NO MATARÁS
Mi Ley es sobrenatural y eterna.
Vosotros la llamáis ley natural porque es conforme a todas las exigencias de
vuestra naturaleza humana, a fin de que podáis conseguir aquel feliz equilibrio
del que sentís necesidad.
Quien infringe esta ley, sea o no
cristiano, perjudica la semilla de donde brota el justo equilibrio sin el que no
puede haber en el hombre serenidad y paz, por tanto felicidad; y va a romper el
orden establecido por Dios con consecuencias
incalculables.
Esto es evidente: pero la maldad
humana, amasijo de soberbia, de rebelión y de división, infringe voluntariamente
la ley y destruye este germen divino llevando al hombre fuera del sendero del
bien, haciéndolo perderse en un laberinto a menudo sin camino de
salida.
He aquí, hijo mío, que con satánica
insistencia, contra todo elemental derecho a la vida, contra todo derecho de la
naturaleza, se quiere una inicua ley humana que legalice lo que Dios ha
condenado desde siempre: el homicidio.
Esta ley: "No matarás", redactada y
sancionada por el Padre, constituye una columna que sustenta el derecho natural.
Quien la infringe no solo se pone en una actitud soberbia de desafío a Dios
Creador, sino que violenta la misma naturaleza, realizando un crimen que grita
venganza a los ojos del Cielo y de la tierra.
Matanza salvaje
Tú me has entendido, hijo: quiero
hablarte del aborto, abominable parto de mentes congeladas por Satanás en el
odio contra Dios y contra el hombre.
A los propugnadores de esta ley, cuya
crueldad no es inferior a aquella de Herodes, no les importa la inhumana matanza
de millones de criaturas inocentes e indefensas, no les importa romper la
armonía de la Creación. Una cosa les importa: dar desahogo al odio inextinguible
contra Dios y contra los depositarios de la ley de Dios.
Es impresionante que los inventores
de esta conjura, hecha contra Dios (porque éste es el móvil principal de quienes
luchan por la legalización del aborto), hayan encontrado tantos aliados. Se han
convertido en una multitud separada de Dios y encaminada por la vía del
crimen.
En medio de estos, tú ves no sin
espanto a algunos de mis sacerdotes, incluso algún pastor que, disimulado, se
hace pequeño para no ser descubierto. En vano, porque un día, aquel día grande
de amargo llanto, Yo los acusaré frente a toda la humanidad por haberse prestado
a la realización de un inicuo plan del Infierno.
Culpa gravísima
El aborto procurado es culpa
gravísima, cuyo origen es de Satanás, porque es transgresión de la ley de mi
Padre, que es ley de amor tendiente a conservar, defender y proteger el don
impagable de la vida.
¿Qué hombre tiene el derecho de
suprimir la vida de otro hombre?
¿Qué Estado puede arrogarse el
derecho de romper el equilibrio de la naturaleza humana?
¿Qué Estado puede exaltar el derecho
de abrogar una Ley divina? El pretender hacerlo es un crimen de tal gravedad que
Dios no puede dejar impune.
El aborto es abominación y perversión
fruto de una sociedad corrompida y anticristiana.
¡Ay de aquellos sobre cuya conciencia
pesará tan tremenda responsabilidad!
No solo Yo seré inexorable Juez, sino
que serán los seres humanos, víctimas del aborto los que se dirigirán
directamente a mi Padre, Dador de la vida para pedir justicia sobre sus verdugos
materiales y morales.
Hijo, la legalización del aborto es
un producto de la barbarie materialista; pero cuántos otros hay: la violencia,
los crímenes, la droga, la pornografía, la corrupción organizada, secretamente
querida y financiada, aunque públicamente deplorada.
Si te hiciera ver el verdadero rostro
de esta sociedad incrédula, te repito que de ello te
morirías.
Esta humanidad ha rechazado la
salvación ofrecida por mi misericordia; la salvaré con mi
justicia.
Hijo, reza, reza; ¡no te
canses!
Hoy no ves sino lo que ha podido la
perversidad del Maligno; mañana verás cuánto ha podido la oración y el
sufrimiento de los buenos.
Te bendigo, hijo mío;
ámame.
(“Confidencias de
Jesús a un Sacerdote” – 20/FEB/1976 - Padre Ottavio
Michelini)