La campana de Huesca que hizo repicar el Rey Monje
Ramiro II quería una gran campana, que se oyera por todo Aragón, y ¡vaya si fue sonada!, según la leyenda
En el Palacio de los Reyes de Aragón, hoy sede del Museo de Huesca,
existe una lúgubre estancia bajo el Salón del trono a la que se accede
por unas cortas escaleras. Es la conocida como la Sala de la Campana, en
recuerdo de una cruenta leyenda supuestamente acaecida allá por el
siglo XII, en tiempos del reinado de Ramiro II (1134-1137).
Tercer y último de los hijos de Sancho Ramírez y
Felicia de Roucy, nada hacía prever que Ramiro llegaría a gobernar. El
suyo era un destino eclesiástico. En su infancia y juventud en el
monasterio benedictino de Saint Pons de Thomières (San Ponce de Tomares), donde era abad Frotardo,
después al frente de la abadía de Sahagún. Acababa de ser elegido
obispo de Roda cuando murió su hermano Alfonso el Batallador y se vio
proclamado rey por las ciudades aragonesas.
Cuenta un romance
que el Rey Monje o Rey Cogulla, como fue llamado, encontró una Corte de
intrigas en la que los nobles le despreciaban: «Don Ramiro de Aragón,
el Rey Monje que llamaban, caballeros de su Reino asaz lo
menospreciaban, que era muy sobrado manso y no sabidor en armas: por lo
que no le obedecen, por lo que le desacatan».
Los nobles «fazían guerras entre si mismos en el regno et matavan et robavan las gentes del regno», según la «Crónica de San Juan de la Peña», escrita en el s. XIV, el primer documento que recoge la leyenda de La Campana de Huesca.
Según ésta, la situación era de tal gravedad
que el rey decidió actuar. Envió un mensajero al monasterio de Tomares
con una carta para Fray Frotardo rogándole consejo. El abad leyó el
escrito de Ramiro II e hizo que el mensajero le acompañase hasta un
huerto con muchas coles. Allí cogió una hoz y cortó las coles más
crecidas. Hecho esto, dijo al mensajero: «Vete a mi señor el rey y dile
lo que has visto, no te doy otra respuesta».
La atroz campana
Tras escuchar a su mensajero, Ramiro II convocó
a las Cortes en Huesca haciendo llegar a los nobles su deseo de contar
con una gran campana cuyo sonido se escuchase por todo el reino.
«Vayamos a ver aquella locura que nuestro Reye quier fazer (sic)», dice
la Crónica de San Juan de la Peña que pensaron los nobles y caballeros.
A los quince más influyentes les hizo bajar a
un lugar del palacio donde, uno a uno, fueron decapitados. La tradición
refiere que sus cabezas fueron colgadas en semicírculo de forma que
formasen una campana y después se hizo entrar al obispo Ordás de
Zaragoza y se le preguntó si la obra le parecía completa. Éste, lleno de
terror y temiendo la suerte que le aguardaba, respondió al monarca que
ningún requisitivo faltaba, pero el Rey Monje le dijo: «Sí que le falta
algo, y esto es el badajo, y para suplirlo destino tu cabeza». Así se
ejecutó, según la leyenda relatada por Gregorio García-Arista y Rivera,
de las Reales Academias Española y de la Historia, en ABC en 1926.
Una vez ejecutados los desleales, el monarca
invitó a bajar con él al resto de los nobles para ver la gran campana de
la que les había hablado. «¡Váis a ver la campana que he hecho fundir
en los subterráneos para repique a mayor gloria y fortaleza de Ramiro
II! Estoy cierto que su tañido os hará comedidos, solícitos y obedientes
a mis mandatos», pone Concepción Masiá Vericat en boca de Ramiro II en
su libro sobre «Mitos y leyendas universales» (2007).
José Casado del Alisal
mostró el horror que se dibujó en los rostros de los nobles en un
cuadro pintado en 1880 que se exhibe en el Ayuntamiento de Huesca y que
se ha convertido en icono de la leyenda. El escritor oscense Alejandro
Alagón, en su libro «Varios nombres para un cuadro» (2012) sugiere que
el artista palentino retrató entre los caballeros a Gustavo Adolfo Bécquer, como homenaje en el décimo aniversario de su fallecimiento.
El relato sirvió de inspiración para numerosas obras literarias, como «La campana de Aragón» de Lope de Vega o la novela «La Campana de Huesca» (1852) de Cánovas del Castillo, y dio lugar al dicho «más sonado que la Campana de Huesca» con el que se refiere a un suceso de gran repercusión.
En el Museo de Huesca, casi 40.000 personas pudieron visitar en 2014
laSala de la Campana, donde la tradición sitúa la leyenda pese a que el
Palacio de los Reyes de Aragón fue construido a finales del siglo XII
por orden de Alfonso II, nieto de Ramiro II, aunque posiblemente sobre
una construcción anterior. «No hay datos para conocer si se le llamó así
desde el principio o desde cuándo», señala Aixa Álvarez, conservadora
del museo. El castigo histórico
La Gran Enciclopedia Aragonesa (GEA) ve el posible origen de La Campana
de Huesca en el relato del árabe Ibn Idari, que narra cómo caballeros
aragoneses habían roto las treguas con los musulmanes, lo que motivó la
intervención de Ramiro II,
que ordenó la decapitación de siete señores culpables de la ruptura en
1135. «Ese año desaparecieron estos siete señores: Lope Fortuñónez de
Albero, Fortún Galíndez de Huesca, Martín Galíndez de Ayerbe, Bertrán de
Ejea, Miguel de Rada de Perarrúa, Íñigo López de Naval y Cecodín de
Ruesta», apunta la GEA.
Según Antonio Ubieito,
la represión podría haber sido causada por una rebelión de algunos
nobles que se habrían sometido al rey navarro García Ramírez en
perjuicio de Ramiro.
De lo que no parece haber duda es de que «Ramiro tuvo que hacer
frente a unos nobles rebeldes, a los que probablemente eliminó de manera
violenta», según señaló Carlos Laliena, catedrático de Historia
Medieval de la Universidad de Zaragoza, en una conferencia en Huesca en 2014.
La anécdota de las coles de la leyenda se basaba en fuentes clásicas, como identificó el historiador Jerónimo Zurita en sus Anales de la Corona de Aragón
(1562) recordando a Tarquino, el último rey de Roma, que según Tito
Livio cortó las adormideras más altas como consejo para Sexto Tarquino.
También Hérodoto, Dionisio de Halicarnaso y Valerio Máximo recogieron en
diferentes versiones un cuento popular similar en el que se cortan
espigas u otras plantas.