Entrevista con el fiscal Norberto Quantín.
Recordamos al recientemente fallecido (26-Sep-2015) Dr. Norberto Quantín, católico
cabal, coherente, fue uno de los primeros en apoyar la
obra de Mons. Marcel Lefebvre en Argentina. Firme colaborador y sostén de la causa de
la Tradición Católica. Batalló desde la Justicia con reconocida honestidad
y probidad. Lo recordamos en una vieja entrevista con el fiscal
Norberto Quantín aparecida en Página/12.
Como no hemos podido actualizar anteriormente nuestra página,
aprovechamos para pedir a nuestros lectores, oraciones por el descanso
eterno de su alma y consuelo cristiano de su familia.
Dios lo tenga en Su Reino.
CONVERSACION CON
EL FISCAL NORBERTO QUANTIN
“El enemigo es el
deshonesto”
Tiene la edad en que se atenúa la capacidad de asombro. Sin embargo,
trabajar en las causas de Matilde Menéndez, del juez Norberto Oyarbide, de la
corrupción en el Concejo Deliberante y de las extrañas muertes del capitán
Horacio Estrada y Marcelo Cattáneo lo colocan al borde de la perplejidad, casi
a diario. Quantín le quitó horas a su día de descanso y el domingo por la
mañana, a la salida de misa, habló con Página/12 en un bar de San
Telmo.
Por Susana Viau
-Usted es profundamente
creyente. ¿En qué se parecen esa justicia y esta en la que trabaja?
-La otra es infalible y
absolutamente justa. Esta pretende ser justa, pero es una realidad que se aleja
cada vez más del ideal. Por eso suele decirse que el derecho se conforma con la
"justicia legal", la que está en los libros y más allá de que quienes
la aplican sepan que la verdad es diferente.
-Con sentimientos religiosos
tan fuertes, ¿nunca pensó en ser sacerdote?
-Cuando uno es joven piensa en
ser misionero, o héroe, una actividad de entrega y ser un sacerdote, un buen
sacerdote, es una de ellas. En otros tiempos cualquier muchacho tenía un ideal
relacionado con el servicio a los demás. Si era médico tenía más el objetivo de
ser útil a la humanidad que en ganar puntos con los laboratorios. Yo me plantée
ser sacerdote y vi que no era ésa mi vocación.
-Se lo acusa de lefebvrista...
-¿Acusa? No es un delito, por el
momento.
-Tiene razón, se lo
caracteriza "como".
-No hay doctrina lefebrvista,
simplemente hay católicos más apegados o más refractarios a las tradiciones.
-Pero el lefebvrismo se asocia
a la derecha política.
-Creo que no hay una definición
clara de lo que es la derecha política. La derecha en la actualidad no tiene
nada de la vieja derecha, que estaba más unida a la cultura, a la preservación
de ciertos valores. Esta derecha liberal está ávida de dinero, es absolutamente
materialista. La vieja derecha era popular, ésta es elitista. Además, hoy la
derecha no tiene ningún gran pensador que la exprese, sus pensadores sólo hacen
análisis económicos. No existe un pensamiento culto de derecha.
-¿Es cierto que es más fácil
que un camello pase por el ojo de una aguja que que un rico entre al reino de
los cielos?
-Dicen que en Jerusalén había una
puerta estrecha a la que llamaban "la aguja". Hay quienes desmienten
que fuera tan chica como se decía y sostienen, en cambio, que el camello, algo
agachado, podía pasar. De todos modos, en el Sermón de la Bienaventuranza los
pobres tienen asegurada la salvación y en la prédica la puerta a la que se
aludía era bastante estrecha, sobre todo si el rico no comparte lo que tiene,
no "comulga", que es compartir, para que haya menos pobres.
-¿Cuál es el valor que más
aprecia?
--La honradez, que para mí es la
coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se piensa y cómo
se vive. Esa es la virtud más difícil: hacer lo que se predica.
-¿Qué personaje o qué persona
admira?
-En la historia argentina, a
Belgrano; en la mundial, a San Luis, rey de Francia, que era un modelo de rey,
de hombre justo. Entre nosotros, al día de hoy, al doctor Maradona, o, si me da
otra oportunidad, al cura, que no conozco, pero hace la limpieza para los
chicos en el cotolengo.
-¿Cometió alguna vez un error
imperdonable?
-Errores cometí muchos, pero creo
que todos se pueden perdonar.
-Que usted no pueda
perdonarse, quiero decir.
-Uno siempre es muy benévolo para
juzgarse a sí mismo y yo pienso que mis errores siempre fueron cometidos de
buena fe, pero decir eso es una fanfarronada. Claro, nunca me senté a pensar
cómo podía joder a alguien, de eso sí estoy seguro.
-¿Su mayor pecado?
-La soberbia.
-¿O el orgullo?
-En nuestro idioma el orgullo
puede ser legítimo, uno puede estar orgulloso viendo crecer a un hijo. La
soberbia nunca lo es. Nunca es buena. Por eso los franceses distinguen entre
"l'orgueil" y "la fierté". Pero la vida me dio muchos
golpes y a esta altura sería estúpido ser soberbio. La soberbia misma es
estúpida.
-¿Su mejor virtud?
--Creo que no ser mezquino. Y no
es una cuestión de dinero, me parece que no soy mezquino con mis cosas, con mi
tiempo.
-¿Quién lo defraudó?
--Todos aquellos a los que voté.
-¿Cuál fue su día más feliz?
-Debería decir que el día que me
casé. Pero la felicidad es tan pequeña, tan fugaz, tan fragmentaria. Como
pequeños haces de luz en la oscuridad. Es efímera.
-¿Y, como contraposición, el
más triste?
-El 14 de junio.
-... Perdón, pero ¿qué pasó el
14 de junio?
-Fue el día de la rendición en
las Malvinas.
-La verdad, yo creí que me iba
a contestar que su día más triste había sido el de la muerte de su madre.
-Lo pensé, ¿sabe? Iba a contestar
el 28 de junio pero no sabía cómo decirlo, porque es algo muy personal.
Ese sí fue un día triste. Yo estaba dando exámenes en el Liceo Naval y había
unas separaciones para evitar que nos copiáramos. Uno de los oficiales me
miraba todo el tiempo y daba vueltas. Yo me imaginé que era porque sospechaba
que me estaba copiando. Al ratito me llamó y me dijo: "Cadete: tengo la
obligación de comunicarle que murió su madre. Prepárese y vaya a su casa".
Así nomás. Y a lo mejor no hay otra forma. Nunca voy a olvidarme de ese viaje
hasta mi casa. El año que pasé en el Liceo, saliendo sólo los fines de semana y
sabiendo que ella estaba enferma fue muy duro, de los peores de mi vida.
-¿Es más cómodo el lugar del
fiscal que el de juez, o de defensor?
-Dada la altísima ineficiencia de
la Justicia hoy, el rol más cómodo es el de defensor y si se tiene la suerte de
pertenecer a ciertos estudios "con llegada" no sólo es el más cómodo
sino el mejor remunerado.
-¿En qué caso grande le
hubiera gustado intervenir?
-A mí me gustan dos tipos de
casos: los homicidios donde hay que jugar una especie de ajedrez para
investigar o los grandes casos de corrupción en los que la Justicia puede ser
útil para corregir la situación.
-¿Qué falta no les perdonaría
a sus subordinados?
-Pasarse al enemigo.
-¿Y quién es el enemigo?
-El bando de los deshonestos,
usar un cargo que la comunidad paga para encubrir la corrupción. Eso es
imperdonable, cruzarse a la vereda de enfrente. No tiene retorno. Podría
perdonarlo personalmente pero nunca como hombre de la Justicia. Tuve un
empleado, un ordenanza, acusado de corrupción de menores. Lo visité en la
cárcel, le llevé algunas cositas pero nunca hubiera movido un dedo para mejorar
su situación.
-¿Por cuál de sus
colaboradores pondría las manos en el fuego?
--Por todos.
-¿Son muchos?
-Quince.
-¿Qué circunstancias lo harían
abandonar la Justicia?
-Si advirtiera que los fracasos
superan netamente los aciertos.. O que en algún momento se me impidiera hacer
libremente mi trabajo, o que el grado de corrupción lo hiciera irrespirable. O
si se me da la gana y quiera ser mago, nada más, o tener todas las vidas que
uno no ha podido tener.
-¿Qué insulto lo ofende más?
-El que pone en duda la
honestidad.
-¿Y cuál es el que usa con
mayor fervor?
-Tengo una amplia variedad para
cada ocasión. Cuando me pongo loco digo cualquier cosa. En ese sentido mi
cultura está bastante enriquecida.
-¿Un pintor?
-El Bosco. El Bosco y Brueghel.
Yo viví dos años en Madrid y tenía entrada gratis a El Prado. Habré ido casi
cien veces y sin embargo conozco poco el museo porque me costaba salir de esa planta
baja. Ahí me explotaba la imaginación. Algo que también me pasa frente a El
entierro del conde de Orgaz. Puedo quedarme una hora delante de él, en Toledo,
imaginándome qué pasaba por la cabeza de cada uno de esos hombres. Y Monet, la
delicadeza de Monet. En el primer caso es un interés intelectual; en el
segundo, religioso. En el caso de Monet, la experiencia estética.
-¿Un libro?
-Y... Albert Camus. La peste. Es
el libro de este siglo que más me impresionó.
-¿Una música?
-Tengo un tapón en la oreja, pero
Mozart me gusta, claramente.
-¿Una ciudad?
-Lisboa. Es muy cosmopolita y muy
portuguesa. Muy melancólica también. Lisboa es la ciudad más hermosa del mundo.
-Siendo usted mago no puedo
dejar de preguntarle por un truco preferido.
-Uno de cartas. Se llama
"Fuera de este mundo" y era el preferido de Churchill. En plena
guerra levantaba reuniones para que Paul Curry se lo hiciera, por enésima vez,
y poder descifrarlo.
-¿Y en qué consiste ese
metafísico "Fuera de este mundo"?
-El mago da un mazo de cartas al
espectador, que tiene que dividirlas, siempre boca abajo y sin verlas, por
color. Cuando las da vuelta, el espectador ha acertado: están todas las rojas
juntas y las negras con las negras.
-¿Una figura importante en su
vida?
-Margarita, mi mujer. Es mi
brújula. Cuando aflojo, ella me marca el rumbo con total generosidad. Digo
generosidad porque sabe que ese rumbo es el que no trae ni honores ni dinero y
sí algunas amarguras. En eso es inflexible.
-¿Qué deuda tiene con usted
mismo?
--Convertirme.
-¿Cómo dijo?
-Convertirme , un cristiano
siempre debe convertirse para ser un buen cristiano. Y esa deuda no se paga
hasta el último día.
-Y en un plano más terrenal,
¿qué se debe todavía?
-A mí la vida me dio mucho.
Pero, a lo mejor, volver a pasear por ciudades que me dan mucha nostalgia y
poder tener más tiempo con la familia y con los amigos. Disfrutar más de todo
eso. Que no es poco.