CARTA ABIERTA DE UN TENIENTE CORONEL A UN GENERAL
Mi General, en este Día del Ejercito Argentino, le escribo para acercarle una reflexión hecha con bronca, decepción e incertidumbre.
También con tristeza, porque el Ejército que yo viví hasta hoy está siendo cambiado, no en su orgánica ni en sus sistemas de armas - que son circunstanciales – sino en sus esencias.
Más que cambiado, está siendo destruido ante la mirada indiferente o quizá cómplice de quienes hoy, circunstancialmente, tienen la responsabilidad de conducirlo.
Nos formamos en el mismo Colegio Militar y nos nutrimos de los mismos valores que encontrábamos hechos carne en la historia pasada y presente del Ejército.
Creo que ambos ingresamos por vocación, una vocación que se fue fortaleciendo en los actos del Colegio y, más tarde en el trabajo diario del cuartel.
Siempre me chocó que se hablara de "carrera". Lo nuestro era y es vocación. Carrera es correr para llegar a una meta, en última instancia, para satisfacción individual, más allá de la sana ambición que es motor legítimo de nuestros pasos.
Pero no todo es ambición, no todo es querer llegar. La vocación es darse, la vocación es entrega, la vocación es servicio, como aprendimos en el Colegio y como usted nos remarcaba como Oficial de Operaciones y, más tarde como Jefe de Unidad.
Como verá hemos compartido varios destinos, todavía hoy recuerdo como nos entusiasmaba escuchar los relatos de sus combates en el Monte Tucumano, de sus operaciones en el conurbano contra la Columna Norte de la banda montonera. De su boca escuché historias de coraje, de sacrificio por el camarada que tenía a su lado y en el que se resumía la razón del valor y el arrojo, del coraje más allá de toda razón.
También supimos de miserias, de cobardías.
Tengo muy presente una discusión suya con el Jefe de Unidad y otra con ocasión de la visita del Cte Br, por lo que usted consideraba era una casi traición, renegar de la lucha sostenida contra los terroristas y abandonar la suerte de los camaradas que estaban siendo requeridos por la justicia a una discutible, mentirosa e incierta "Batalla Jurídica". Recuerdo como se indignó, cuando el Cte Br, le respondió”.Y que quiere Mayor, que hagamos un golpe?". Para usted esa respuesta sólo escondía ineptitud o cobardía. Era sólo una justificación tibia y apresurada, de su vocación de no hacer nada.
Hoy, usted es General, no es seguramente el momento histórico que siempre soñó: nos gobiernan los terroristas que el Ejército - usted y nuestros camaradas -combatieron; los medios, comprados o por ideología, nos humillan; pareciera, aunque la experiencia de nuestros destinos, muestra lo contrario, que la sociedad nos ignora o nos condena; no tenemos presupuesto, ni hipótesis de conflicto, nos imponen reformas inconsultas, concebidas por ideólogos ignorantes de los temas de Defensa y cuantas otras cosas más. Pero, es el tiempo que le toca, se preparó toda su vida para este momento y llega en un punto de quiebre para el Ejército Argentino. Usted es superioridad ahora, no el tiempo que le hubiera gustado, en la crisis, en medio de una batalla ideológica, continuación de la lucha de los setenta. Es su tiempo y su batalla y debe dar testimonio.
Hoy, mi General, están tratando de quebrar la conciencia histórica del Ejército, de convencernos que nuestros camaradas son delincuentes de lesa humanidad – usted también -, que todos los que estamos en el Ejército desde esos días, aunque yo no era todavía oficial, formamos parte de una asociación ilícita. Y esto con la complacencia o silencio culpable del Jefe de Estado Mayor, y por omisión, ambición o tibieza del resto de los Generales.
Hoy, mi General, veo con dolor, con rabia, cómo han abandonado a los que están presos, primero les quitaron la asistencia jurídica, sabiendo que ninguno de ellos tiene los medios para pagar un buen abogado, luego, se gestiona que los saquen de las unidades. Lo veo también con rabia, porque nuestros presos, muchos son sus compañeros, otros sus subalternos y los más, superiores de esos años, a los que, cuando estaban en actividad, el General Bendini, o Pozzi, o Pérez Bovard o Lugani trataban con respeto, amabilidad e incluso pleitesía u obsecuencia... Y ¿Qué lección de lealtad nos están dando?, Y ¿qué lealtad pueden esperar de nosotros, si ustedes son así con los que fueron sus jefes y comandantes? Y ¿Qué ejemplo dan a la ciudadanía, a nuestros cadetes, a nuestros oficiales?
No hace demasiados días tuve que ordenar la quema de los planes tácticos de mi unidad, Y ¿qué respuesta le tengo que dar a mis oficiales cuando preguntan la razón?. Y ¿que ya el Ejército no tiene planes para cumplir con su misión, o que no tiene Misión y por eso no tiene planes? Y ¿O que la misión se cumplirá con operaciones de guerrilla? Y ¿Acaso Chile abandonó sus Hipótesis de Guerra Convencional? Y ¿acaso lo hizo Brasil? Y ¿Cómo es esto que ya no seremos un Ejército convencional? Y ¿Qué más vamos a entregar ahora: las unidades blindadas, la Escuela Militar de Montaña, la Aviación de Ejército, la Escuela de Guerra, los Liceos, el Colegio Militar..? Y ¿A cambio de qué de Unirnos repotenciados? Y ¿A cambio de un Gaucho que no sabemos muy bien para qué sirve, además de para pasear a la ministra?
Mi General, Y ¿dónde quedó la dignidad personal e institucional, dónde quedó el coraje, acaso arrinconado en cinco oficiales que se atrevieron a vestir uniforme para rendir homenaje a nuestros muertos, un homenaje al que no se atreve el Jefe de Estado de Mayor para no molestar a los asesinos de hace treinta años?. El coraje de que hace gala la conducción de la Fuerza, Y ¿es el coraje "administrativo" para sancionar a Tenientes y Capitanes y a un Mayor que ni estuvo, ni sabía? Y ¿Esa es toda la valentía que tienen nuestros mandos? Se están equivocando otra vez de enemigo. El enemigo no son los Tenientes y Capitanes, o los jefes o los retirados, que no quieren ver destruido el Ejército, ni lavado el cerebro de las generaciones futuras de cadetes y oficiales. El enemigo son los Duhalde, los Mattarollo, los Verbistky, los Ocampo, la Garré, los Kunkel. Ese es el enemigo, está afuera, no dentro del Ejército.
Sí, seremos el enemigo, si quieren verlo de esa manera, en la medida que no vamos a ser cómplices de la derrota definitiva del Ejército. Nos pueden considerar enemigos, si el único objetivo de los mandos es meter la cabeza en un agujero como el avestruz, o llegar a ser embajadores de la "patria montonera".
Mi General, este es su tiempo, es el tiempo de mostrar que lo suyo no es "la carrera", sino que lo suyo es vocación. No va a quedar para semilla, más tarde o más temprano se va a ir, va a pasar o lo van a pasar a retiro, como todos. Salvo que aspire a una embajada, pero la cola para eso, parece que va a ser larga. La diferencia está en el grado de fidelidad a su vocación, al testimonio de entereza moral, valentía y dignidad que de usted en la culminación de su vida militar activa. Y ¿Qué más le puede pedir ya al Ejército? Y ¿Más años de Megane? Y ¿Más años de camarero? Y ¿Y después qué? Cuando mire para atrás Y ¿que le queda, el sabor amargo de la cobardía, la tibieza o la omisión, o la satisfacción de haber dado testimonio de decencia y coraje en la defensa del Ejército, de su patrimonio histórico, de sus camaradas presos? Su tiempo es ahora, no cuando lo inviten a formar parte del Foro de Generales Retirados. La melena de león le tiene que crecer ahora, su rugido se tiene que escuchar ahora, no cuando no corra ningún riesgo administrativo, en la comodidad de su casa.
Mi General, porque lo conozco sé que usted no me va a defraudar. Que no va a defraudar a los cientos de oficiales, que lo conocen y recibieron su ascenso con expectativa de ser bien mandados. Se preguntará por qué no firmo esta carta abierta. No la firmo por la misma razón por la que no lo nombro, pero tenga por seguro que cuando usted dé testimonio, como General, me tendrá a su lado como Teniente Coronel. Con nombre y apellido.
Reciba un abrazo sincero, en el Día del Ejército Argentino, el mismo que parió a la Patria, le dio la Independencia, conquistó el desierto, derrotó con las armas a la subversión, combatió en Malvinas y resiste en la fortaleza de su memoria histórica, de sus mártires de todos los tiempos, con las miserias y grandezas de sus hombres, los últimos embates de la canalla terrorista.