Lepanto
Hispanidad, viernes, 05 de octubre de 2012
Mi amigo
Ángel Travesí me envía este sentido relato sobre la
Batalla de Lepanto, acaecido un siete de octubre. Como él
explica, desde aquel entonces, el 7 de octubre es la Fiesta de Nuestra
Señora del Rosario.
Advocación muy de actualidad. Tanto que es una de
las imágenes con la que Nuestra Señora se presentará, por ejemplo, en Fátima.
Además, Eucaristía y Santo Rosario constituyen las dos armas
con las que una y otra vez insiste la Emperatriz del Universo para el hombre de
hoy.
Luego hay otro rasgo de actualidad de Lepanto.
Políticamente, supuso pararle los pies en el mar al poder turco, que pretendía,
sencillamente, destruir Occidente. Eran tiempos en los que la alianza de
civilizaciones consistía en obligar a los cristianos a convertirse al
Islam o a comportarse como musulmanes, y matar a los islámicos que apostataban.
Anda, como ahora.
Pero lo más significativo es que aquella gloria
de España que una vez más ponía a sus mejores hombres en primera línea de
batalla -entre ellos, a un tal Miguel de Cervantes- es ignorado
hoy, antes que por nadie, por los españoles del siglo XXI. Al parecer, solo un
inglés, Chesterton entendió la importancia la victoria española
y escribió una de las mejores poesías épicas que se hayan escrito
jamás.
Pero todo esto es un brindis al sol. Lo mejor es
que lean a don Ángel:
Lepanto: Auxilio de los
cristianos
El próximo domingo, 7 de octubre, es la
festividad de Nuestra Señora del Rosario y se cumplen 441 años de la victoria de
la cristiandad en la batalla de Lepanto.
Ese día, una armada
de 208 galeras y naves de apoyo, organizada por el Santo Padre Pio V
–posteriormente San Pío V– y formada por España, Venecia y los Estados
Pontificios, que se llamó La Santa Alianza, se enfrentó a la armada turca,
superior en medios y hombres, considerada como la armada y el ejército más
poderoso del mundo.
Como digo, la Santa
Alianza estaba constituida por una poderosa armada constituida por naves de
España, Venecia y los Estados Pontificios, escritos los nombres de las naciones
en función del número de naves aportadas, de mayor a menor. Hay que tener en
cuenta que España era, además de la Península Ibérica, Sicilia, Nápoles y demás
posesiones en Europa. Además, contaba con una fuerza de infantería embarcada,
constituida por 7.000 hombres de los Tercios Españoles con base en Nápoles,
Sicilia y Cerdeña -la mejor infantería del mundo, en aquellos tiempos-, 7.000
hombres de los tercios italianos y 8.000 hombres de los tercios alemanes, ambos
al servicio de España. La aportación de infantería de la República de Venecia y
de los Estados Pontificios, era de poca entidad y de baja calidad en el caso de
la República de Venecia. La artillería embarcada en la flota de la Santa Alianza
era, por el contrario, de superior calidad a la de la armada turca, además de
más numerosa.
La armada de
Alí-Pachá, en la práctica, era dueña de todo el Mediterráneo oriental. Acababa
de arrebatarle a la República de Venecia la ciudad de Famagusta, último enclave
que le quedaba en la isla de Chipre. Mientras que las costas del Mediterráneo
Occidental eran constantemente acosadas por los piratas berberiscos del norte de
África, aliados y subordinados del Imperio Turco.
La armada turca era
más numerosa de la cristiana, victoriosa en los mares y embarcaba una infantería
que no había dejado de combatir, casi siempre victoriosa, además de contar con
un cuerpo temible, los Jenízaros.
El Jefe de la Armada
Turca era Alí-Pachá, mientras que el Generalísimo de la Santa Alianza era D.
Juan de Austria, que contaba con 24 años de edad, pero ya había cosechado
victorias militares expulsando a la morisma de las Alpujarras, había demostrado
ser un buen general y un combatiente arrojado y valiente.
El
choque de ambas fuerzas, en el golfo de Lepanto, fue terrorífico. El mar se tiñó
de sangre y las pérdidas humanas fueron muy elevadas, sobre todo en el lado
turco. La armada turca, en la
práctica, dejó de existir al igual que la infantería turca, jenízaros incluidos.
Los tercios españoles reforzaron su fama de una ferocidad y acometividad sin
igual. Se puede concluir que fue una batalla terrestre, dentro de una batalla
naval.
La victoria de la
cristiandad en Lepanto supuso un golpe moral al Islam, formidable, que no fue
seguido de nuevas conquistas. Las causas fundamentales fueron la muerte del
Papa, meses después, y las fuertes desavenencias entre España y la República de
Venecia.
Pero hubo un hecho muy importante que no debe quedar
en el olvido. Ese mismo día, 7 de octubre, el Santo Padre se encontraba
despachando con su tesorero, el cardenal Busotti cuando, de repente, quedó
quieto, como si estuviera escuchando, hizo un gesto al cardenal para que se
callara, se acercó a una ventana que daba a oriente, la abrió y se asomó a ella.
En esta postura se mantuvo por unos momentos, pero el cardenal quedó
impresionado al ver que al Santo Padre se le transfiguraba el semblante, algo
sobrenatural estaba ocurriendo. Pasados unos minutos el Santo Padre volvió en sí
y dijo:
“No es hora esta de
tratar de negocios, Demos gracias a Dios por la victoria alcanzada sobre los
turcos…”
Y dicho esto se
retiró a su oratorio. El cardenal Busotti relató lo sucedido a varios cardenales
y solicitó que un notario levantara acta de los
mismos.
El 26 de octubre,
diecinueve días después, llegó a Roma, por barco, la noticia de la victoria en
Lepanto y el relato de los combates. El Cardenal Busotti mandó llamar a
astrónomos, que hicieron el cálculo de los días y las horas, llegando a la
conclusión que el Santo Padre tuvo la revelación divina de la victoria justo en
el momento en que la infantería de los tercios españoles de D. Juan de Austria
cargaba por última vez contra “La Sultana”, que era la galera capitana de la
armada turca y galera de Alí-Pachá.
El acta notarial con
los testimonios documentados del conocimiento de la victoria en Lepanto, por el
Santo Padre, en el mismo momento de la misma, fueron leídos por el padre Coloma,
en el expediente de canonización de San Pio V.
El Papa San Pio V,
introdujo en el rezo del Santo Rosario la letanía “Auxilio de los Cristianos” en
agradecimiento a la Santísima Virgen María por su ayuda en la Victoria de
Lepanto. Además, quedó instituido el 7 de octubre, día de Nuestra Señora del
Rosario.
Ángel
Travesí