Divorciados vueltos a casar: ¿Vivir como hermanos?
Veo con mucha sorpresa que cuando se habla de los llamados “divorciados vueltos a casar” se incurre con frecuencia en dos errores.
Por un lado, siguiendo las pautas del marxismo cultural les hacemos el juego llamándoles divorciados. El divorcio NO EXISTE. El matrimonio sacramental es indisoluble y no hay ley humana que pueda deshacerlo. Por lo tanto, estas personas son en realidad adúlteros y si han formalizado el “matrimonio” son además bígamos, tal como afirmaba el antiguo Derecho canónico penándolo con la excomunión –sanción por cierto eliminada por Juan Pablo II-. Es importante no edulcorar el hecho gravísimo. La victoria en el terreno del léxico es el primer paso para imponer la victoria en las ideas.
Por otro lado, y en esto incurren muchos autores “conservadores”, parece que se insinúa o reduce la dimensión matrimonial a la puramente sexual, cuando se repite con insistencia que mientras no mantengan relaciones sexuales dichos adúlteros podrían convivir juntos e incluso comulgar por motivos de caridad si viven “como hermanos”, fórmula inventada por Juan Pablo II en Familiaris consortio. Si bien es cierto que vivir “como hermanos” podría interpretarse muy ampliamente, creo que no me equivoco si afirmo con rotundidad que la interpretación generalizada de exegetas, párrocos y la propia autoridad circunscribe el “como hermanos” a evitar tener relaciones sexuales.
¡El matrimonio es mucho más que sexo! La familia es inherente al matrimonio, y pues el hogar de la misma, la intimidad afectiva (no sexual) y tantos y tantos detalles que forman en conjunto una familia.
No se trata de convivir con una mujer que no se conoce, sino que se convive con una pareja de la que supuestamente se está enamorado, y esto no es controlable a voluntad, con la que engañamos a nuestro cónyuge legítimo y que se ha apropiado de toda la dimensión completa del matrimonio fundando una ficción de hogar.
Es muy doloroso leer continuamente que mientras no haya relaciones sexuales dichas personas podrían seguir conviviendo. ¿Cómo va estar bien por Dios? Esa convivencia es intrínsecamente adúltera, aunque no haya sexo entre ellos. Se peca de pensamiento, palabra, obra y omisión, no sólo de obra. No lo olvidemos.
Cuando usted sigue conviviendo con la persona a la que ama, y como hemos dicho ese sentimiento no se puede apagar voluntariamente, peca por varias vías:
- Se expone de forma permanente a caer en el pecado carnal, y vivir deliberadamente en una forma de vida que expone al pecado, es ya en sí un pecado.
- Se vive en una situación de bigamia, y en eso da igual que haya o no relaciones sexuales, más bien se vive en tanto que se ha creado otro núcleo familiar “artificial” ajeno al auténtico.
- Aunque no haya relaciones sexuales, la expresión afectiva es igualmente adúltera, y el querer convivir con la persona a la que amamos es expresarle nuestra afectividad. Y esta expresión de la afectividad se potencia con mil detalles de convivencia tratando de simular ser una “familia”, cuando no se es. Por poner un ejemplo claro de esto, imaginemos que usted es un esposo y se enamora de otra persona, su obligación es rechazar ese sentimiento y no hacer NADA que no haría con otra persona, si usted es más delicado con esa persona por lo que siente por ella, si trata de aproximarse, de hablar más de lo normal.. usted está pecando porque hay ya un pecado de pensamiento, independientemente de que haya sexo o no, o siquiera de que la otra persona sepa de sus intenciones. ¿Cómo puede decirse que convivir deliberadamente con esa persona buscando la afectividad no es pecado?
- Se lleva al escándalo, o al error, a hijos, conocidos y familiares, que no tienen que estar enterados de lo que la pareja hace o deja de hacer en la cama, manteniendo una ficción de familia y haciendo profesión pública de que convivir afectivamente –nótese que excluyo el sexo aquí- dos personas casadas con otras parejas es algo normal.
Alejandro Cortazar