Dijo
Jesús a Pierina: "Quiero
que Mi Rostro, que refleja las penas más íntimas, el dolor y el amor
de Mi Corazón, sea más honrado. Quien me contempla, me
consuela". La Madre Pierina, que es siempre la
fiel confidente, se hace portavoz de este ruego y, poco a poco, la
devoción al Divino Rostro se va consolidando de un modo concreto
gracias a la intervención milagrosa de la Santísima Virgen, que
ordena y dispone: un escapulario, una medalla, los medios para
costearla, y una fiesta después del martes de quincuagésima para
honrar la Santa Faz.
El
martes anterior al Miercoles de Ceniza es cuando Jesús pide a
Pierina se instaure la fiesta para honrar Su Santa Faz. María
Pierina de Michelis fue beatificada el domingo 30 de mayo de 2010 en
la Iglesia de Santa María la Mayor, en Roma, y de ella provienen
estas hermosas revelaciones sobre el Divino Rostro del
Señor.
Dijo Pierina: Tenía doce años cuando un Viernes
Santo esperaba en mi Parroquia mi turno para besar el Crucifijo,
cuando una Voz clara me dijo:
¿Nadie
me da un beso de amor en el Rostro para reparar el beso de
Judas?
En
mi inocencia de niña, creí que todos habían escuchado la Voz, y
sentía pena viendo que la gente continuaba besando las llagas y
ninguno pensaba besarlo en el Rostro.
"Te
doy yo Jesús el beso de amor, ten paciencia", y llegado el momento
le estampé un fuerte beso en la Cara con el ardor de mi
corazón.
Era
feliz pensando que Jesús, ya contento, no tendría más pena. Desde
aquel día el primer beso al Crucifijo era a Su Divino Rostro y
muchas veces los labios rehusaban separarse porque me sentía
fuertemente retenida.
Con
los años, la niña se hizo mujer, y sorprendida sintió un día como el
beso a Jesús se encontró con una mejilla humana, suave y tibia. La
experiencia cambió su vida, para siempre.
Desde
esta simple mujer nace la devoción al Divino Rostro de Jesús.
Conozca la historia, y enamórese también del Rostro del Señor, un
regalo para nuestros tiempos.