«La Ciencia no sirve para demostrar que Dios no existe»
Carlos A. Marmelada publica el volumen «El Dios de los ateos» en el que expone los sustentos del ateísmo, basados en una «idea de los filósofos clásicos que nada tiene que ver con el Dios católico». Concluye como un latigazo a las conciencias: «No hay argumentos teóricos ni razones objetivas para ser ateo»
Con 27 años de docencia a sus espaldas y cinco publicaciones que le hacen valedor de una de las bibliotecas de conocimiento teológico más amplio del panorama literario nacional, Marmelada (Barcelona, 1962) no pretende desmantelar los sofismas planteados por el ateo con su nueva publicación. Sí lanza empero algunas reflexiones directas al corazón (más bien, a su raciocinio) del no creyente, como que los sustentos intelectuales de este pensamiento no hablan del Dios de los cristianos, es un «dios» imaginado por la idea de filósofos concretos que ha adoptado nuestra cultura. Expone de forma concienzuda las tesis de esos pensadores e introduce un debate de plena actualidad, tras los ataques en «nombre de la fe» perpetrados por yihadistas islámicos contra el semanario francés «Charlie Hebdo». Para el ateísmo, la existencia del mal es la prueba capital de que Dios existe. El autor desbanca ese argumento: precisamente, es al contrario, afirma. «La existencia del mal es la prueba de que Dios existe. Dios tolera la existencia del mal para poder extraer de él bienes» (página 264). Un aforismo tan interesante que obligaría a remodelar los capiteles de las columnas que sujetan el ateísmo de nuestros días. Y otra llamada a la meditación introspectiva de cada cual: «La Ciencia trata procesos materiales. Dios es inmaterial». Ergo, «no hay un solo argumento científico que pruebe que Dios no existe».
-De acuerdo con su titular del libro, ¿cuál es «el dios de los ateos?
-El título no alude a los becerros de oro (el poder, el dinero o la
fama, por ejemplo) que pueden adorar los que dicen rechazar toda fe
religiosa. El título hace referencia al tema central que se trata en el
libro. Los ateos dicen que el Dios de los creyentes no existe, ¿pero qué
Dios creen los ateos que tienen los cristianos? Cuando se estudia este
tema uno se lleva la sorpresa de que el Dios que niegan los ateos no es
el Dios creador, personal y providente, del que nos habla el
Cristianismo, el Dios Amor de San Juan; sino el Dios concebido por
Spinoza o Hegel, que eran panteístas; o el Dios juez riguroso e
implacable de Kant, que era fideísta. En fin, los grandes ateos no
niegan el Dios que nos enseñan en la catequesis, sino un Dios imposible,
el de la teología racionalista y el del idealismo absoluto. En el libro
se explica de una forma documentada.
-Cuando usted apela a la confusión que se da
entre los ateos que no especifican, que no identifican a un dios en
concreto, ¿a qué dios se refiere entonces el ateo cuando dice que no
cree en Dios? ¿No serviría, ortográficamente, con modificar la grafía:
es decir, no creen en un dios o no creen en Dios, el Dios de los
cristianos, Jesucristo?
-Cuando los grandes ateos teóricos, como Nietzsche o Sartre rechazan
la existencia de Dios, lo hacen porque sostienen que los cristianos
decimos que Dios se causa a sí mismo y esto es, efectivamente,
imposible. Pero ese es el parecer de Spinoza y Hegel. La Teología
Natural, en cambio, sostiene que Dios es la Causa Primera de todo, pero
que Él no tiene causa, es la única causa incausada. Por otra parte,
dicen que nos equivocamos cuando sostenemos que Dios es el Ser y que
esto significa que es la realidad más vacía de todas. Pero nuevamente
hay un grave error histórico, porque ésta era la opinión de Hegel. Ya el
filósofo griego Aristóteles (siglo IV a. de C.) se percató de que Dios
es la plenitud, el ser más rico de todos, el más perfecto y con él, a
partir del siglo XIII, la tradición teológica cristiana.
-En términos personales, cualquiera le diría al
autor, al señor Marmelada, que cómo ha pasado de rendir tributo en un
excepcional libro, por cierto, al «héroe» Juan Pablo II a hablar sobre
los ateos y la falta de creencias por parte de estos…
«En el libro no se juzga a nadie. Se debaten las ideas»
-Ha colaborado también en el libro «60
preguntas sobre ciencia y fe respondidas por profesores de universidad»
(Stella Maris, 2014). ¿Cuál es la pregunta digamos «estrella» sobre
ciencia y fe que más se hace el ciudadano?
-Tal vez la pregunta que más se puede planear la gente es la de si la
Ciencia puede demostrar verdaderamente que Dios no existe. En fin, si
el progreso de la Ciencia hace que resulte innecesaria la Religión. A
algunos creyentes les puede generar dudas el hecho de que grandes
científicos aduzcan que sus investigaciones les llevan a concluir que
Dios no existe. Esto sucede especialmente en el campo de la cosmología,
la evolución y la neurociencia. Pero lo cierto es que la Ciencia no
sirve para demostrar que Dios no existe. De hecho, otros grandes
científicos, como es el caso de Francis Collins (el director del primer
equipo en descifrar el genoma humano), sostienen que profundizar en
conocimientos científicos de la realidad les ha llevado a creer que debe
existir un principio absoluto que es trascendente a la Naturaleza y que
es la causa última de todo, el fundamento racional de la realidad que
la ciencia, con tanto esfuerzo y éxito, trata de comprender.«La pregunta que más se hace la gente es si la Ciencia puede probar que Dios no existe»
-¿Es más difícil razonar la existencia de Dios o argumentar la existencia del ateísmo?
-Lo primero es difícil, lo segundo es imposible. Me explicaré. Los
argumentos racionales del ateísmo clásico, el de los filósofos ateos de
los siglos XIX y XX, son inconsistentes, hasta el punto de que han sido
abandonados, ya no se repiten; los argumentos teóricos de los ateos del
siglo XXI han pasado de la Filosofía a la Ciencia. Ahora ya no se dice
que Dios no puede existir porque es imposible que el «ens causa sui» de
Spinoza y Hegel o el «ens realissimum» de Kant sean entes objetivos.
Ahora se dice que Dios no existe porque el Universo no tiene contornos
en el espacio y el tiempo, o sea: es eterno (Stephen Hawking) o porque
tiene origen pero no causa (Lawrence M. Krauss, cosmólogo). En
definitiva, ningún argumento teórico aducido por los no creyentes ha
conseguido demostrar que Dios no existe. Por su parte los argumentos
racionales a favor de la existencia de Dios esgrimidos desde hace siglos
deben ser minuciosamente analizados para poder determinar aquellos que
tienen validez probatoria de los que no son adecuados.
-El subtítulo del libro reza «Las sorprendentes
claves del mayor debate de todos los tiempos». ¿Nos daría alguna de
esas claves?
-La primera cosa que sorprende cuando se investiga este tema es lo
poco que tiene que ver la idea de Dios de los filósofos ateos con el
Dios católico, por ejemplo. Sorprende también que el ateísmo actual, el
indiferentismo, esté convencido de que ya no hace falta plantearse la
cuestión de Dios porque este tema ya lo zanjaron los grandes ateos de
los siglos anteriores. El último gran argumento que queda en pie sería
la incompatibilidad entre la existencia de un Dios omnipotente, creador,
omnisciente y perfectamente bueno con lo que simboliza Auschwitz; es
decir: el mal moral en el mundo, el sufrimiento injusto de los
inocentes. La existencia del mal no sólo no demuestra que Dios no
existe, sino que es una prueba de su existencia; esto, naturalmente, hay
que explicarlo y entenderlo bien.El lector se sorprenderá también cuando lea que Kant proclamó que su «Crítica de la razón pura» era un gran intento por acabar con el ateísmo y el materialismo, teniendo como resultado el agnosticismo, él lo decía en el sentido de que la existencia de Dios se demostraba por la vía de una necesidad moral, pero lo que sucedió en realidad es que su pensamiento se utilizó para fundamentar el ateísmo práctico en el que ha desembocado el agnosticismo; por citar sólo algunos ejemplos.
«La voluntad juega un papel clave a la hora de rechazar la existencia real de Dios»
-Si tuviese que recopilar los argumentos
cruciales para el ateísmo, ¿cuáles serían? ¿Nos podría ayudar usted a
elaborar una especie de decálogo de principios del buen ateo?
-Es imposible elaborar ese decálogo, porque los argumentos no llegan a
diez. Pero sí es cierto que hay toda una serie de estereotipos. Marx
decía que él no daría pruebas de la existencia de Dios porque eso ya lo
había demostrado Ludwig Feuerbach cuando sostuvo que «Dios no es otra
cosa que reunir en un concepto todas las cualidades buenas del ser
humano y objetivarlas en una figura celestial»; en fin, «Dios no crea al
hombre, sino que es el hombre el que crea a Dios». Esto se ha repetido
con diversas variantes; la más actual sería el ateísmo de la
neuroteología, la cual sostiene que Dios es un invento del cerebro, el
fruto de la actividad eléctrica neuronal. Nietzsche afirmaba que «Dios
no existe porque si existiera él querría ser Dios, pero como esto no era
posible Dios no podía existir». Sartre adopta este mismo argumento pero
revistiéndolo de un complejo y técnico aparato conceptual en su obra
«Crítica de la razón dialéctica». Ambos coinciden en rechazar la
existencia de Dios porque lo caracterizan como el ser que es causa de sí
y eso es imposible que pueda existir. También coinciden en negar a Dios
porque afirman que es incompatible con la libertad absoluta del ser
humano, lo que Sartre denominó «Teoría de la mirada». El argumento falla por negación de la mayor: la libertad humana no es absoluta, ni siquiera a nivel moral (axiológico). Otros, como es el caso de Einstein, lo hacen siguiendo a Freud, sostienen que «Dios es un invento de la mente humana para apaciguar los miedos atávicos», se trataría de una figura que nos daría paz y confort frente a los temores que nos depara el destino incierto, igual que un niño pequeño acude a su padre para apaciguar todos sus temores la humanidad se habría inventado un padre celestial para tranquilizar sus miedos. Y, como no, un buen ateo ha de rechazar que Dios exista realmente porque es incompatible con todo el sufrimiento que se ve en el mundo y en la Historia de la humanidad.
-Abundando en ello, ¿qué predica un buen ateo?
-Hay varios tipos de ateísmo, el clásico (el de los siglos XIX y XX),
que he comentado más arriba. El ateísmo sociológico actual, el
indiferentista, no diría nada si le hablas de Dios, te miraría como si
fueras un marciano, se encogería de hombros y se marcharía a vivir el
día a día. Como es habitual en él, Nietzsche se adelanta a su tiempo y
se convierte en el heraldo de una nueva época gracias a una parábola
titulada «El hijo del carcelero», en la que, con una prosa elegante y
majestuosa, explica cómo un buen día un preso que llevaba muchos años
encarcelado se puso ante los demás en el patio y les dijo a los otros
reclusos que creyeran en él, que él era el hijo del carcelero y si
creían en él les iba a salvar. Los presos reaccionaron encogiéndose de
hombros y continuaron indiferentes dedicándose a los suyo. Por otra parte, la nueva elite intelectual atea agrupada en torno a las más recientes teorías cosmológicas dirían que Dios no existe porque el universo se ha creado a sí mismo a partir de fluctuaciones topológicas del vacío cuántico, incluidas las propias leyes del universo; como si esto solucionara el tema, pues estaríamos afirmando que algo surge de algo. Algo similar dirían los ultradarwinistas: «Dios no existe porque el género Homo surge por evolución biológica a partir de un homínido no humano» (algunos etólogos lo definen como el tercer chimpancé); como si este hecho anulara realmente la existencia objetiva de Dios. Para los neuroteólogos, Dios es una invención del cerebro, puesto que los escáneres revelan que cuando se hace meditación hay ciertas áreas del cerebro que se activan. Seguro que cuando comemos un yogur hay ciertas zonas del cerebro que se activan y no por eso el yogur es un invento de nuestra mente.
-Viendo y releyendo a los grandes pensadores que
usted introduce en su libro (Camus, Sartre, Nietzsche, Hume, Popper,
Spinoza…) la gente creería que es «razonable» seguir los principios
preconizados por esos intelectuales...
-Es normal; de Nietzsche se dice que es el autor de la mejor prosa
alemana del siglo XIX, y textos como la parábola mencionada avala
justamente esa opinión. Sartre y Camus ganaron merecidamente el Premio
Nobel de Literatura; y así podríamos continuar reconociendo los méritos
personales de los autores citados. Pero lo importante es seguir sus
razonamientos. El libro está consagrado a eso. Y que cada lector saque
sus propias conclusiones. Es un libro muy respetuoso. Claro y profundo,
pero muy respetuoso. Encaminado a estimular la reflexión y huyendo del
adoctrinamiento. No me escondo, la conclusión es que no hay razones
objetivas para ser ateo, en el sentido de que no hay argumentos
racionales teóricos que logren demostrar de un modo objetivo y
satisfactorio que Dios no existe. Ser ateo es una decisión personal, es
un acto de la voluntad que, eso sí, puede ir acompañado de argumentos
racionales, pero que, tal como se analiza en el libro, si son como los
propuestos hasta la fecha, no son probatorios. No obstante, esta tesis
se defiende respetando siempre de un modo profundo y sincero a todo el
mundo y exponiendo las ideas y los razonamientos con honestidad.«No hay razones objetivas ni argumentos racionales para ser ateo»
-En ese debate enconado que propone entre un
ateo y un cristiano, ¿cómo pueden dialogar entre ellos? ¿Cuáles serían
los puntos de encuentro que debieran hallar en esa conversación?
-El ateísmo actual se caracteriza por ser indiferentista, práctico,
masivo (antes el ateísmo era un fenómeno extremadamente minoritario),
rehúye de dar argumentos (al menos el ateísmo sociológico), por tanto es
volitivo y no racional. Para mí, y siendo muy breve, el diálogo entre
el teísmo y el ateísmo actual se debe hacer desde el mutuo respetoy
desde aquello que nos une a todos: el respeto a la dignidad de la
persona, la solidaridad, la defensa de la libertad y de los valores más
fundamentales, como los recogidos en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, trabajar en favor de todas estas cosas nos acerca y
une, a partir de ahí es posible preguntar por el fundamento último de
todo esto. Como bien dice, la última parte del libro se consagra a
profundizar en algunas de las claves de este diálogo tan necesario.
-¿Cómo ha recibido usted las palabras
pronunciadas por el Papa en su viaje a Asia acerca de que no se deben
ofender las creencias y la fe de nadie, obviamente, en relación con el
atentado del «Charlie Hebdo»? ¿Y qué opina usted de estos sangrientos
atentados cometidos en nombre de un dios, otro, el del islam?
-En mi opinión está absolutamente injustificado que se mate a nadie
en nombre de Dios. Es algo contradictorio. ¿Cómo puede querer Dios a
alguien que asesine a otro ser humano diciendo que así está sirviendo a
Dios? Es algo que cae por su propio peso. Dios es el Creador absoluto y
sólo Él es el dueño de cada vida humana que, en última instancia, es
imagen y semejanza suya. Los crímenes de «Charlie Hebdo» me parecen abominables
e injustificables, así como cualquier otro que se haga en nombre de
cualquier credo religioso. Si alguien cree que se están ofendiendo sus
creencias religiosas debe acudir a los tribunales y presentar allí sus
alegaciones y si los fallos judiciales no son de su gusto tiene la
posibilidad de, con paciencia y perseverancia, trabajar para lograr
sentencias que sí le satisfagan. Por otra parte, me parece totalmente
razonable que se hable del hecho de que ha de haber un profundo respeto
por las creencias religiosas que promueven la dignidad de la persona, lo
que no es incompatible con el derecho a la libertad de expresión. Mi
libro apuesta por el diálogo respetuoso con las personas y centrado
exclusivamente en el debate de las ideas, invitando a la reflexión y no a
la confrontación. Ojalá que llegue un tiempo a partir del cual nunca
más se vuelvan a repetir hechos así.