Política — By lince on Junio 2, 2012 at 19:27 El ruido de las cacerolas funciona en esta sociedad como una tarjeta amarilla. Como una advertencia.
Es una forma pacífica de protesta que no perjudica a nadie como un
paro o un corte de calles, pero que tiene una potencia impredecible.
Anoche en un sector del área metropolitana hubo cacerolazos.
Para no exagerar su gravedad y ponerlos en su justa dimensión hay que
decir que se sintieron con claridad pero que no fueron una catarata
atronadora. Pero también hay que decir que existieron.
Que por primera vez en mucho tiempo, se produjeron. Que la
convocatoria anónima por correos electrónicos y mensajitos de texto se
viene haciendo desde hace meses sin que se hubieran concretado. Anoche
algo cambió. Porque anoche si hubo respuesta. Y esta es una novedad
política que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner deberá tomar
nota.
Anoche ocurrió algo que no ocurría. Primer dato. Para intentar
valorar con la mayor rigurosidad posible los cacerolazos hay que decir
que estuvieron acotados a los barrios más acomodados de la ciudad y a
los distritos de mejor nivel económico de la provincia. No es que se
escuchó el ruido de protesta en toda la capital. Y mucho menos en todo
el conurbano.
Pero en Belgrano, Nuñez, Palermo, Recoleta, Vicente Lopez, San
Isidro, entre otros, el reclamo mediático se escuchó con toda claridad. Y
también debe agregarse que en la mayoría de esos barrios y distritos
también ganó Cristina en las últimas elecciones. Aquí también hay una
novedad. Se podrá decir con razón que son zonas históricamente
refractarias al peronismo o al kirchnerismo. Pero, insisto, parte del
54% de los votos que cosechó la presidenta surgió de esos lugares.
Cristina ganó incluso en La Lucila, barrio de Vicente López donde viven
muchas de las personas más ricas de la Argentina.
Esto no asegura que los cacerolazos tiendan a multiplicarse ni a
extenderse a otros sectores de la ciudad y de la provincia de Buenos
Aires. Pero en política, todo lo que ocurre una vez puede volver a
ocurrir. Va a depender de la actitud que tenga el gobierno frente a
esto. Si mira para otro lado y niega la realidad, los cacerolazos van a
replicarse.
Si registra que hay un llamado de atención y cambia su actitud
altanera y soberbia, las cacerolas podrán volver a guardarse en las
cocinas hasta otra oportunidad. La otra gran incógnita que el poder
político deberá despejar tiene que ver con los motivos que dispararon el
primer cacerolazo del segundo gobierno de Cristina.
La convocatoria a través de las redes sociales hablaba de luchar
contra la corrupción, la inseguridad y la inflación. Pero sin dudas, el
tema del corralito verde sobre el dólar debe haber influido. A nadie le
gusta que le metan la mano en el bolsillo ni que el estado decida sobre
lo que cada ciudadano debe hacer con sus ingresos.
La frase provocativa y desafiante del senador Aníbal Fernández debe
haber actuado como catalizador. Aceleró los tiempos. Levantó una ola de
llamados de indignación en la radio. Cometió un sincericidio. Puso en
palabras lo que gran parte de los argentinos sospechamos. Que hacen lo
que se le antoja.
Que se sienten dueños del estado y no inquilinos. Que a veces
confunden la Casa Rosada con una unidad básica. Que por momentos solo
pareciera que existen los argentinos que los votaron y que a los demás,
dios los ayude. Yo hago lo que se me antoja. Lo que quiero. Me paso ya
sabe por donde las críticas de la oposición, de muchas personas
independientes y hasta del periodismo. Las ninguneo, las ignoro y me
burlo de ellos.
Eso hizo Aníbal cuando agregó que cualquiera vaya y compre dólares y
agregó, socarrón: “Si puede”. Fue tan obscena la mojada de oreja que
hasta la propia presidenta tuvo que cruzarlo. Lo hizo con una mezcla de
humor y reto. “¿Qué tomó esta mañana, senador? ¿Vivarachol?”.
Hasta Cristina que tampoco suele escuchar mucho los reclamos
opositores se dio cuenta que era too much, para decirlo con sus
palabras. De los otros reclamos que había en el mail que convocó al
cacerolazo ni siquiera se dice una palabra. Corrupción no existe en el
diccionario oficial pese a que Amado Boudou, Ricardo Jaime y Sergio
Schoklender están muy presentes en los insultos de una parte de los
argentinos. Inflación, ya se sabe, es un término que inventaron Clarín y
Magnetto para conspirar. No existe. E inseguridad, es otra fantasía,
también lo dijo el antojadizo Aníbal F., “es solo una sensación”.
Los cacerolazos de anoche no fueron una sensación. Existieron. Nunca mejor utilizado el concepto: Quien quiera oír que oiga.
Fuente:www.continental.com.ar