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MAYO DEL 68, MARCUSSE Y LA
ESCUELA DE
FRANKFURT
MAYO DEL 68, MARCUSSE Y LA ESCUELA DE
FRANKFURT
MAYO DEL 68, MARCUSSE Y LA ESCUELA DE
FRANKFURT
MAYO DEL 68, MARCUSSE Y LA
ESCUELA DE FRANKFURT
Hace algo más de 44
años, el 22 de marzo de 1968, comenzaban con la ocupación de la
Universidad Nanterre en París los “acontecimientos del 68”, que darían
lugar a manifestaciones estudiantiles con enfrentamientos contra la
policía.
Si bien no era la
primera vez, ya que un año antes también estudiantes habían enfrentado con
parapetos a las fuerzas policíacas, lo importante en esta ocasión es que
se desarrolló conjuntamente con la mayor huelga de la historia de Francia,
lo que hizo excepcional este movimiento de estudiantes y
trabajadores.
La ideología en
conjunto fue compleja, con ingredientes anarquistas (como el culto de la
libertad ilimitada, en particular, de la libertad sexual o para el consumo
drogas) pero también con ingredientes estalinistas (Cuba o Albania eran
considerados como países para el ejemplo).
Y los “héroes” del
movimiento eran figuras tales como Ho Chi Minh, el inefable “Che” Guevara
o Ángela Davis (todos miembros de un partido que puede calificarse como
“cuasiestalinista”, teniendo la última la doble ventaja de ser negra y
mujer), sin que esto conllevara a que el partido comunista tuviera la
dirección del movimiento, pues más bien estuvo en su contra. Es que el
partido comunista apoyaba al régimen del general De Gaulle, en su manera
indirecta y retorcida. Mas como afirma Don Cook, tras una semana de
observar y oír en la radio la lucha de los estudiantes contra la Seguridad
Republicana (policía), el movimiento obrero francés ya no aceptó la
actitud de brazos caídos que proponía la dirección del partido comunista.
Ante crecientes presiones para que dieran apoyo a los estudiantes, la
federación de sindicatos dominada por los comunistas –la CGT (Confederación General de
Trabajadores)–, finalmente
cambió de rumbo y llamó a una “manifestación de solidaridad” y a un día
general de huelga general el lunes 13 de mayo, que también era aniversario
del principio de los acontecimientos que habían llevado al poder al
general De Gaulle en 1958, siendo la nueva frase de orden: “Diez años
bastan”.
Este movimiento no
tenía un carácter de “clase proletario”. No es una casualidad,
considerando que según uno de sus teóricos, Herbert Marcuse, la clase
obrera había sido integrada y que las fuerzas de la revolución contra el
capitalismo debían encontrarse entre otros sectores, como los negros
víctimas de la discriminación, los campesinos del tercer mundo o los
intelectuales rebeldes. No debe olvidarse que Marcuse era representante
del freudo-marxismo alemán de la década del treinta, cuya condición de
marxista y judío lo obligó, ante la llegada del nazismo, a refugiarse en
Europa y luego definitivamente en Estados Unidos, a partir de 1934. Bien
se ha dicho que una vez que estallaron los hechos de mayo, sobre las
barricadas y sobre los muros de la Sorbona, señorearon como dueñas de la
Revolución las tres M: Marx, Mao, Marcuse. Marcuse se elevó por encima de
los dos gigantes del marxismo. Muchas de las consignas utilizadas en el
68, como la rebelión sexual, el tema de no pactar con la sociedad
industrial avanzada ni con la represión, la imaginación al poder, etc.,
constituían planteamientos que Marcuse había hecho y que retomó en todas
sus obras. Se debía rechazar todo lo que oliera a aquélla sociedad, pues
sólo su rechazo total y radical es una defensa eficaz, al mismo tiempo que
se constituye en la condición primera para edificar luego, sobre las
ruinas del sistema existente, la nueva sociedad. Sus libros comenzaron a
tener, y tienen, abundante demanda y éxito.
Además, en la
Francia de mayo del 68, las referencias a la guerra de Vietnam fueron
rápidamente eclipsadas por toda una serie de lemas de inspiración
situacionista, anarquista e incluso surrealista: "prohibido prohibir",
“seamos realistas, exijamos lo imposible", “amaos los unos sobre los
otros”, etc.
Bien ha advertido
Andrea Riccardi que, en Occidente, los años sesenta fueron tiempos de una
transformación cultural en la que ejercieron gran influencia una mezcla de
freudismo y de marxismo, y que los sucesos de 1968 constituyeron una
revolución antropológica y cultural, con la afirmación de la centralidad
del sujeto y de su libertad absoluta, sostenido todo ello por el bienestar
consumista de Occidente, que oscurecía el sentido del límite y hacía que
casi todo apareciera como posible. Fundamentalmente se afirmaba un
lanzamiento vital hacia la realización de lo nuevo y de nuevas formas de
vida, con un espíritu de marcado distanciamiento del pasado, de la
tradición, de las instituciones. Los años sesenta desencadenaron una
rebelión anti institucional y anti tradicional en todos los sectores de la
vida social, siendo tiempos de una crítica difundida, de deseos de
cambiar, de utopías, de libertad sexual, de inicio de la crisis de la
familia, de ruptura de costumbres tradicionales.
Bueno es recordar
todo esto frente a la actualidad de Marcusse y de la Escuela de Frankfurt,
recordando que aquél –identificándose a sí mismo como
marxista, socialista y hegeliano– fue miembro políticamente explícito de
tal Escuela, especialmente dedicado a aplicar políticas de “emancipación”,
como las feministas y las juveniles.
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