro hombre y que ambos alquilan una serie de departamentos que
ofician de prostíbulos y no pasa nada con él. Y lo que es peor, que sus pares
tampoco hagan nada ante semejante agravio institucional, lógico resulta que esa
parte de la sociedad que quiere vivir éticamente, llegue a la conclusión de que
todo está perdido, mientras que aquellos que siempre apuestan a la corrupción,
la delincuencia y la violencia, encuentren en esta situación el caldo de
cultivo propicio para su propia justificación. “Si
los de arriba afanan a lo loco y no pasa nada, porqué no lo voy a hacer
yo”… “Si total a Boudou lo va a
terminar absolviendo Oyarbide, igual que a los Schoklender que se robaron todo”…
Ya lo decía Santo Tomás de Aquino
cuando hizo célebre el refrán “la corrupción de lo
óptimo da lo peor”. Y esto quiere decir que cuando se corrompe
un virtuoso o alguien con altas responsabilidades de valor moral, es mucho más
grave que la corrupción propia de cualquier delincuente. Y eso es lo que hoy
pasa en la Argentina.
Nos invade la corrupción porque la misma está instalada en
toda la clase política, (la gobernante y de la oposición) y también en los
jueces. Un juez que se precia de ser justo y que ve a su lado jueces corruptos
y prevaricadores y no hace nada, también está atrapado por la corrupción.
A modo de ironía suelo decir que, al
no estar ya los militares para dar un golpe de estado, deberían ser los jueces
los que asumieran esa condición de alguna forma, pues de no ser así, tanta
corrupción, tanta delincuencia y tanta injusticia nos llevarán inexorablemnte a la anarquía. Los linchamientos populares
son una clara expresión de que estamos en ese camino.
¡Por Dios y por la Patria!
Hugo
Reinaldo Abete
Ex Mayor E.A.