Viuda, Religiosa,
y Abogada de Imposibles
Martirologio Romano: Santa
Rita, religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró
pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su
marido y sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San
Agustín en Casia, de la Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo
sublime de paciencia y compunción († c.1457).
Breve
Biografía
Vista
de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro
humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del
dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena
podría ser de ayer como de hoy.
Rita
nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas
apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y
ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el
propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con
Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías
de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer
dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del
marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en
silencio.
Su
bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de
vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos
rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue
encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya
grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de
la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran
de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los
llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración,
humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin
hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas
de Casia. Pero su petición fue rechazada.
Regresó
a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos
protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de
Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los
tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento,
abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las
religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo
vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de
entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al
amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su
pasión, clavándole en la frente una espina.
Este
estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con
una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante
catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las
oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones.
Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo.
Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año
1900.
ORACIÓNOh Dios omnipotente,
que te dignaste conceder
a Santa Rita tanta gracia,
que amase a sus enemigos y
llevase impresa en su corazón
y en su frente la señal de tu pasión,
y fuese ejemplo digno de ser imitado
en los diferentes estados de la vida cristiana.
Concédenos, por su intercesión,
cumplir fielmente las obligaciones
de nuestro propio estado
para que un día podamos
vivir felices con ella en tu reino.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.
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