CARLOS I DE HABSBURGO.
El emperador beato.
Edit. “ Poco y Bueno “.
3ra. Parte. “ Corona de Espinas “.
El 20 de noviembre de 1916 se llamó al archiduque Carlos con urgencia a Schönbrunn ( la residencia imperial ) pues el Emperador estaba grave y sabía que su fin se acercaba. El soberano, que reinaba desde 1848, expreso a Carlos su tristeza por dejarle una situación tan difícil pero le reiteró la confianza que le tenía. Luego pidió que se le despertara a las cuatro de la mañana para seguir trabajando .Murió esa noche.
Al día siguiente, al salir de la cámara mortuoria el Chambelán príncipe Lobkowicz, que conocía a Carlos desde la niñez trazó una cruz sobre la frente del nuevo Emperador diciendo : “ Dios guarde a Vuestra Majestad “. Por primera vez el Emperador empezó a sentir el peso de esa “Corona de Espinas “.
Ahora el enorme peso del Imperio había caído sobre los hombros de este joven de 29 años.
El Imperio era un rompecabezas en el que convivían al menos 11 naciones y 6 religiones diferentes, unidos todos por la fidelidad a la dinastía. Estaban de tal manera imbricados unos con los otros que cualquier división hubiera significado, como de hecho ocurrió después, que los grupos mayoritarios oprimieran a los minoritarios, y que los estados sucesores fueran demasiados débiles para resistir a vecinos poderosos, como ocurrió con la Alemania nazi y la Rusia soviética después.
El Emperador se convirtió en el moderador de las distintas tendencias existentes. Pero los nacionalismos de cada fracción ponían en dificultades el frágil equilibrio conseguido en siglos. El Emperador Francisco José había logrado un respiro temporal al darle la autonomía a Hungría, pero esto despertaba el recelo de los Checos y de los habitantes Eslavos del Imperio.
El Emperador Carlos quería con Federación con iguales derechos para las distintas naciones, sobre los que mantendría el arbitraje del soberano .Pero para realizar estos proyectos había que separar territorios de la corona de Hungría, y el juramento de la coronación húngara lo impedía.
En plena guerra y necesitando recursos húngaros, Carlos no podía disponer de éstos sin recibir solemnemente la corona de San Esteban ( corona del rey de Hungría ). trató de buscar una solución amigable con el gobierno húngaro, pero éste no cedió .Hubo que proceder rápidamente a la coronación, la que se realizó el 30 de diciembre de 1916 en Budapest.
El Emperador, Rey Apostólico de Hungría, le dio hondo significado religioso a la coronación. No dio importancia al boato de estas ceremonias sino sintió que se convertía en un instrumento Divino para lograr el bien de sus pueblos.
En realidad, él veía con claridad la urgencia de alcanzar la paz, para evitar la muerte y preservar a la cristiandad el deterioro moral. Respetuoso de las otras religiones de su Imperio, Carlos amaba a la Iglesia como Cuerpo Místico y medio de salvación para todos. Veía que la guerra estaba desgarrando a la Iglesia en sus miembros, y que más que ganar o perder territorios, importaba salvar el centro histórico de la Cristiandad y la cultura cristiana de Europa. Venciera quien venciera, la pérdida de la moral sería muy grande. La brutal guerra estaba dejando ( en ambos bandos ) familias destruidas, hijos sin padres y sobre todo el descreimiento de las gentes en Dios y las Instituciones. Además, la necesidad de sobrevivir inducía una general ruptura de la moralidad, y la rebelión contra Dios, o su negación, que el exceso de sufrimientos producía en muchos hombres de poca fe o poca formación.
En tanto, el Papa BENEDICTO XV suplicaba y exigía la paz y esto pesaba mucho en el Emperador Carlos, tan católico y unido a la Iglesia. Ante la propuesta de paz del Pontífice, el Emperador fue el único gobernante que aceptó.
Pero alcanzar la paz era difícil. Por una parte los sectores belicistas eran intransigentes y muchos funcionarios temían tomar posiciones claras por la paz .La voluntad del poder del aliado alemán colocaba a Carlos ante dos resultados posibles: o arrastraba a la doble monarquía a la derrota o quedaría subyugada a Alemania en caso de victoria. El joven Emperador trató de convencer al Emperador alemán Guillermo II de la urgencia de terminar la guerra, pero no logró. El círculo que rodeaba al Emperador Guillermo soñaba la victoria total. Y también en Austria había sectores que querían seguir la guerra.
Carlos había obtenido de Guillermo la promesa de que no enviarían submarinos a hundir buques americanos aunque aprovisionaban a Inglaterra. Pero el Alto mando Alemán envió submarinos y sólo después informó al Emperador de Austria. Este exigió que se detuvieran los barcos, pero le respondieron que no había posibilidad de comunicarse con ellos. Carlos comentó esa tarde a su mujer : “ Estamos perdidos, pues esto causará la entrada de la guerra de Estados Unidos de parte de los Aliados “ y esto fue lo que ocurrió.
Carlos buscó, entonces, otra dirección. Evitando las vías normales, infiltradas por los sectores belicistas, recurrió sus cuñados los príncipes Sixto y Javier de Borbón y Parma, que estaban destacados en el ejército belga y con contacto en París. Recibieron el encargo de buscar con las autoridades francesas una paz separada con Austria. El Presidente francés apreció la importancia de tal proposición, y también lo hizo el Primer Ministro inglés. El Emperador Carlos apoyaba la restitución a Francia de Alsacia –Lorena (que estaba en poder de Alemania ) y se dispuso a compensar a Alemania con tierras del propio Imperio.
Pero el mismo Ministro de relaciones Exteriores de Austria era ambiguo, y las cosas se agravaron cuando los aliados debieron consultar a Italia. Mientras el Santo Padre insistía en que debía detenerse “ la inútil masacre “, el canciller italiano, barón Sonnino, planteó exigencias tales a cambio de su acuerdo que el Emperador no pudo aceptar.
Ello provocó retardo tras retardo, hasta que cayó el gobierno el Gobierno de Francia. El nuevo gobierno francés estaba en manos de Clemenceau. Este último además de intransigente partidario de la “ victoria total “ y feroz anticatólico, tenía una especial animosidad contra Austria, Decía : “ Hay que destruir a Austria, ese Imperio papista “.Aprovechando las ambigüedades del Ministro austríaco de Relaciones Exteriores, el gobierno francés hizo públicas las negociaciones de paz llevadas a cabo por Austria.
El Emperador había sido traicionado. Todo el poder y las prensa de los sectores belicitas alemán y austríaco se desencadenaron contra los soberanos austríacos, con calumnias. Se los acusó de traición, con lo que toda esperanza de nuevas negociaciones se hizo imposible. La progresiva destrucción de la Europa cristiana, la caída de cuatro imperios ( tres cristianos y uno musulmán ) y el fin de la doble monarquía austro- húngara se hicieron inevitables.
( Continuares con el final de la guerra y sucesos Imperiales. El Director.)