Cristina está prisionera de sus propios errores
Mientras todos se preguntan los motivos reales por los que el gobierno no atiende el proceso administrativo de las licencias del personal del Congreso y mantiene prestas las instalaciones del Poder Legislativo Nacional -es decir, las Cámaras de Diputados y de Senadores- un cúmulo de acontecimientos que incluyen factores políticos de índole internacional se combinan con los ataques de Cristina W. Fernández de Kirchner contra el Poder Judicial. Al respecto, los analistas aprecian que esos temas guardan entre sí una relación natural que contribuye a que sea más apasionante e inquieto el análisis de los cambiantes escenarios. Por un lado, ya es público que el estado de salud de Hugo Chávez Frías se agravó durante la última semana y que el presidente venezolano debió quedarse en La Habana, adonde había viajado para tratarse su terrible enfermedad. En medio de vómitos de sangre y grandes dolores de espalda, el fundador del Socialismo del Siglo XXI fue tratado por médicos rusos traídos expresamente de Moscú. El tema no parece casual, como tampoco lo es la urgente visita del presidente del Ecuador para mantener conversaciones políticas con quienes financiaron los ataques terroristas del comunismo en nuestro continente y territorio, donde fueron vencidos en el campo militar. Correa aseguró que su viaje a Cuba obedeció a la íntima necesidad de acompañar a su amigo venezolano, el mismo que recibió elogios y agradecimientos por parte de Cristina durante su último y controvertido discurso público. Previamente, la Primera Magistrada recibió a este viajero empedernido en la Casa Rosada, donde Correa se fotografió con el clásico saludo del brazo levantado y el puño cerrado, en clara manifestación ideológica mostrada a los cuatro vientos en la explanada de la sede del Poder Ejecutivo de nuestra ex República, en tanto su ocurrencia era celebrada con una carcajada de su anfitriona.
Podrá argumentarse que esta breve descripción que contribuye a unir de alguna manera los hechos mencionados más arriba constituye una exageración, por hay gestos que contienen un gran simbolismo y en este caso es innecesario mencionar que en la Argentina se quiere imponer un viejo paradigma, ya derrotado y maltrecho en el resto del mundo. A la inversa, estos contactos girados alrededor de la enfermedad terminal de un militar que ambicionó expandir su ideología al resto del continente tienen entre nosotros una vigencia que denunciamos reiteradamente junto con otra realidad: el kirchnerismo, devenido ahora en cristinismo, no abandonaría jamás el poder logrado por medios legítimos. La permanencia sería ilegal pero disfrazada de democracia y voluntad popular, algo muy parecido a lo que sucedía durante la Guerra Fría y dentro de nuestras fronteras durante los años setenta, cuando con las armas o a través de la sutileza de organizaciones y escritos -la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), por ejemplo- se intentaba ingresar en las mentes de la niñez y de los jóvenes mediante artilugios de distinta naturaleza. Entre ellos, la folletería que llegaba desde Cuba o de la ex URSS con fallas de traducción que ponían más aún en su evidencia su origen. Si nos detenemos por unos instantes en este tema superado por el fracaso soviético, podremos recordar cómo se calificaba de exageraciones los análisis y difusión de las noticias alarmantes de esos años, hasta que la locura de asesinatos, robos y atentados, demostraron la certeza de lo que querían el ERP y los Montoneros. Ahora la historia se repite, la propaganda ideológica llega de la mano de los jóvenes rentados de La Cámpora que levantan su bandera en escuelas y lugares públicos para sopesar las reacciones que puedan producirse, en tanto se organizan las maniobras para incidir primero y apoderarse después de los medios de comunicación. Esa batalla -y el vocablo de contenido militar utilizado por el oficialismo no es gratuito- es la que ahora se libra en un frente desatado por el gobierno. Sus términos se encuentran ahora en la etapa del quiebre final para imponerse sobre el Poder Judicial más abiertamente de lo que sucedió desde que Raúl Ricardo Alfonsín asumió la Presidencia de la República, lo que ubica al problema en una dimensión que no puede simularse. ¿Qué otra cosa fue el impulso dado a las llamada “madres de la Plaza de Mayo”, luego ampliadas a las “abuelas” y finalmente a los “hijos”…? ¿Acaso las currículas educativas no han sido modificadas para alterar nuestras esencias culturales…? El resultado todavía es escaso, pese a que Chávez fundó un proyecto marxista enlazado en el gramscismo, las armas y la droga, para expandirlo en busca de resultados ideológicos, políticos y económicos. La sucesión ante su cercana muerte apunta a Correa, quien posiblemente asuma el liderazgo latínoamericano que fracasó en Honduras y Paraguay, se atemperó en el Uruguay, dio una vuelta de campana en el Brasil y encandiló a Cristina W. Fernández en la Argentina. El resultado de este conjunto está a la vista, afirmación que incluye el plano secundario que reservan para la viuda en el mundillo de la izquierda declamatoria, por su incapacidad y resentimiento descontrolado que la autodestruye. En Asunción es mala palabra, los colombianos no la toleran, Dilma Rousseff se ríe de sus ocurrencias, con Bolivia las relaciones se han enfriado, en el Perú, nuestro aliado natural, se la desconoce y para colmo carece de un Canciller que tenga un mínimo de prestigio, al menos para sostener la decadencia con la apariencia de dignidad. Si la Fragata Libertad vuelve a nosotros, no será por obra de este personaje minúsculo sino gracias a los cambios institucionales ocurridos en Ghana. El kirchnerismo fracasó en todos los órdenes y también en su aspiración de convertirse en el centro de la izquierda de habla hispana, apoyado en la importancia que, pese a todo, aún posee nuestra Patria agredida.
Mientras aquí los políticos eluden enfrentar el tema con la esperanza de mantener las cosas como están para no perder los privilegios que les ofrece un sistema que por eso no se quiere perfeccionar, el desmoronamiento se hizo integral y abarcativo de todos los componentes del Estado. Hasta tal punto llega la descomposición, que le han desdibujado su perfil de Nación y el país, indefenso, se debate en medio de un presupuesto que privilegia el clientelismo partidario, a los punteros sin bandera ni lealtad y a los votantes de circunstancia que se desea conquistar; las Fuerzas de Seguridad que deberían defender al régimen también lo cuestionan, el mismo narcotráfico con el que se integró el chavismo cruza nuestras fronteras convertidas en un verdadero colador delictivo y ahora la Presidente quiere cooptar uno de los Poderes que caracterizan nuestra organización política. Enredada en su compleja personalidad, Cristina hizo una cuestión personal de un enfrentamiento empresario pues el trasfondo del conflicto gira alrededor de una utopía reeleccionista que requiere un periodismo adicto o sometido. Todo es posible cuando el voluntarismo controla a la imaginación.
Como si fuera un argumento cinematográfico, todos los factores se agrupan este fin de año con un cierto tufillo de tragedia; el ridículo se impone en los actos que se suceden en el tablado de la política disminuida, Cristina -y sólo ella, dominante y empecinada- maquina nuevos pasos para desbaratar los últimos vestigios de institucionalidad. El empeño se colocará ahora en la construcción de una utopía forzada como toda utopía, para intentar el juicio político a la Corte, es decir, la última carta de lo que ya se ha convertido en un sainete. ¿La acompañará el Partido que utiliza para sus actos? ¿La acompañarán los gobernadores? ¿Cuáles son las reflexiones de los senadores y diputados? ¿Será verdad que tienen un precio pese a la magnitud de lo que está en riesgo…? La enfermedad de la que siempre hablamos también comprende la perversidad y el desequilibrio. El 19, el sector obrero convocó a una concentración con la que culminarán las protestas y reclamos populares de este año y, por consiguiente, sólo queda esperar no la estrategia sino el capricho de quien manda en nuestra ex República.
Carlos Manuel Acuña