El Estado como sicario económico – Por Roberto Cachanosky
Nada
vamos a resolver limitándonos a eliminar los subsidios o el cepo
cambiario en tanto en la mayoría de la sociedad siga imperando la idea
de que tiene derecho a vivir del trabajo ajeno
Hoy día todos los partidos políticos hablan de diálogo, incluso hasta
el kirchnerismo, aunque, claro está, el diálogo k es un monologo. Lo
cierto es que todos hablan de dialogar, lo cual está bien, sin embargo
mi gran interrogante es sobe qué bases quieren dialogar. ¿Sobre una
forma educada de continuar la decadencia argentina o sobre un cambio en
las reglas de juego que nos coloque en el rumbo del crecimiento
sostenible en base a una cooperación pacífica y voluntaria?
Dejemos por un momento el debate en que momento Argentina entró en
esta larga decadencia y concentrémonos en las causas. Básicamente hay
dos formas de organizar económicamente un país. Una consiste en el
conflicto social permanente y la otra en la cooperación pacífica y
voluntaria.
Desde hace décadas el modelo que elegimos es el del conflicto social
permanente. ¿En qué consiste este modelo? En que todos se sienten con
derecho a vivir a costa del otro y se utiliza al monopolio del Estado
para que lleve a cabo un masivo robo legalizado. Digamos que el Estado
se ha convertido en el sicario que trabaja por encargue de los
diferentes sectores para liquidar a uno y salvar a otro.
Veamos, buena parte de la dirigencia empresarial demanda
proteccionismo, créditos subsidiados, regulaciones que le permita no
tener que competir y una serie de privilegios adicionales. Su negocio
está basado en conseguir el favor del funcionario público para que,
mediante el monopolio de la fuerza, le otorgue utilidades que podría
obtener en condiciones de libre competencia.
Por su parte los dirigentes sindicales piden todo tipo de privilegios
en nombre de las conquistas sociales. Obligar a los trabajadores a
aportar a la obra social que ellos manejan, obtener aumentos de salarios
que nada tienen que ver con la productividad de la economía y medidas
por el estilo.
Finalmente, amplios sectores de la sociedad se sienten con derecho a
ser mantenidos por el resto de los contribuyentes. Exigen que les
otorguen subsidios, les regalen la vivienda y mil cosas más.
La democracia ilimitada, como la denomina Hayek, ha transformado al
Estado en un ser ominipotente donde las decisiones se basan en un
chantaje y corrupción generalizados. Es decir, al tener el funcionario
de turno el poder de decidir quiénes son los ganadores y quienes los
perdedores, también tiene el poder de coimear para estampar su firma un
declarar arbitrariamente ganador a un sector. Dicho de otra manera, el
tráfico de influencias ha dado a una gigantesca red de corrupción y el
sicario de turno mata al sector que menos votos le aporta.
Argentina se ha convertido en un país de saqueadores. Es todos contra
todos. El empresario que pide proteccionismo lo que pide es que el
Estado le quite la competencia externa para tener consumidores cautivos y
obtener utilidades mayores sin ganarse el favor del consumidor,
invirtiendo y produciendo bienes y servicios que tenga la combinación de
precio y calidad que satisfaga al consumidor. Su objetivo no es
satisfacer la demanda del cliente, es expoliarlo. Como el empresario que
pide proteccionismo no puede agarrar del cuello al consumidor y
obligarlo a comprarle, recurre al sicario Estado para que use el
monopolio de la fuerza y le aplique un correctivo al consumidor.
Para compensar este saqueo el Estado suele establecer precios
máximos. El burócrata le dice al empresario, te doy el mercado cautivo
pero te controlo los precios, con lo cual, la componenda entre el
burócrata y el empresario es, contrólame los precios y yo le bajo la
calidad y la cantidad al producto que le vendo al consumidor mientras
vos mirás para el costado.
Cuando el Estado saquea a un sector para beneficiar a otro, el
saqueado protesta y, entonces, el Estado saquea a un tercer sector para
tratar de conformar al segundo otorgándole algún beneficio. El tercer
sector en ser saqueado protesta y el Estado saquea a un cuarto para
tranquilizar al tercero y así sigue la historia hasta que todos están
concentrados en ver quien tiene más poder de lobby para quedarse con la
mayor parte de saqueo. Nadie piensa en producir o en ganarse su ingreso
en forma honesta. En nombre de la defensa de la producción nacional y la
solidaridad social, se termina armando un sistema de robo legalizado,
donde todos pretenden vivir a costa del trabajo ajeno.
Por su parte, la mayoría de los dirigentes políticos entienden que,
para ganar las elecciones, hay que prometer el mayor populismo posible.
La democracia se ha transformado en una democracia ilimitada en la que
cada elección es una competencia para ver quién es más demagogo,
populista y viola la mayor cantidad de derechos individuales en nombre
de la justicia social. El problema es que en un país de saqueadores no
se genera riqueza, se la destruye.
Ese Estado omnipotente necesita destruir el estado de derecho para
poder actuar arbitrariamente y ser el gran saqueador, en consecuencia,
nadie apuesta a invertir. ¿Para qué hundir inversiones y ganarme el
favor del consumidor si puedo invertir en conseguir el favor del
funcionario de turno y ganar a costa de consumidores cautivos? Además,
por un falso nacionalismo, muchas veces hasta los mismos consumidores
defienden el saqueo al que son sometidos clamando por la defensa de la
producción nacional como si la producción de bienes y servicios tuviera
algo que ver con las nacionalidades, cuando en realidad son solo bienes y
servicios que intercambian los agentes económicos. El himno, la bandera
y el escudo nacional nada tienen que ver con la producción y el
comercio. Los nacionalistas inventaron esta historia que tiene más que
ver con inclinaciones bélicas y xenofobias que con la creación de
riqueza y bienestar de los pueblos.
Si bien el problema de la decadencia económica argentina tiene una
explicación económica, no debemos conformarnos con limitarnos a ese
campo. Es que las políticas económicas del saqueo generalizado surgen de
una sociedad cuyos valores están totalmente distorsionados. Y es a esa
distorsión de valores a la que apela buena parte de la dirigencia
política para captar votos. Votame a mí que yo te voy a dar una casa, un
subsidio, un privilegio, una protección, un crédito a tasa real
negativa. Olvidate de vivir a costa de tu trabajo e inversión. Yo le voy
a quitar a los que tienen mucho para darte vos que tenés derecho a ser
mantenido por el resto. La sociedad tiene una deuda con vos, por lo
tanto es legítimo que saquee a otros para darte a vos.
Esta historia viene de décadas en Argentina y el kirchnerismo se ha
encargado de llevarla a la máxima expresión, apelando al resentimiento
de la gente que cree que a él le va mal porque a otros le va bien. Y
justamente a los que les va bien es a los socios del poder y a los
saqueadores del poder.
La pregunta final es: ¿está dispuesta la oposición a plantarse y
ofrecer un cambio en las reglas de juego en la que en vez de un saqueo
generalizado tengamos una cooperación pacífica y voluntaria? Digo,
¿proponen un dialogo en el que todos obtengan sus ingresos con su
trabajo eficiente y riesgo empresarial o solo se limitarán a ofrecer un
saqueo más educado y menos escandaloso? ¿Pretenden a acaso ser sicarios
buenos?
En definitiva, el saqueo, hecho en forma educada o desaforada, es
saqueo y solo conduce a más pobreza. El gran desafío es cambiar esa
cultura del saqueo y pasar a una cultura de la cooperación pacífica y
voluntaria.
En síntesis, en mi opinión nada vamos a resolver limitándonos a
eliminar los subsidios o el cepo cambiario en tanto en la mayoría de la
sociedad siga imperando la idea de que tiene derecho a vivir del trabajo
ajeno y el Estado actuando como el saqueador por excelencia que, como
el sicario, decide quién vive y quién muere económicamente.
Fuente: economiaparatodos.net