El obispo de Zamora dice a sus diocesanos que “callar sobre Dios es el silencio más grave en el que puede incurrir el hombre”
Zamora, 05/02/2007
(VERITAS) El obispo de Zamora, monseñor Gregorio Sacristán, alentó a sus diocesanos, nada más tomar posesión de la Diócesis, a vivir la fe “con orgullo y valentía”, a no esconderla debajo del celemín, sino a manifestarla “a plena luz del día” y afirmó que “callar sobre Dios es el silencio más grave en el que puede incurrir el hombre”.
En su saludo a los diocesanos, el nuevo obispo informó de su lema episcopal “Segregatus in Evangelium Dei” (Escogido para el Evangelio de Dios), tomado del apóstol san Pablo.
“¿Qué otra cosa debo continuar haciendo con renovado vigor sino transmitir, proponer y acompañar la vocación más sublime que el hombre haya podido recibir, que es la de haber sido creado por Dios Padre, redimido por su Hijo Jesucristo, santificado por el Espíritu Santo y conducido, en la comunión de la Iglesia, hasta la vida eterna?”, se preguntó monseñor Martínez Sacristán.
Momentos antes, el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, presidió la ordenación episcopal y en su homilía recordó que “la consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las funciones de enseñar y gobernar, que, sin embargo, por su propia naturaleza no pueden ejercerse sino en comunión jerárquica con la Cabeza y los miembros del Colegio Episcopal”.
El cardenal Rouco deseó al nuevo obispo que su ministerio episcopal “contribuya con renovado vigor a que los fieles de tu Iglesia Diocesana se rindan de nuevo a la evidencia de Jesucristo en quien han creído generaciones y generaciones de sus antepasados”.
En su saludo a los diocesanos, el nuevo obispo informó de su lema episcopal “Segregatus in Evangelium Dei” (Escogido para el Evangelio de Dios), tomado del apóstol san Pablo.
“¿Qué otra cosa debo continuar haciendo con renovado vigor sino transmitir, proponer y acompañar la vocación más sublime que el hombre haya podido recibir, que es la de haber sido creado por Dios Padre, redimido por su Hijo Jesucristo, santificado por el Espíritu Santo y conducido, en la comunión de la Iglesia, hasta la vida eterna?”, se preguntó monseñor Martínez Sacristán.
Momentos antes, el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco, presidió la ordenación episcopal y en su homilía recordó que “la consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las funciones de enseñar y gobernar, que, sin embargo, por su propia naturaleza no pueden ejercerse sino en comunión jerárquica con la Cabeza y los miembros del Colegio Episcopal”.
El cardenal Rouco deseó al nuevo obispo que su ministerio episcopal “contribuya con renovado vigor a que los fieles de tu Iglesia Diocesana se rindan de nuevo a la evidencia de Jesucristo en quien han creído generaciones y generaciones de sus antepasados”.