P. Ramiro Sáenz.
(continuación. 2da).
…Si bien tiene grados infinitos, se orienta en un dirección que implica la exaltación del yo hasta una cierta divinización y al máximo “ desprecio de Dios “ , como observaba San Agustín. Nos dice Santo Tomás : “ A la soberbia pertenece no querer someterse a ningún superior, máxime a Dios ; y, consiguientemente, el que uno mismo se exalte, sin medida sobre las propias facultades-I-II-,84. 2ad 2 –
Siguiendo a San Gregorio Magno-Moralia in Iob, XXIII,6-, Santo Tomás enumera sus especies:
. Jactancia de poseer lo que no se posee, es decir, se engaña sobre lo que uno mismo es o posee. En el engaño sobre la naturaleza misma del hombre, sus capacidades y límites.
. Creer que los bienes recibidos de Dios los poseemos por derecho propio o los menos merecido.. Es decir, que somos autosuficientes, autónomos, sea para alcanzar nuestro fin último o para construir nuestra propia felicidad.
. Desprecio y sometimiento de los demás . Es otro aspecto derivado, por el cual nos engañamos sobre los demás como nos habíamos engañados sobre nosotros mismos, pero siempre en el mismo sentido; nuestra singularidad y grandeza. Les hacemos sentir nuestra superioridad no sólo rebajándolos sino sometiéndolos,. “ La soberbia- dice San Agustín – intenta ser una perversa imitación de Dios como si fuera divino “-De Civitate Dei, XIX,12w,2 ). De todo esto sacaremos importantes consecuencias sociales.
Vicio capital .. Todo hombre, necesariamente, anhela ser feliz. Esta inclinación del espíritu humano está en la misma esencia de su ser y por lo tanto es irrenunciable. En esa apetencia está implícito el llamado de Dios a la felicidad eterna.. Por eso Cristo en el Sermón del Monte , síntesis de toda moral y espiritualidad cristiana, va a comenzar con aquella llamativa expresión: “ Bienaventurados…,Felices…”. El problema que se le plantea al hombre no es la misma felicidad, sino el camino para encontrarla . La propuesta de Cristo es entonces sobre el misterioso y ardua camino que conduce a ella. Buscarla por la senda errónea es nunca encontrarla. He aquí el perpetuo drama de la humanidad.
Si observamos con atención el obrar humano, percibimos los móviles más fuertes que tiene el hombre para buscar esa felicidad por un falso camino (bienes aparentes ), descubrimos que hay algunos que son como terminales, que se buscan por sí mismos. Para entenderlos mejor sería necesario tener en cuenta que hay dos pasiones que son principalísimas en el hombre , y como fundamentales, a las cuales se pueden reducir todas las demás :delectatio (o gaudium ) et tristitia.-Santo Tomás, S. T. I-II-,25,4 y 84,4,ad 2. - Ambas se dan tanto en el orden sensible como, por extensión, en el espiritual. El hombre naturalmente huye de aquello que le da tristeza, y así tenemos la acidia, la envidia, la ira. A su vez la felicidad es el bien, aparente, que mueve el apetito. Este bien puede ser triple: el bien del alma, y de allí nace la vanagloria y la soberbia, el del cuerpo, y tenemos la gula y la lujuria, o los bienes exteriores que originan la avaricia.. Podríamos explicarlas también, con las mismas palabras de Santo Tomás, observando que el bien aparente fascina por tres razones:
El bien mueve al apetito principalmente por la razón que participa alguna propiedad de la felicidad,, que naturalmente todos apetecemos.
A cuya esencia pertenece, ente todo, cierta perfección ( perfectio ), pues la frelicidad es el biuen perfecto; a ella pertenece la excelencia o claridad que apetecen la soberbia y vanagloria.
En segundo lugar, de su esencia es la suficiencia (sufficientia ),lo que apetece la avaricia.,en cuanto le prometen las riquezas.
En tercer lugar, le pertenece la delectación ( delectatio ),sin la cual no existe la felicidad, y esto apetecen la gula y la lujuria.- S.T. I, II, 84,4.-
El poderoso atractivo para el pecado que significan estos vicios capitales es justamente por se una caricatura de la felicidad eterna, un falsa promesa de bienaventuranza. Por otro lado, se huye del mal presente, es decir la tristeza, aunque nos haga perder el bien que le esta unido. Se trata del propio bien que se busca huyendo de la tristeza del bien espiritual por el esfuerzo que supone, tenemos la acidia. Si se trata del bien ajeno que empaña nuestra gloria y se da sin rebelión, aparece la envidia; si es con rebelión que pide venganza tenemos la ira.
Ésta es la razón por la cual se pude concluir que es la esencia de un vicio capital poseer principalísimas razones para mover el apetito.-Primarias rationes movendi appetitum.-.So entonces inclinaciones “ capitales “, vicios madres que dan el primer impulso y la razón última a muchos otros. Sobre ellos ejerce una causalidad que le imprime incluso su modo : es directivum et ductivum—Vitia capitalia dicuntur ex quipus alia oriuntur proecipue rationen causae finalis.- de su hijas. Así por ejemplo, de la envidia nacerá la murmuración, la difamación, el odio; de la avaricia la insensibilidad al prójimo, el engaño o el fraude..
Con la soberbia ocurre algo particular en este orden. Los doctores cristianos han vinculado se experiencia a aquella observación del Eclesiástico : “ La soberbia es principio de todo pecado “ ( 10,15 ). Han concluido que esta inclinación desordenada del espíritu humano tenía una particularidad. Es capaz de influir sobre todo el resto de la vida moral. Una capitalidad universal. Santo Tomás habla de la “ redundantia” sobre los demás vicios-Ibid a 2 y a 5 ab 1 –Este influjo puede darse por dos modos-.Directamente, o per se, ya que todos los pecados pueden ordenarse a fin de la soberbia( no que siempre sea así ). Sea indirectamente, o per accidens, pues al despreciar la ley divina, por la que el hombre se abstiene de pecar, queda “ liberado “ para su propio mal, como indicaban las palabras del profeta: “ Hiciste pedazo el yugo, rompìste las ataduras y dijiste: no serviré “ ( Jer 2, 20 ).Destruido este valioso vínculo el hombre queda a la deriva y entonces de ella nacen todos los vicios.
(Continuaremos….El Director )