En sus cartas más secretas, el Rey Católico mostró enérgicamente su disconformidad con algunas decisiones del Gran Capitán
durante la campaña de Nápoles, en las que percibía un enorme riesgo
para el futuro del reino y para su propio liderazgo. Este es uno de los
primeros detalles palpables al desvelar un secreto que ha durado más de 500 años. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) acaba de desentrañar el que sin duda ha sido uno de los más importantes misterios de la Historia de España:
el código de las comunicaciones secretas entre Fernando el Católico y
Gonzalo Fernández de Córdoba, héroe militar cuya figura se agranda a la
luz de las misivas.
Nadie había podido descifrarlas porque no se conservaba la tabla de sustitución
múltiple que aplicaron a los textos. Los correos iban y venían
continuamente entre la corte de los Reyes Católicos y el Reino de
Nápoles sin que nadie pudiera leerlos más que el destinatario. Portaban órdenes, veladas amenazas, instrucciones contundentes y llamadas al orden. Hoy, ese misterio ha llegado a su fin. Los hallazgos realizados por los expertos del centro confirman la gran sofisticación del código empleado, muy por delante de su tiempo.
Dos cartas de 1502 y 1506
En 2015, el Museo del Ejército expuso un conjunto de cartas, procedentes del archivo de los duques de Maqueda,
en una muestra dedicada al Gran Capitán y solicitó la ayuda de expertos
del CNI para que intentaran dar con la clave, según confirma a ABC el
coronel Jesús Anson desde la institución toledana.
En
el CNI se lo tomaron como un desafío: abordar sistemas no
convencionales sirve de entrenamiento y la historia de las
comunicaciones secretas es un conocimiento útil. Pero además el trabajo
sobre estas cartas que abren una nueva ventana a la historia incumbe a
un centro que se considera «más servicio que secreto», en palabras de su director Félix Sanz Roldán.
El
Museo del Ejército, donde hoy serán presentados los resultados de la
investigación a la que ha tenido acceso ABC, pasó dos cartas al CNI,
fechadas el 27 de mayo de 1502 y el 14 de abril de 1506. Es un momento hirviente de nuestra historia, justo antes de la segunda invasión francesa de Nápoles,
la más importante. Al pie de una de ellas, por fortuna, el Gran Capitán
había descifrado apresuradamente unas pocas frases. Era como tener en
las manos un fragmento de la piedra Rosseta.
Aunque las cartas cifradas eran un sistema común en la Italia de la época, las tablas del Rey Católico estaban «muy bien pensadas»,
según los técnicos españoles de «sigint» (inteligencia de señales), a
prueba de ojos indiscretos. Es un precursor del sistema Vigenère, pero
bastante avanzado, tanto que no se hallará nada parecido hasta el siglo
XVII.
Conviene explicar, primero, que las palabras cifradas no tienen separaciones
para evitar detectar los finales y los principios. Existen símbolos
sueltos, que corresponden a letras. Pero no siempre son los mismos. Las
de más uso tienen cinco o seis correspondencias diferentes, con lo que no es posible detectar las repeticiones. Por otro lado, hay palabras que se transcriben como conjuntos de dos o tres letras y, como en el caso de los símbolos, las palabras que más veces aparecen pueden ser transcritas de cinco o seis maneras distintas.
Aplicaron
los símbolos conocidos en el trozo de la carta «Rosetta» al texto de la
otra carta y empezaron a extraer coincidencias. Uno de los primeros
casos fue la F de Felipe, que correspondía con el símbolo 31.
Así fueron desvelando pieza a pieza, como si fueran píxeles, una imagen
oculta que permitía decodificar las cartas. Una y otra vez sometieron a
nuevas combinatorias los textos de estas dos misivas y luego hicieron
lo mismo con otras dos cartas cifradas, más largas, de 7 y 11 folios,
disponibles en la misma colección. El castellano antiguo aportaba otra dificultad añadida al desafío. En total se han contabilizado 88 símbolos y 237 códigos de letras combinadas, y la tabla del «código Gran Capitán», en el momento inicial del imperio español, ha sido completada.
De
la primera transcripción se desprende que las cartas se corresponden
con fragmentos de otras «en claro» que había en el mismo archivo, pero
incluso en este caso se han podido descifrar cuatro párrafos que no figuraban en las copias y resultan reveladores.
Reproches del Rey
A la luz de este descubrimiento, estos primeros párrafos arrancados a un misterio de cinco siglos retratan al Rey Fernando reprochando al Gran Capitán, que también era su pariente,
que hubiera escrito «al Rey de los romanos y al Rey y Archiduque mi
fijo y han lo mirado algunos queriendo poner nota en vuestra limpieza».
Esas dudas las expresa el Rey porque Fernández de Córdoba había escrito
al archiduque con el fin de contratar mercenarios lansquenetes, una infantería profesional armada con picas
que precisaba para completar sus formaciones. Pero Fernando se lo
prohíbe: «No cureys de escrevirles cosa alguna y si algo vos escrivieren
o movieren consultad conmigo sobrello y esperad mi rrespuesta antes de rrespondelles porque para todo cumpll fazerlo asi».
En el fragmento de la misiva que ahora conocemos tampoco le permite enviar emisario alguno «a negociar cosas dese reyno porque faze alli mucho danno a
nuestros negocios fazerse mediante divisio apartamiento y si alguno
allí teneys escrevidle que luego se bvelva para vos que ya otras vezes
lo avemos escrito y en ninguna manera se dilate el rremedio».
En opinión de José Enrique Ruiz-Domènec, el mayor especialista en la figura de Gonzalo Fernández de Córdoba, estamos ante un hallazgo fundamental para revisar uno de los momentos más importantes de la historia de España.
Fernando el Católico tiene muchas reservas «ante una campaña muy
peligrosa en la que se jugaba mucho. Y las expresa de un modo diferente a
lo que decía en documentos oficiales». El secreto de estas misivas ha durado 500 años. Ahora, los historiadores deberán aplicar la aportación del CNI al resto de cartas cifradas con los secretos del reinado que iba a fundar un imperio.