Cuáles son los tres secretos proféticos de Fátima
Ambos murieron poco después de las apariciones que conmovieron al país. Francisco, en 1919 y Jacinta,
en 1920. La epidemia de gripe terminó con sus vidas. Antes, padecieron
las burlas y persecuciones de varios de los habitantes que no creían en
sus relatos. Lucía sobrevivió a los males de la época y tomó los hábitos. Ingresó en el Convento Santa Teresa, en Coimbra. Moriría mucho después, en 2005. Fue ella quien escribió "los tres secretos de Fátima" que habían sido transmitidos a los tres, certificados y autorizados por la Congregación de la Doctrina de la Fe del Vaticano.
¿Qué
es el secreto? Me parece que lo puedo decir, pues ya tengo licencia del
Cielo. Los representantes de Dios en la Tierra me han autorizado a ello
varias veces y en varias cartas; juzgo que V. Excia. Rvma. conserva una
de ellas, del R. P. José Bernardo Gonçalves, aquella en la que me manda
escribir al Santo Padre. Uno de los puntos que me indica es la
revelación del secreto. Sí, ya dije algo; pero, para no alargar más ese
escrito que debía ser breve, me limité a lo indispensable, dejando a
Dios la oportunidad de un momento más favorable.
Nuestra
Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la
tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si
fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que
fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas
salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos los lados,
parecidas al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin
equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que
horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se distinguían
por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y
desconocidos, pero transparentes y negros.
–
Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para
salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi
Inmaculado Corazón. Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas
almas y tendrán paz. La guerra pronto terminará. Pero si no dejaren de
ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando
veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran
señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por
medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al
Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a
mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados.
Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no,
esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a
la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho
que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado
Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se
convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.
Después
de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de
Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego
en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a
incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que
Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel
señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz:
¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es
Dios: «algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando
pasan ante él» a un obispo vestido de blanco «hemos tenido el
presentimiento de que fuera el Santo Padre». También a otros obispos,
sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya
cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de
alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella,
atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso
vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los
cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte,
postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo
de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y
del mismo modo murieron unos tras otros los obispos sacerdotes,
religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres
de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había
dos ángeles, cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en
las cuales recogían la sangre de los mártires y regaban con ella las
almas que se acercaban a Dios.
"Quien
lee con atención el texto del llamado tercer 'secreto' de Fátima, que,
tras largo tiempo, por voluntad del Santo Padre, viene publicado aquí en
su integridad, tal vez quedará desilusionado o asombrado después de
todas las especulaciones que se han hecho. No se revela ningún gran
misterio; no se ha corrido el velo del futuro. Vemos a la Iglesia de los
mártires del siglo apenas transcurrido representada mediante una escena
descrita con un lenguaje simbólico difícil de descifrar. ¿Es esto lo
que quería comunicar la Madre del Señor a la cristiandad, a la humanidad
en un tiempo de grandes problemas y angustias? ¿Nos es de ayuda al
inicio del nuevo milenio? O más bien ¿son solamente proyecciones del
mundo interior de unos niños crecidos en un ambiente de profunda piedad,
pero que a la vez estaban turbados por las tragedias que amenazaban su
tiempo? ¿Cómo debemos entender la visión? ¿Qué hay que pensar de ella?", relató el por entonces cardenal Ratzinger, ex refecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Entre las
interpretaciones que se hicieron respecto al "tercer secreto" uno fue
discutido entre los emisarios del Papa y la protagonista. El hombre
vestido de blanco no es otro que el Sumo Pontífice, quien es víctima de
un ataque con arma de fuego. El pasaje de la revelación recordó el
atentado que sufriera Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981. En aquella oportunidad el papa diría que "una mano materna guió la trayectoria de la bala" salvándole la vida. Años después se conocería que Sor Lucía coincidiría con él.