OPINIONES AMAÑADAS
10/01/07
El 30 de diciembre pasado apareció en La Nación uno de los habituales artículos de Vargas Llosa –uno de los “intelectuales” que goza de gran crédito en el diario de los Mitre– sobre la muerte de Pinochet. Y lo que decía en el mismo este individuo me hizo acordar en cierta manera al tratamiento que le dieron al tema en los medios argentinos la caterva de sabandijas y mentirosos a sueldo que pululan en ellos.
El zurdaje que campea a sus anchas en la televisión, la radio, los diarios y las revistas, se encargó muy bien de resaltar lo de las violaciones a los derechos humanos y el enriquecimiento ilícito en que incurriera el difunto tiranuelo, lamentándose de que hubiera muerto sin pagar sus culpas en la Tierra; claro, pues desconocen estos opinólogos la justicia divina, a la que todos, sin excepción, seremos sometidos un día. Pero se cuidó muy bien esta prensa del diablo de no hacer ninguna referencia al contexto histórico que se vivía en aquel momento no solo en Chile, sino en casi todos los países de la región. Y como una prueba más de que en su gran mayoría responde a oscuros intereses que se contraponen a los de la Nación, nada dijo del conflicto con Chile en la zona del Canal de Beagle en plena era Pinochet, y menos de la ayuda prestada por éste a Inglaterra cuando la guerra de Malvinas. Después de todo, esto tiene su explicación, y es que estos personajillos, dignos de lástima en el fondo, y más allá de alguno que otro convencido en serio de lo que habla, no expresan sus opiniones con libertad, como nos quieren hacer creer, sino que repiten como loros lo que les ordenan sus empleadores, los inversores capitalistas dueños de los multimedios. De allí el tratamiento que le dan a los temas de soberanía, a los que consideran una cuestión sin importancia.
Que Pinochet no fue más que un títere de los poderosos del mundo, al igual que la mayoría de los dictadorzuelos de los países periféricos, usado en su momento y descartado después, quedó de manifiesto cuando sufrió los acosos del inquisidor español Baltasar Garzón. Fue entonces cuando recibió el abierto reconocimiento de la Tatcher por la colaboración brindada en 1982.
Vargas Llosa hizo por lo menos mención en su artículo a los descalabros que comenzaron en Chile antes de Pinochet, con el gobierno de la Unidad Popular encabezada por el masón y marxista Salvador Allende que, aunque resulte paradójico, recibió asesoramiento de entidades capitalistas de origen extranjero, como la Fundación Ford, como lo refiere el periodista Carlos Acuña en su libro Verbitsky. De la Habana a la Fundación Ford. Su hija, la escritora Isabel Allende, reside hoy en los Estados Unidos, gozando de los favores de la propaganda y de grandes espacios en los medios de comunicación del stablishment.
Pero entre sus críticas a la dictadura chilena, Vargas Llosa rescata, cual buen liberal que es, el que ésta entregase el manejo de la economía a un grupo de civiles denominado los Chicago Boys, es decir, discípulos del judío sionista Milton Friedman, economista de la Escuela de Chicago e ideólogo de la Teoría Monetarista, favorecedora del juego financiero especulativo y usurario, que en pocas décadas convirtió a numerosos países en deudores y tributarios de los banqueros internacionales. Pero al igual que la prensa “argentina”, nada dice Varguitas de la alianza de Pinochet con la pérfida Albión en 1982. Tampoco debíamos esperarlo de alguien como él, que postula la democracia de partidos, la entrega de los recursos económicos de las naciones a grupos transnacionales y el reemplazo de la soberanía de los pueblos por el sometimiento a los dictados del Nuevo Orden como condiciones para que se cumplan de una buena vez sus utópicos sueños de progreso y bienestar. Para la humanidad, se entiende, no para él, que mal no le va, con casas en Lima, Madrid y Londres.
Más allá de esto, nunca podremos los argentinos, por un peruano como este, olvidarnos del apoyo brindado a nuestro país por el pueblo hermano del Perú y su entonces presidente Belaunde Terry, cuando la gesta del 2 abril de 1982.
Prof. Lorenzo Guidobono