Violencia organizada, peligrosa y permitida
A media mañana de ayer, grupos organizados de orilleros ingresaron en
un supermercado de Bariloche e iniciaron un meticuloso saqueo en
distintas casas de comercio. Curiosamente, sólo el Canal TN de
televisión difundió la noticia hasta que, pasado el medio día, se
sumaron otros medios electrónicos. Para esa hora ya se sabía lo que era
un secreto bien guardado: las autoridades no ignoraban que esto iba a
suceder y alertaron a los propietarios de los comercios barilochenses
para que adoptaran medidas de prevención. En coincidencia con estos
sucesos, aquí, en pleno centro capitalino, la avenida 9 de Julio fue
cortada por el grupo Quebracho -financiado por el gobierno- que comenzó a
cometer desmanes que convirtieron a Buenos Aires en un verdadero caos,
con el tránsito paralizado y las corridas habituales. Algunos
observadores recordaron entonces que apenas unos días atrás, elementos
que se identificaron como simpatizantes boquenses realizaron una
verdadera gimnasia revolucionaria que llamó poco la atención dado el
acostumbramiento del público, que soporta la política permisiva del
gobierno en la materia. También recordaron que un depósito de la
Gendarmería Nacional ubicado en la bonaerense y cercana ciudad de
Mercedes había sido incendiado con la pérdida millonaria de decenas de
motocicletas nuevas y especiales. El caso tomó forma de rumor que
insinuó la responsabilidad del hecho en la crisis salarial que soporta
esa Fuerza en los niveles subalternos, pero de lo que nada se dijo fue
que el automóvil personal del mercedino dirigente de La Cámpora, De
Pedro, fue abollado, que sufrió un principio de incendio, que los
vidrios de las ventanas de su casa fueron rotos a pedradas y que también
existió un principio de incendio. Todo se ocultó pero hay cosas que en
nuestro país tarde o temprano salen a la luz, a veces agrandadas por la
reserva con que se las quiso ocultar.
Mientras los comentarios corrían de boca en boca, otro detalle llamó
la atención de los conocedores de estos asuntos ya clásicos del
kirchnerismo: en determinados y selectos lugares de la ciudad se
advirtió la presencia de numerosos y noveles policías -varones y
mujeres- que caminaban ida y vuelta a lo largo de pocas cuadras, detalle
que fue comentado por algunos periodistas que recibieron como
explicación -formulada indirectamente- que se trataba de alumnos
provenientes de la Escuela de la Policía Federal que fueron puestos en
la calle por orden de Nilda Garré para familiarizarse con su trabajo.
Todo demasiado curioso pero, como en la Argentina de hoy puede suceder
cualquier cosa, no se alteró la rutina cotidiana que registró los
clásicos malestares y protestas de los sufridos habitantes.
Sin embargo, con el correr de las horas nació la alarma cuando se
confirmaron los saqueos que ocurrían en la ciudad de Rosario, el corte
de la Ruta Nacional 9, la ocupación de piquetes en la próxima ciudad de
Gobernador Gálvez y de un hecho singular: en Comodoro Rivadavia y
delante del gobernador Buzzi, manifestantes que habían concurrido a una
concentración oficial se insultaron mutuamente y se fueron a las manos.
Golpes de puño, uno que otro garrotazo y el esfuerzo de la policía por
separar a los contrincantes pusieron una nota dramática en el suceso. En
el momento de escribir este informe, las explicaciones eran confusas y
por cierto, contradictorias. De todos modos se sumaron a las versiones
que crecieron durante la noche y entre ellas, la interpretación de que
el anuncio de la expropiación del tradicional predio palermitano de la
Sociedad Rural Argentina fue un inútil esfuerzo distractivo, aunque
permitía definir el sesgo ideológico de quienes ejercen el poder
político. Entre tanto, las novedades se precipitaron sin confirmarse a
informaban del saqueo a un frigorífico, el asalto a un local en el
Chaco, problemas en la ciudad de Moreno -un clásico de graves desórdenes
en el pasado- potenciales sucesos en Córdoba y el retorno de los
comentarios a Bariloche, origen de las inquietudes confirmadas. Allí, la
policía de Río Negro había resuelto no impedir la acción de los
depredadores por no estar en condiciones numéricas para hacerlo. Más
aún, no querían intervenir para evitar consecuencias personales, sobre
todo cuando las instrucciones eran de no reprimir sino “contener” a
quienes robaban los más variados objetos electrónicos, lo que aportaba
el dato de que no era por hambre que se cometían los violentos delitos.
De todos modos, la renuencia policial había determinado que unos
cuatrocientos gendarmes fueran aprestados para viajar bajo el mando de
SuperBerni por orden expresa de Cristina. Como si esto fuera poco,
pasada la media noche se aseguraba que en la Ruta Nacional 9 los cortes
se hacían para facilitar el asalto y robo a los automovilistas que
quedaban atrapados en medio del conflicto. Naturalmente, sin sorpresas y
como algo esperado, el fantasma de una incipiente anarquía hizo su
aparición.
El resumen que ponemos en manos de nuestros lectores sería
insuficiente si no recordáramos que este tema fue abordado varias veces a
lo largo de muchos meses atrás y que además, en varias oportunidades
recordamos que desde el año 2000, después de un Congreso organizado por
el Foro de San Pablo en la ciudad ecuatoriana de Mantas con la presencia
de numerosos argentinos, se había dispuesto una nueva forma de lucha
por parte de la izquierda: la Guerra Social sustentada en protestas
populares y toda clase de reclamos, muchas veces montados sobre
problemas provocados artificialmente. De contenido gramsciano, se la
pergeñó como un sucedáneo a la acción armada que provocó la derrota del
terrorismo setentista, tal como sucedió en otros países de la región
agredidos antes y después de esos años. Pocos creyeron en esta variable,
hasta que los hechos confirmaron la nueva estrategia. Entre nosotros
surgieron distintas organizaciones que últimamente crecieron
exponencialmente. Por ejemplo, Barrios de Pie, piqueteros de distinta
denominación, la estructura que responde a Alicia Kirchner, las viejas
conocidas como Madres de la Plaza de Mayo, Unidos y Organizados, La
Cámpora, como otras, más cercana a los negocios, el Vatayón Militante,
organizado con peligrosos delincuentes condenados a prisión, el conjunto
Tupac Amaru, que aspira colocar en la gobernación de Jujuy a Milagro
Sala aunque también opera en La Matanza, y otros que se definen
claramente con sus actos y declaraciones, como el mensaje de Twitter que
ayer por la tarde Luis D’Elía le envió a Cristina Fernández con motivo
del decreto expropiatorio de la Sociedad Rural Argentina, felicitándola
por haberle quitado un bien a la puta oligarquía. Ignoramos la respuesta presidencial.
Carlos Manuel Acuña