LA OTRA CARA DE ANGELELLI
08/08/06
El 4 de agosto se cumplieron 30 años de la muerte del obispo de La Rioja Enrique Angelelli, a quien parece que el gobierno –con la ayuda inestimable de su prensa adicta– y sectores de la Iglesia, pretenden elevar a la categoría de mártir. El presidente declaró temerariamente que “La muerte de Angelellí fue un asesinato, y lo digo con todas letras”, al tiempo que pidió celeridad a los jueces para tramitar causas sobre desaparecidos y decretó duelo nacional para el 4 de agosto. Ese día parecía que los diferentes canales de aire se habían puesto de acuerdo para ensalzar la figura de Angelelli y machacar con la tesis del asesinato.
Claudio Savoia y Julio Morales, de Clarín, titularon una nota el 30 de julio pasado sobre la muerte de Angelelli de la siguiente manera: “En un giro histórico, la Iglesia ahora dice que pudo haber sido un crimen”. Este dúo hace mención por allí a que los tiempos cambiaron y la Iglesia es otra, y que los tribunales despertaron para iniciar una nueva investigación. De que la Iglesia es otra no cabe duda; no es necesario que nos los digan la manga de zurdos y alcahuetes a sueldo que escriben en Clarín para que nos demos cuenta. ¿O acaso Tortolo es lo mismo que Karlic, Laguna o Cassaretto, por ejemplo? ¿O es que Bonamín, Castellani o Meinvielle tienen algo que ver con Marcó, De la Serna o Farinello? El impresentable cardenal Bergoglio es el fiel reflejo de esta Iglesia de hoy, empeñado en reivindicar al curerío subversivo y en bregar por un falso ecumenismo, olvidando a la vez a los cristianos fieles que dieron su vida por Dios y la Patria. Los tribunales, por su parte, parece que se habían dormido en forma; treinta años dormidos estuvieron.
La periodista María Seoane no ahorró elogios al Pelado –como se lo conocía a Angelelli– en un recuadro de la mencionada nota titulado “Un referente religioso, moral y político para los más desprotegidos”. Allí nos dice que desde La Rioja promovió la creación de sindicatos de mineros, peones rurales y empleadas domésticas; la reforma agraria –que por si esta periodista no lo sabe fue un fracaso en todos los lugares en que se implementó–, las escuelas rurales y las cooperativas de trabajo. Pero lo que no nos dice es que también era el intolerante que nos refiere Carlos Acuña en el Tomo I de su libro Por Amor al Odio, pues en junio de 1973 “El obispo de La Rioja, monseñor Enrique Angelelli, excomulgó a doce laicos con los que mantenía diferencias ideológicas. El Movimiento Laico Rosarino divulgó un documento para llamar la atención sobre el hecho de que una medida de esa naturaleza se aplique contra quienes no coinciden con el pensamiento político que el obispo trata de imponer. La declaración explicó que ‘llama poderosamente la atención el variable sentido de la caridad cristiana sostenida por obispos enrolados en la misma corriente que el obispo de La Rioja...’”.
Angelelli perteneció al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), que pretendía hacer compatibles el marxismo con la Religión Católica. Pero no se puede ser al mismo tiempo misionero y revolucionario, apóstol de Cristo y agente de la revolución marxista. O una cosa o la otra. Angelelli –junto a los Novak, De Nevares, Hesayne, Puigjané y otros– perteneció a esa corriente tergiversadora de la doctrina de Cristo, que confunde su mensaje divino y eterno con uno puramente humano y temporal, reducido a la pura política. En un artículo de la revista Verbo de marzo de 1976, Miguel Poradowski decía: “Los verdaderos misioneros llevan a los pueblos la enseñanza de San Pedro y de los Apóstoles, pues esta es la única auténtica interpretación de la doctrina de Cristo; y a los que no la enseñan hay que aplicar las palabras de San Juan: ‘Si alguno viene a vosotros y no trae esa doctrina, no lo recibáis en casa ni lo saludéis. Pues quien le saluda, comulga en sus malas obras (San Juan, 2, 10-11)’”. Esperemos que se despejen los interrogantes y se establezca la verdad sobre su muerte. De lo que no quedan dudas es de que Angelelli fue uno de los claros exponentes de la infiltración marxista en la Iglesia Católica.