5 de abril de 1818: la feroz batalla de Maipú
El general San Martín sabía que no había tiempo que perder para reorganizar al ejército. Pero el ánimo estaba en baja. El Libertador, entonces, se dirigió al pueblo reunido en la Plaza de Armas.
Chilenos: Uno de aquellos acasos que no es dable al hombre evitar, hizo sufrir a nuestro ejército un contraste. Era natural que este golpe inesperado y la incertidumbre os hicieran vacilar, pero ya es tiempo de volver sobre nosotros mismos y observar que el ejército de la Patria se sostiene con la gloria al frente del enemigo. (.) La patria existe y triunfará, y yo empeño mi palabra de honor de dar en breve un día de gloria a la América del Sur.
El pueblo confió en sus palabras. Sus soldados, también. Y ese día de gloria llegó pronto. El 2 de abril, luego de haber recolectado armas de entre todo el pueblo, el ejército unido argentino-chileno se dirigió hacia el valle que se extiende al lado del río Maipú, al sudeste de Santiago.
Tres días después, el 5 de abril, los realistas, en su marcha hacia la capital con el objetivo de invadirla, se apostaron en la hacienda de Lo Espejo ubicada en aquel valle. San Martín situó a sus tropas en una elevación del terreno desde donde pudo observar al ejército realista. Al revisar la disposición del enemigo en una única línea, le dijo a sus oficiales: "¡Qué brutos son estos godos!". Se había dado cuenta de una falla letal en las filas enemigas: no tenían reserva.
Los españoles habían dispuesto a la tropa en una única línea defensiva. Frente a esta táctica, San Martín dispuso tres divisiones. A la derecha, una al mando de Las Heras, Alvarado a la izquierda y en la retaguardia, la reserva conducida por Hilarión de la Quintana.
Hacia el mediodía se dio la orden de avance y la división de Las Heras se lanzó hacia los godos, rompiendo filas y dispersando a los soldados hacia la izquierda en donde los esperaba la división de Alvarado. Pero éste no pudo contenerlos. Fue en ese momento en que San Martín ordenó el avance de la reserva. Hilarión de la Quintana se sumó a las fuerzas de Alvarado e hicieron retroceder al enemigo que se atrincheró en la Estancia Lo Espejo.
En el momento en que los españoles ordenaron la retirada, se dio aviso a O´Higgins, que esperaba en la capital con una segunda reserva. El héroe chileno se dirigió al campo de batalla. Al encontrarse con San Martín, lo abrazó como pudo, ya que tenía el brazo vendado por las heridas de marzo, y le dijo: "¡Gloria al salvador de Chile!".
El ataque final lo dieron Las Heras y el general Balcarce, persiguiendo al enemigo hasta derrotarlo.Maipú fue una batalla sangrienta, brutal. Las fuerzas patriotas tuvieron mil heridos y perdieron ochocientas vidas, mientras que murieron cerca de mil quinientos realistas en el campo de batalla y unos mil trescientos prisioneros.
La importancia de este triunfo radicó en haber dinamitado las esperanzas españolas. El ejército realista prácticamente desapareció. La independencia de Chile quedó asegurada.
A doscientos años de la batalla final, historiadores chilenos y argentinos se unieron para escribir el libro: "Maipú - Un abrazo para la historia" (Editorial Universitaria del Ejército Argentino). La calidad de los textos y las ilustraciones son un merecido homenaje a aquellos hombres que sacrificaron hasta sus vidas en busca de la ansiada libertad de los pueblos de América del Sur.