De la ascensión de Jesús, en la que también los musulmanes creen |
Sorprendente ¿verdad? Pero cierto a carta cabal, y si no, juzgue el lector:
“Jesús, voy a llamarte a Mí, voy a elevarte a Mí, voy a librarte de los que no creen” (C. 3, 55).
Estas palabras las pronuncia nada menos que Allah y van
dirigidas a Jesús, el cual, en lugar de morir colgado en la cruz, fue
elevado a Dios sin pasar por el penoso trance de la muerte.
Ahora bien, por más que haya sido elevado al cielo y
esté vivo mientras se escribe el Corán y aún después, Jesús no es
inmortal. Dios informa de este extremo a Mahoma:
“No hemos hecho eterno a ningún mortal antes de ti. Muriendo tú ¿otros iban a ser inmortales?” (C. 21, 34).
Se lo había dicho también a Jesús:
“No está bien que un mortal a quien
Dios da la Escritura, el juicio y el profetismo, vaya diciendo a la
gente: «¡Sed siervos míos y no de Dios!»” (C. 3, 79).
Y si está vivo, pero ha de morir, ¿qué pasa entonces
con Jesús? Pues bien, muy probablemente, Jesús es el Mahdi, en otras
palabras, el mesías esperado para volver al mundo y anunciar su fin.
Esto dice el Corán:
“Será su venida, un medio de conocer la Hora [la del fin del mundo]” (C. 43, 61).
Frase donde todo parece indicar que Dios se refiere a Jesús.
Y no vendrá de cualquier manera, sino que, informa el Corán “el día de la resurrección servirá Jesús de testigo contra ellos” (C. 4, 159), es decir contra los que no crean en Él.
La preferencia de Dios por los que creen en Jesús frente a los que no creen, es bien evidente:
“¡Jesús! Voy a poner, hasta el día de la resurrección, a los que te siguen por encima de los que no creen”.
Este es, pues, amigo lector, el sorprendente final que
el destino depara a Jesús según el Corán. No está de más conocerlo, para
así disponer de más elementos de juicio cuando hayamos de juzgar sobre
eventos como el ocurrido en el castigado país del cedro (cedro libanés
del que por cierto estaba hecho el Templo de Jerusalén) que es el
Líbano.
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La Caridad sin Verdad sería ciega, La Verdad sin Caridad sería como , “un címbalo que tintinea.” San Pablo 1 Cor.13.1