El obsecuente que llegó a canciller
Por Jorge Lanata
19/10/12
Tuvo un padre célebre, tiene una mujer millonaria y recibe órdenes de una Presidenta dominante .
“Es
un obsecuente natural”, lo definen en privado sus amigos. Como escribió
Capote citando a Santa Teresa, “se derraman más lágrimas por plegarias
atendidas que por las no atendidas”. Está donde siempre quiso estar: es
Canciller. Pero el hijo de Jacobo Timerman, el esposo de Anabel
Sielecki, el “venga, Héctor, sáqueme una foto” de Cristina
Kirchner, siente que su mundo tambalea: la Fragata Libertad ya lleva 18
días anclada en el puerto de Tema, en Ghana. Y ya hay 882.000 dólares de
gastos, un frustrado intento de fuga de la tripulación y una larga
serie de renuncias que no parece terminar.
Aunque se decidió culpar a la Armada y cortar el hilo por lo más delgado, el torbellino aún sopla entre los ministros de Defensa y Exterior
. La nota 59/2012 firmada por el embajador Eduardo Zuaín, secretario de
Relaciones Exteriores, advierte que durante el viaje no se podía
garantizar que la Fragata no “pudiera ser objeto de posibles reclamos,
medidas precautorias o de ejecución”, señalando que los mayores riesgos
se podían correr en puertos europeos (España y Portugal). Y párrafo aparte pronuncia las “famous last words”: “En cuanto al resto de los países del itinerario no se tiene conocimiento de que existan reclamos judiciales contra la Argentina ”.
El
2012 no fue un gran año para el canciller: tuvo que mudar el casamiento
de su hija en José Ignacio, empeoró sus relaciones con la comunidad
judía por el diálogo con Irán y Africa le quitó el sueño. Primero una gira de vergüenza ajena en Angola que quedó en la nada y ahora Ghana.
“Ni
bien sepamos lugar y fecha les avisamos para que puedan hacer los
planes de viaje y acompañarnos!”, decía el mail que envió Jordana
Timerman anunciando su boda con Martín Levinton, prevista para marzo de
2013.
Pero ya no será en La Huella , el restó de Martín
Pittaluga en José Ignacio: la idea fue embestida por el cepo cambiario.
Nadie podía imaginarse a los invitados llenando el formulario de la AFIP
y retirando diez dólares por día para participar de los
festejos. Para el canciller fue, en algún punto, una liberación. Semanas
atrás había confesado a un amigo su peor temor en el verano 2013: que lo silbaran en La Huella .
Jordana
es melliza junto a Amanda y trabaja desde 2010 como asesora en la
subsecretaría de Reforma Institucional y Fortalecimiento de la
Democracia. Entró a la administración pública autorizada por Aníbal
Fernández, ya que es norteamericana y no cumple el requisito de nacionalidad
(argentino nativo, por opción o naturalizado) para desempeñar un
empleo público. Amanda es empleada de Lacoste. Anabel Sielecki, su
madre, desciende de la familia que fundó los Laboratorios Phoenix,
primeros importadores de penicilina y de la vacuna contra la
poliomielitis.
Anabel es accionista de la Petroquímica Cuyo, de la
constructora AREC, de South Water (distribuidora de agua en varias
provincias) y de los laboratorio Parke Davis, Elea y Dexter y tiene su debilidad por la producción de vinos
: posee la mitad de Baealieu, una bodega que fabrica el vino Mendel
(Manuel, en idish, en recuerdo de su padre). Está claro que los
problemas de Timerman Junior no son de dinero .
“¿Sabés cómo se hace en Argentina una pequeña fortuna? Se empieza por una gran fortuna”, dice el humor judío sobre los hijos que dilapidan la fortuna de los padres .
Dicen
que Junior es un buen relator de chistes judíos, y hay uno que lo tiene
como protagonista: sucede en La Comercial, el mítico bar de Gotlieb en
pleno Once, Corrientes entre Uriburu y Junín, reducto de los debates de
la “cole”. En la Comercial había una mesa para cada grupo. Estaban los
comunistas, los que vendían diamantes, los sionistas, los que prestaban
guita, todos. Un día entra Héctor y le pide a Gotlieb que le cambie un cheque
. Gotlieb lo toma del brazo, amablemente, y lo acompaña a la puerta.
Ahí le señala el Banco Mercantil, que estaba enfrente, y le dice: “Yo
hice un arreglo con Werthein. El no vende arenques y yo no cambio
cheques”.
La relación de Timerman con los Sielecki fue tortuosa: boicotearon todo lo posible su casamiento y en los últimos años los ha distanciado la política: mientras Héctor se pone las medias de Clarín Miente, su suegra toma el té con Ernestina Herrera de Noble .
Pero el hombre que me contestó en Angola que la del eterno presidente Santos no le parecía una dictadura está habituado a convivir con las contradicciones
: dirigió de marzo a agosto de 1976 el diario La Tarde, una de las
espadas periodísticas de la dictadura que hoy recuerda con cierta
vergüenza. “Mi incidencia era escasa”, le dijo a Perfil en 2007, aunque fue el director del periódico . “Siempre me cuestiono esos meses de mi vida. No iba casi nunca a la redacción”.
Timerman sufriría, según Kundera, la insoportable levedad del canciller: siempre está pero nunca del todo
. Aterrizó en la diplomacia haciendo gala de sus contactos con el lobby
judío en Nueva York, que nunca resultaron tantos y hoy le dan la
espalda por su acercamiento a Irán, fue denunciado por Ocaña y Garrido por retrasar el exhorto suizo por Moyano y tuvo que defender la valija de Antonini Wilson comparándolo con el Gordo Valor.
Ahora
hace equilibrio rezando para que quien se hunda con la Fragata sea
Puricelli. Después de todo, el conflicto fue el Africa. ¿Y desde cuándo
Cancillería tiene que ver con lo que pasa en el exterior ?
Investigación: JL/María Eugenia Duffard/Amelia Cole