DOS SANTOS PARA QUE LA IGLESIA VUELVA A
SUS RAÍCES
Dos hombres "valientes", que
"dieron testimonio de la bondad de Dios y de la misericordia", que
"contribuyeron al desarrollo de los pueblos y de la paz" y que
"restauraron y actualizaron la Iglesia según su fisonomía originaria".
Así definió ayer Francisco a los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, que
proclamó santos en una ceremonia nunca antes vista en la historia de la Iglesia,
POR
ELISABETTA PIQUÉ - LA NACION
ROMA.- Dos hombres "valientes",
que "dieron testimonio de la bondad de Dios y de la misericordia",
que "contribuyeron al desarrollo de los pueblos y de la paz" y que
"restauraron y actualizaron la
Iglesia según su fisonomía originaria".
Así definió ayer Francisco a los papas
Juan XXIII (1958-1963) y Juan Pablo II (1978-2005), que proclamó santos en una
ceremonia nunca antes vista en la historia de la Iglesia, concelebrada por
Benedicto XVI, papa emérito, en una capital invadida por cerca de un millón de
personas, la mayoría polacos. Fue una jornada memorable y emotiva, llamada
"la de los cuatro papas".
Joseph Ratzinger,
de 87 años, fue ovacionado cuando apareció en la plaza, frágil y vestido de
blanco, igual que los 150 cardenales que concelebraron la misa, junto con 700
obispos. Señal del respeto que le tiene, antes de empezar, Francisco se acercó
y saludó a su predecesor con un abrazo que hizo estallar a la plaza en
aplausos.
"Tuvieron el valor de mirar las
heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas. No se avergonzaron de la carne
de Cristo, no se escandalizaron de él, no se avergonzaron de la carne del
hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús."
Francisco pronunció en italiano un sermón
vibrante poco después de haber elevado al honor de los altares a sus dos
predecesores leyendo una fórmula en latín.
Las imágenes de Juan XXIII, el "papa
bueno", que muchos creyeron que sería de transición, pero que sorprendió
al mundo al convocar el Concilio Vaticano II, y de Juan Pablo II, el "atleta
de Dios", que llevó el Evangelio a 129 países en 104 viajes, dominaban la Plaza San Pedro desde
dos grandes tapices colgados en el frente de la basílica vaticana.
"Fueron dos hombres valientes,
llenos de la audacia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la
bondad de Dios, de su misericordia", destacó Jorge Bergoglio,
que con la inédita canonización de dos papas muy cercanos en el tiempo, aunque
distintos, envió un mensaje de unidad a la Iglesia y al mundo.
La ceremonia solemne -a la que asistieron
más de 100 delegaciones de todo el mundo, entre ellas la de la Argentina, encabezada
por el presidente de la Cámara
de Diputados, Julián Domínguez- empezó a las 10 (hora local). Pero para la
gente todo comenzó muchísimo antes. Más allá de participar de una "noche
blanca" de oración en diversas iglesias del centro de Roma, cientos de
miles de fieles de todo el mundo pasaron la noche en vela, acampando en la zona
adyacente a San Pedro, que no dio abasto.
De las 800.000 personas que invadieron la
"ciudad eterna", blindada como nunca para la ocasión, 500.000
colmaron el área del Vaticano. Pero 300.000 no lograron acceder y vieron la
canonización en una de las 17 pantallas montadas en plazas de la ciudad. Las
vallas para ingresar a la plaza se abrieron a las 5.30 de la mañana. Entonces,
coloridos ríos humanos, en medio de empujones, silbidos y escenas parecidas a
un partido de rugby, comenzaron a avanzar.
En su sermón, Francisco subrayó que los
dos nuevos santos "fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX".
"Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron", destacó. "En
ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la misericordia de Dios", dijo,
al subrayar también que en ellos había "una esperanza viva" y una
"alegría inefable y radiante".
"Juan XXIII y Juan Pablo II
colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisonomía
originaria, la fisonomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos
que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia", indicó
Francisco, que destacó que al convocar el Concilio Vaticano II, Juan XXIII
"demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo". "Éste fue
su gran servicio a la Iglesia:
fue el papa de la docilidad al Espíritu", sostuvo.
Acto seguido, definió a Juan Pablo II
como "el papa de la familia". "Él mismo, una vez, dijo que así
le habría gustado ser recordado, como el papa de la familia. Me gusta
subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con
las familias, un camino que él, desde el cielo, ciertamente acompaña y
sostiene", dijo Francisco, al aludir al sínodo sobre temas de familia que
tendrá lugar en octubre próximo y en 2015.
"Que estos dos nuevos santos
pastores del pueblo de Dios intercedan por la Iglesia para que, durante
estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio
pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas
de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre
espera, siempre perdona, porque siempre ama", exhortó.
Terminada la misa, antes de rezar la
oración del Regina Coeli
-que reemplaza el Angelus después de la Pascua-, Francisco
agradeció a los presentes. Después de saludar, sonriente, durante 40 minutos en
los que no hubo reglas de protocolo sino hasta "selfies",
a los representantes de más de 100 países, Francisco le puso el broche de oro
al "día de los cuatro papas" con un recorrido en papamóvil que se
convirtió en el más largo y multitudinario de los últimos tiempos, entre una
multitud que lo aclamó. El jeep blanco del Papa, de hecho, cruzó el límite del
Vaticano y recorrió la Via della Conciliazione hasta Castel Sant'Angelo, nunca antes visto y otra demostración de que
fue una jornada que quedará en la historia.