UN PROBLEMA DE
ENORMES DIMENSIONES
En esta nota
expondremos algunas ideas del Papa Emérito Benedicto XVI, no sólo porque
es decisivo trabajar por acrecentar las virtudes, como él lo ha hecho y
hace, sino porque igualmente es bueno destacar al menos algunos aspectos
de su obra, pasado algún tiempo, para reconsiderar el camino que él ha
andado, lo que sin duda nos sirve para afrontar con energía lo porvenir,
haciéndolo luego de la contemplación de la magnífica tarea que el
Pontífice nos ha dejado, para enderezar yerros y suprimir defectos
propios.
Hemos de partir de
la base que por el cambio climático se amplía el cinturón tropical, sube
el nivel de los mares, los polos se derriten, los agujeros de ozono no se
cierran, se producen gigantescos incendios forestales, inundaciones nunca
vistas, olas de calor y períodos de sequía inesperados.
Organismos y
conferencias internacionales han sostenido que a la humanidad sólo le
quedan unos pocos decenios para llegar a un punto de no retorno, a partir
del cual ya es demasiado tarde para controlar con las propias fuerzas la
problemática del mundo altamente tecnificado, habiendo manifestado una
serie de expertos que ese punto ya se ha alcanzado.
¿Esto se debe a que
hay cosas que estamos haciendo mal, o a que la tierra es incapaz de
resistir el enorme potencial de desarrollo de nuestra especie, o a
que acaso aquélla no está hecha en absoluto para que vivamos aquí de forma
duradera?
Pues bien, al menos
la experiencia nos dice que no permaneceremos aquí eternamente, pero
seguramente hay cosas que estamos haciendo mal.
Cierto es que hemos
llegado a esta altura al amparo de los conceptos fundamentales de progreso
y libertad, mas tal verdad impone los desarrollos que siguen.
En primer lugar, no
cabe duda que el progreso también puede ser destructivo, supuesto en el
cual no es verdaderamente progreso. En efecto, ¿es progreso si podemos
destruir por ejemplo mediante armas atómicas, o hacer, seleccionar y
eliminar seres humanos?
En segundo lugar,
el progreso puede ser, por una parte, de conocimiento, de captación de la
realidad, el que se dio de modo increíble por la combinación de la
visión matemática del mundo y los experimentos. Y el conocimiento es
poder, ha traído consigo poder, pero de una forma en la que, ahora, con
nuestro propio poder somos capaces al mismo tiempo de destruir el mundo
que creemos haber descubierto por completo.
En tercer término,
ocurre que en lo que hasta ahora ha quedado expuesto, falta una
perspectiva esencial: el aspecto del bien. Se trata de la pregunta ¿qué es
bueno?, ¿hacia dónde el conocimiento debe guiar el poder?, ¿se trata
solamente de disponer sin más o hay que plantear también la pregunta por
aquello que es bueno para el hombre, para el mundo?
Esta cuestión es,
entonces, ¿cómo puede lograrse un dominio ético y humano del progreso? Y
para una respuesta, retomamos que en esto está comprometida también la
libertad, la que se entiende generalmente como libertad para poder hacerlo
todo, como consecuencia de lo cual lo que se puede hacer hay que poder
hacerlo, pues de lo contrario se va contra la libertad.
Ahora bien, es
indudable que el poder del hombre ha crecido de forma tremenda, pero lo
que no creció con ese poder es su potencial ético, desequilibrio –que hoy
se refleja en los frutos– que resulta de que no fue pensado en clave
moral.
No obstante, frente
a la catástrofe que nos amenaza se ha suscitado en muchos el
reconocimiento de que tenemos que tomar decisiones morales. Pero la
traducción de ese reconocimiento en voluntad y en acción políticas se ve
imposibilitada mientras falte disposición a la renuncia.
Con lo que antecede
se quiere decir que la voluntad política no puede ser eficaz si no existe
en la humanidad entera –desde las decisiones personales hasta pasar sobre
todo por los impulsores principales del desarrollo y del progreso, ya que
no sólo están los egoísmos individuales, opuestos entre sí, sino también
los egoísmos grupales– una conciencia moral nueva y más profunda, una
disposición a la renuncia que sea concreta y se convierta también en el
individuo en una norma de valores para su vida, no bastando la limitación
a convocar manifestaciones aparatosas…
Y refiriéndonos a
la libertad, vale la siguiente cita textual de Benedicto: “Para muchos, el
ateísmo práctico es hoy regla normal de vida. Se piensa que tal vez haya
algo o alguien que en tiempos remotísimos dio un impulso inicial al mundo,
pero ese ser no nos incumbe en absoluto. Si esa postura se convierte en la
actitud general de la vida, la libertad no tiene ya más parámetros, todo
es posible y todo está permitido. Por eso también es tan urgente que la
pregunta sobre Dios vuelva a colocarse en el centro. Por supuesto, no se
trata de un Dios que de alguna manera existe, sino de un Dios que nos
conoce, que nos habla y que nos incumbe. Y que, después, será también
nuestro juez”, luego de permitirnos reconocer lo que es posible, lo que se
puede, lo que se debe.
En una próxima
oportunidad nos ocuparemos de la Encíclica “Laudato si”, de S. S.
el Papa Francisco.