Caseros, la traición a la patria
El pronunciamiento de Justo José de Urquiza, que implicó la ruptura con Juan Manuel de Rosas y derivó en una alianza de Entre Ríos con el gobierno de Montevideo y el Imperio de Brasil, fue el prólogo de un episodio clave en la historia nacional
El 1º de mayo de 1851 el gobernador de Entre Ríos emitió un decreto,
conocido como "el pronunciamiento de Urquiza", en el cual aceptaba la
renuncia que Rosas presentaba anualmente en la seguridad de que le sería
rechazada unánimemente por gobernadores y legisladores. Era, lisa y
llanamente, una declaración de guerra.
La
ruptura de los jefes federales se daba en medio de una tensa situación
entre la Confederación gobernada por Rosas y el Imperio del Brasil de
Pedro II. La relación de fuerzas era claramente favorable para
nuestra patria pues el Restaurador había preparado cuidadosamente, en
armamento y en adiestramiento, dos fuertes cuerpos militares: el
Ejército de Operaciones de la Confederación Argentina acantonado en
Entre Ríos y Corrientes bajo el mando del general Urquiza, que podía
poner entre 15 ó 16 mil hombres sobre las armas. Y el Aliado de
Vanguardia, en la Banda Oriental, con un número semejante de
combatientes argentinos y orientales, comandado por el general Oribe.
Pero entonces sucede lo insólito: en febrero de 1851 llega dirigida al
canciller brasileño Paulino una nota del Encargado de Negocios
brasileños en Montevideo informándole que un agente del Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones argentino lo había visitado para hablarle de la posibilidad de "neutralizar" a ese ejército.
Urquiza era rico, riquísimo, y uno de los secretos de ello era la
salida de oro hacia el extranjero por la puerta falsa de Entre Ríos lo
que le proporcionaba grandes ganancias irregulares pues Rosas había
prohibido en 1837 la exportación del oro a fin de mantener una
existencia que sostuviera el valor del peso e hiciera elásticas las
reacciones del mercado.
Antonio Cuyás y Sampere era hombre de confianza y socio comercial de
Urquiza, lo que hoy se llamaría un "operador". Herrera y Obes, canciller
en Montevideo, llamó a Cuyás y en nombre del Brasil le formuló una
pregunta: "En caso de una guerra de la Confederación con Brasil, ¿podría
contarse con la defección de Urquiza a sus deberes?", tal como lo
registró el catalán en sus Memorias. En ese entonces la mayor
expectativa brasilera era la no intervención del ejército enemigo.
La
respuesta de Urquiza fue la que podía esperarse de un general de la
Nación a cuyo mando estaba el principal ejército que se aprestaba a una
guerra contra el Imperio que osaba hacer una pregunta tan atrevida:
"¿Cómo cree, pues, el Brasil, como lo ha imaginado por un momento, que
permanecería frío e impasible espectador de esa contienda en que se
juega nada menos que la suerte de nuestra nacionalidad o de sus más
sagradas prerrogativas, sin traicionar a mi Patria, sin romper los
indisolubles vínculos que a ella me unen, y sin borrar con esa
ignominiosa mancha mis antecedentes?" (Carta a Cuyás, 20 abril de 1851).
Pero las relaciones entre Rosas y Urquiza se fueron deteriorando a
pasos agigantados pues don Juan Manuel no ignoraba las maquinaciones del
entrerriano, uno de cuyos secretarios, Nicanor Molinas, explicaría los
motivos de su insubordinación: "Al pronunciamiento se fue porque Rosas
no permitía el comercio del oro por Entre Ríos".
Los contactos entre Urquiza y los brasileños continuaron. El canciller Paulino se preguntaría: "¿Pero obrará Urquiza, en efecto, de buena fe?¿No será una comedia entre él y Rosas?".
Los brasileños imponen sus condiciones: Brasil se comprometería en una
acción militar contra Rosas solamente con la certeza de un público e
irreversible "pronunciamiento" de Urquiza contra el Restaurador. Además
exigían un compromiso escrito de que luego de la inevitable victoria de
ambos ejércitos unidos el entrerriano garantizaría al Imperio sus
premios: el reconocimiento de sus derechos sobre las Misiones
Orientales, la libre navegación de los ríos interiores argentinos, el
probrasileño Garzón elevado a la presidencia de la República Oriental,
el reconocimiento de la independencia paraguaya para que cayera en la
órbita del Imperio.
Finalmente
Urquiza, argumentando la necesidad de dar una Constitución a la
Argentina, a lo que Rosas se negaba, hace redactar el pronunciamiento en
contra del Restaurador. En el comunicado las tropas a sus
órdenes habían dejado de ser el Ejército de Operaciones de la
Confederación, ahora era el Ejército de Entre Ríos.
A continuación cruzó el río Uruguay el 19 de julio, dejando a otros
10.000 hombres en Entre Ríos para cuidar la retaguardia. El 4 de
septiembre, de acuerdo a lo acordado, 16.000 soldados de las fuerzas
brasileñas, entre los cuales se contaban 3.000 temible mercenarios
alemanes, también atraviesan la frontera. Oribe capitularía en la Banda
Oriental el 8 de octubre y el Ejército Grande se incrementaría aún más
con la incorporación de oficiales y soldados del Ejército de Vanguardia.
Domingo Sarmiento, convertido poco después de Caseros en acérrimo
enemigo del entrerriano, le escribirá: "Se me caía la cara de vergüenza
al oírle a aquel Enviado (del Brasil) referir la irritante escena y los
comentarios: ¡Sí, los millones con que hemos tenido que comprarlo (a
Urquiza) para derrocar a Rosas! Todavía, después de entrar en Buenos
Aires, quería que le diese cien mil duros mensuales".
El "Ejército Grande" podía haber entrado en Buenos Aires al día
siguiente de Caseros, 3 de febrero, que fue una breve escaramuza con el
resultado definido de antemano, pero los brasileños forzaron a Urquiza a
hacerlo recién el 20, aniversario de la batalla de ltuzaingó, como
reparación por aquella derrota del Imperio a manos del ejército
argentino.