EL DIRECTOR:
Este año he tenido la suerte de poder leer y ser autorizado para poder reproducirlo en mi hoja:”www. cristiandadypatria.blogspot.com “ un librito valioso por la verdad que encierra. Se trata :MORAL CRISTIANA Y GUERRA ANTISUBERSIVA “ del recordado Padre Alberto I. Ezcurra.-Enseñanzas de un capellán castrense- De la Editorial Santiago Apóstol.
Dedicado a Nuestra Señora de la Merced, Generala del Ejército .A todos aquellos que combatieron lealmente a la subversión marxista y hoy sufren persecución por esa causa .A todos ellos que ofrendaron su vida desinteresadamente para que no flameara la bandera roja en nuestra Patria. A todos ellos que, aun hoy, dan Testimonio de la verdad
Comenzamos por un Estudio Preliminar de mi amigo Antonio Caponnetto. ¡Una joya !!!
LA VOZ VERDADERA DE LA IGLESIA.
El 29 de septiembre de 2006, un calificado haz de sacerdotes y de laicos constituyó en la entrañable provincia mendocina el Centro Padre Alberto Ignacio Ezcurra.
Tenía y tiene esta singular iniciativa una propósito loable, cual es definir la obra de tan reconocido patrono, como un modo seguro- dice la Declaración Inicial-“ de continuar viviendo vuestra vocación de católicos y argentinos “.
Poco propenso al género escrito, el Padre Ezcurra dejó el valioso patrimonio de su magisterio asentado informalmente en una diversidad de grabaciones y filmaciones que, aunque el amor de sus discípulos y amigos se encargó bien pronto de hacer circular, no siempre llegó eficazmente a todos los interesados. Era necesaria una tarea algo más sistemática y el Centro de Estudios que lo homenajea con su nombre se dispuso a dar ese paso.
Como obra de piedad genuina y de observancia cabal, los miembros de esta naciente agrupación comenzaron entonces a hacer aportes, reuniendo el material y mejorando técnicamente la calidad de los mismos. Fue así que uno de los sacerdotes fundadores del Centro recordó que tenía entre sus papeles un preciado escrito inédito del Padre, utilizado como texto para las clases de Teología Moral en el Seminario de Paraná, cuando de tan inolvidable casa de formación era su principal animador el obispo de la diócesis, Monseñor Adolfo Tortolo.
El escrito original se titula De bello gerendo- literalmente De la conducción de la guerra- , ocupa algo más de una decena de hojas con abigarrada letra de las antiguas máquinas de escribir, tiene el nombre completo del cura debajo del título, y una escueta y significativa aclaración : “Trabajo realizado a pedido de Monseñor Adolfo Tortolo, con ocasión de los sucesos guerrilleros del “ 70 “.No consta la fecha, pero algunas referencias muy concret6as del texto permiten suponer que fue concluido entre los finales de 1974 y el comienzo de 1975. Gobernaba el país el peronismo, la Iglesia Paulo VI, y ya se sabía en Tucumán operaban ejércitos irregulares. Sendas referencias quedan señaladas en el original, y por ellas, insistimos, es fácil colegir la fecha aunque no se haya hecho explícitamente .Por si otro dato fuera formalmente necesario para ubicar este escrito, recordemos que Monseñor Tortolo era entonces Vicario Castrense. Que haya acudido al Padre Alberto para tan delicada dilucidación, prueba su seriedad doctrinal, su celo por la verdad y la voluntad firme de mover soldados hacia el recto obrar.
Si consideradas en sí mismas poseen estas páginas una indiscutible validez, el paso del tiempo y las actuales circunstancias le han conferido un valor enorme. Expliquemos por qué.
La Iglesia ha sido puesta en el banquillo de los acusados por sus peores enemigos. Liberales y marxistas en sostener que, durante aquellos difíciles años de la lucha contra la guerrilla, la Jerarquía calló, cohonestando así, de algún modo, las conductas ilegítimas que habrían cometido las Fuerzas Armadas .La repuesta de la acusada Jerarquía fue tan frágil cuanto penosa. Pues consistió, por un lado, en recordar sus documentos a favor de los derechos humanos, emitidos durante la convulsa época, y por otro,, en señalarse como damnificada, reivindicando un martirologio ” católico “ compuesto por personajes de inequívoca filiación o conexión terrorista.
Si al responder con el recuerdo de textos pro derechohumanistas centraba la cuestión exactamente donde no debía hacerlo, esto es, en el núcleo de la mitología enemiga, convalidándola indirectamente: al atribuirse como victimas propias o como testigos eclesiales a quienes habían sido cómplices de la escalada subversiva, pidiendo incluso beatificación para ellos, sembraba la confusión y potenciaba el engaño hasta límites dolorosísimos por el escándalo que comporta.
En efecto, ¿ qué clase de Iglesia es ésta que, para defenderse de las acusaciones de haber estado asociada a la lucha contra la Revolución Comunista, rehabilita el tener caídos o ideólogos del bando de la misma, los homenajea efusivamente y los reclama en los altares y en el santoral ?¿ Qué clase de pastores son éstos que para levantar el cargo de la complicidad con la represión castrense, aducen haber izado la misma bandera de los derechos humanos que enarbolaron como divisa basal de su ficción ideológica las recuas subversivas ?¿ Qué clase de coherencias, en suma, pueden exhibir los obispos que hoy no trepidan en contemporizar en los montoneros y erpianos devenidos en funcionarios públicos, como no vacilaron ayer en incumplir el deber irrenunciable que tenían de hablarles claros a los hombres de armas, sea para que no delinquieran ni pecaran, o para que combatieran con cristianos criterios e irrenunciables bríos ? ¿ Qué confianza pueden inspirarnos estos funcionarios eclesiales llenos de movimientos dúplices, medrosos, acomodaticios y heterodoxos ?.
No; no ha salido airosa del banquillo esta irreconocible Iglesia .Acusada por los protervos de “ ser la dictadura “, cuando debió serlo si aquella hubiera existido y en aras del bien común de la Patria, sólo atina a sacarse el incómodo sayo de encima del peor modo posible: reduciendo su naturaleza salvífica a un internismo de derechas e izquierdas, en que los exponentes de la primera habrían sido culpables y las segundas. proféticas voces demandantes de sacros derechos del hombre.
Por eso ha abandonado a su suerte a los capellanes militares ultrajados y presos mediante falsías inauditas. Por eso niega todo reconocimiento de beatificación martirial a Jordán Bruno Genta y Carlos Alberto Sacheri , mas anda pronta en canonizar a Angelelli; Pironio, Mujica, los palotinos, las monjas francesas o cuanto socio del marxismo encuentre en su alrededor .Por eso no puede contarse con ella para honrar públicamente la memoria de los caídos en el combate contra los rojos, pero concede entrevistas e información reservada a vulgares posesos como Olga Wornat u Horacio Verbitsky, para que en sus respectivos libelos puedan vejar a mansalva a la catolicidad toda que, en su vileza y miopía, juzgan acremente. Por eso, en suma, y ya en tiempos recientes, pudo hablar de la “ hombrías de bien “ de un pastor degenerado que sembró el sacrilegio en Santiago del Estero, como abandonar a su suerte al Ordinario Castrense que se atrevió a recordar la vigencia de la maldición evangélica para los escandalizadores de la niñez. El sodomita, claro, servía a los interesas de la izquierda; el otro, en cambio, con la vara del mundo, se lo juzgó “ de derechas “.
Pero si este viene siendo el comportamiento de la “ Iglesia de la publicidad “ como la llamara el Padre Menvielle, existió y existe la verdadera Iglesia. La que en razón de su Doctrina Social bimilenaria, ya en tiempos del Proceso, y aún antes, entiéndase bien, condenó y repudió por igual a Gelbard o a Santucho, a Firmenich y a Martinez de Hoz, por valernos de emblemas conocidos para ser claros. La iglesia semper idem, a la que tanto le resulta adversaria la intrínseca perversidad marxista como la pestífera acción del liberalismo. O entrando en tema, a la que tanto le repugna el partisanismo comunista como la guerra sucia de los generales, y paralelamente entonces, tanto sufrió el procedimiento inmoral de la desaparición de guerrilleros, como exaltó y aún celebra a los héroes de nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad que cayeron gloriosamente combatiendo por Dios y por la Patria, en legítima contienda contra la criminalidad de la guerra revolucionaria.
A ésta, a la verdadera y única Iglesia Católica, Apostólica Romana, pertenecía el Padre Alberto Ezcurra. Por eso, cuando su obispo le pidió que llevara lumbre a los soldados argentinos que estaba en plena y justiciera batalla, respondió con este escrito breve pero medular, en que refulge la moral genuina con sus principios inmutables y su casuística prudencial. De bello gerendo lo tituló, buscando seguramente un parentesco semántico con el famoso tratado de Vitoria. De lo que es honesto y adecuado, necesario e impostergable de hacer en la guerra. De lo que no puede ni debe hacerse si no quiere perderse el alma, amén de la justicia en la conflagración misma.
( Continuaremos con : “ Las claras enseñanzas de un sacerdote católico “. ). El Director.