En una conferencia de prensa realizada hoy en la curia arzobispal, el prelado dijo que no puede hablar de un “problema diplomático”, pero subrayó que hay “preocupación en la Nunciatura y la Conferencia Episcopal Argentina porque hubo una especie de desproporción en el operativo judicial”.
“Sale un artículo en un diario y casi automáticamente, de oficio, se decide el operativo. Cincuenta policías con armas, rompieron puertas. Nogoyá está conmocionada. ¿Era necesario tanto despliegue?”, se preguntó.
El arzobispo paranaense negó que la superiora del monasterio de la Preciosísima Sangre y Nuestra Señora del Carmelo haya impedido el accionar del fiscal y de los agentes de la fuerza de seguridad: “Les dijo demen un minuto para llamar al obispo, y le rompieron una puerta. ¿Eso es negarse?”.
Monseñor Puiggari recordó que hay Concordato entre la Santa Sede y la Argentina que dice que “en los problemas internos de la Iglesia, la Iglesia reconoce el Código de Derecho Canónico para regirse. Si es un crimen, evidentemente actúa la Justicia, pero cuando son problemas que están sucediendo dentro de una institución (religiosa), la Iglesia es la que tiene que responder en comunión con las autoridades”.
Asimismo, insistió en que el procedimiento debió ser “distinto” y haber informado primero al nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, dado que el monasterio depende directamente de la Santa Sede.
Al ser consultado sobre si el procedimiento judicial realizado ayer en el monasterio fue “como violar una embajada”, el prelado respondió: “No me animo a decir que tanto, pero hubo algo que fue desprolijo”.
“A mí en estos últimos tiempos me han acusado de muchas cosas con identidades ocultas. No sé quiénes son. Son calumnias y no puedo iniciar juicio porque el medio se guarda el derecho de la fuente, y entonces todo el mundo puede decir cualquier cosa sin dar la cara. Respeto que hagan la denuncia, pero (si dan la cara) puedo decirle demostrámelo”, dijo, y denunció: “Yo también estoy soportando calumnia tras calumnia, sin que den la cara”.
“No digo que no haya problemas (en el monasterio), ¿pero problemas para que intervenga la Justicia así?”, insistió en cuestionar.
Monseñor Puiggari dijo que no puede afirmar que haya “una campaña” contra la Iglesia, pero reclamó saber “cuál es el cargo y quién denuncia” y rechazó que las religiosas del monasterio estén privadas en forma ilegítima de su libertad.
"Son todas mujeres mayores de edad en su sano juicio que deciden y elijen una vida austera", afirmó, y añadió: "No es que se torturen entre ellas, no hay privación de la libertad. De ninguna manera se ha infringido ninguna ley, no sé cómo se puede tipificar el delito".
Por último, monseñor Puiggari destacó que "las Carmelitas son una de las congregaciones más antiguas de la Iglesia, que tiene una reforma muy importante en el siglo XV con Santa Teresa de la Cruz, es una de las órdenes más exigentes. Son monjas de clausura, de oración, de entrega, de alejamiento del mundo y de una vida de sacrificio".
El arzobispado de Paraná reprodujo ayer las declaraciones que, en conversación con Radio Corazón, monseñor Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná, pronunció respecto al allanamiento realizado al monasterio de la Preciosísima Sangre y Nuestra Señora del Carmelo, de Nogoyá, originada por una denuncia sobre presuntas torturas las hermanas Carmelitas Descalzas.
“Estoy un poco perplejo por la noticia. Me enteré esta mañana porque me llamaron las hermanas hoy temprano con la noticia de que habían allanado el convento”, expresó el arzobispo, sorprendido por la manera de actuar de la justicia: “Ante una denuncia de una revista ya se allana un convento como si fueran vendedores de droga. Hay instancias de diálogo que son mucho más fáciles. Podía ir el fiscal a tocar timbre y actuar de una manera más pacífica”, afirmó.
En la entrevista, monseñor Puiggari aclaró que “la vida de las carmelitas es muy exigente” y que “viven una vida austera y de oración”, y añadió que “si hay que corregir algo, se corregirá”, pero no de manera “sensacionalista”.
El arzobispo recordó que las Carmelitas dependen de la Santa Sede pero quien las protege es el obispo, y que siguen un reglamento a nivel mundial, aprobado por San Juan Pablo II.
Finalmente, sostuvo que la rapidez con que actuó la justicia “le llamó la atención”, y que “ojalá fuese así para todos”.+