Madrid, 29 junio 2006. A las 13:51 horas, el presidente del Gobierno (usurpador) de España, José Luis Rodríguez Zapatero, ha anunciado formalmente en rueda de prensa en el Congreso de los Diputados la apertura de la negociación o "diálogo" con la organización separatista ETA, que como punta de lanza del nacionalismo vasco lleva cuarenta años en guerra terrorista contra las Provincias Vascongadas, contra Navarra y contra el resto de España, contando para ello con el apoyo de la izquierda dentro y fuera de nuestra nación; de buena parte de la derecha, por acción o por omisión, y del episcopado y del clero modernistas.
Este anuncio, ridículo por cuanto esa negociación lleva celebrándose hace mucho tiempo, y porque las concesiones al entorno separatista no han cesado de aumentar desde 1978, añade una causa más de ilegitimidad del Gobierno. Todos los medios son moralmente lícitos para acabar con la situación presente, que de lo contrario desembocará en la desaparición de España y la quiebra completa del Estado.
Cobran trágica actualidad las palabras de la carta que el Abanderado de la Tradición, Don Sixto Enrique de Borbón, envió a su Secretaría Política con fecha 23 de mayo último:
"Contemplo con preocupación e inquietud crecientes la situación de nuestra Patria. Las naturales consecuencias del sistema liberal, siempre disolvente, parecen sucederse a un ritmo cada vez más rápido. El clima creado tras los trágicos atentados del once de marzo (cuyas sospechosas implicaciones parecen salpicar, en mayor o menor grado, a todos los partidos políticos que hoy secuestran la representación popular) y el Gobierno que surgió de ellos, están favoreciendo una decadencia moral sin precedentes, la quiebra del Estado y la disgregación de lo que queda de España.
"Ante tal panorama, algunos, quizá bienintencionadamente, reivindican la Constitución de mil novecientos setenta y ocho, que además de ilegítima ha favorecido el proceso disgregador; otros levantan bandera por una España jacobina, construcción tan artificial y revolucionaria como los nacionalismos regionales. Los hay que miran a Europa o a poderes cuyo centro está aún más lejano, sin percatarse de que sólo a la Hispanidad y a la Cristiandad pertenecemos y nos debemos, y que vincularnos a otros significa capitular y desaparecer.
"Frente a todo ello debería alzarse el Carlismo, la Comunión Tradicionalista, salvaguarda de las Españas verdaderas. Pero hasta en nuestras filas se da esa confusión propia del momento, y la falta de unidad, de entrega, de constancia y de disciplina están impidiendo la eficacia en la acción. Tal vez la causa haya que buscarla en la falta de la virtud teologal de la esperanza, que hace a los cristianos trascender la fácil dicotomía de optimismo y pesimismo.
"La hora es grave, extremadamente grave. Nuestra responsabilidad histórica es enorme. Pido a todos que con esfuerzo militante, espíritu de sacrificio y sentido de urgencia, se agrupen en torno a la Secretaría Política que creé hace casi cinco años. Y lo hago con las mismas palabras que usé hace treinta, en mi Manifiesto de Irache: "En épocas como la pasada, cuando se ha perdido el norte, es natural que algunos, desorientados, hayan buscado el acomodo que su conciencia o las circunstancias parecían indicarle como aceptable. A nadie culpo, a nadie reprocho y a todos llamo para que juntos procuremos una vez más, servir lealmente los altos intereses de nuestra Patria"."
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Agencia FARO