¿Necesita de verdad el islam un Lutero?
Durante los cuatro primeros siglos del islam, la interpretación de los textos sagrados (el Corán y los dichos y hechos del profeta contenidos en los hadices) fue más o menos tolerada por el principio de la «ijtihad», el esfuerzo reflexivo personal de los eruditos. Pero en el siglo XI, el califa Al-Hakam declaró definitivamente cerradas las puertas de la «ijtihad» y desde entonces ningún movimiento mayoritario ha sido capaz de abrirlas. Se acepta en el mundo teológico musulmán la tesis del teólogo Al Gazali (muerto en 1111), para quien el Corán solo puede ser explicado o comentado, pero nunca reinterpretado a título personal. La única crítica aceptable para las principales escuelas del islam es la de la validez de los miles de hadices transmitidos desde la muerte de Mahoma. Los intentos de Averroes de refutar a Al Gazali un siglo después para recuperar el discurso de la razón resultaron vanos, y las obras de médico-filósofo acabaron en la hoguera tras la ola integrista que invadió Al Andalus con la llegada de los almohades.
Esta realidad del temor a la razón -presente tanto en el islam suní(en torno al 90 por ciento del mundo musulmán) como en e- ha contribuido a generar el estereotipo de que el islam «necesita una reforma como la protestante dentro del orbe católico» para adaptarse a la modernidad.
Quienes defienden esta posición son habitualmente agnósticos de izquierdas occidentales e intelectuales musulmanes reformistas, muy activos en los platós de televisión y muy ausentes en las mezquitas y las escuelas islámicas. Los primeros con frecuencia saben muy poco del islam; los segundos suelen ignorar a Lutero.
De entrada, como recuerda el arabista John McHugo, la reforma protestante condujo a Europa a las guerras de religión, que es lo último que necesita ahora el islam; la tradicional hostilidad bélica entre los movimientos suní y chií ya tiene bastante leña con las guerras civiles que han encendido todo Oriente Próximo, en las que ambos bandos manipulan el factor religioso. Si algo precisa en realidad el islam sería, en todo caso, una «reforma católica» para recuperar el sentido de la doctrina común y de una jerarquía aceptada por todos. Una sola autoridad que asiente por ejemplo el rechazo de la violencia sin ningún género de dudas.
Lutero tiene más similitudes de lo que muchos piensan con el pensamiento integrista de las escuelas mayoritarias del islam. La protestante «sola fide» recuerda más la doctrina del islam sobre la trascendencia de la fe que el de la «fe con obras» católica. La «sola scriptura», grito de guerra de Lutero, sin magisterio ni tradición, conecta con la aversión mahometana al clero y a cualquier mediación entre Alá y la criatura. Por no hablar de la tensión iconoclasta de las escuelas mayoritarias suníes, que conecta la sobriedad de las mezquitas con la de los templos protestantes. ¿De qué reforma luterana hablan entonces los que predican esa revolución dentro del islam?