Buenos Aires, 13 de
noviembre de 2013
“VIVIR CON DIOS O MORIR SIN
DIOS”
La mayoría de mis escritos de los
últimos años tienen una cierta orientación “teológica” en cuanto a
que en ellos, está siempre presente el tema de la intervención Divina.
Y a tal situación llego, no por ser
lo que se conoce como un “chupacirios”, o un fanático religioso,
sino simplemente por analizar la realidad del mundo actual y en particular la
de nuestro país, a la luz de lo que está escrito en las Sagradas Escrituras.
Tampoco soy un exegeta de la
Biblia ni nada que se le parezca, sólo un humilde Cristiano
que tiene como meta en la vida, la de intentar “vivir como Dios
manda”.
Y en ese intento, observo la
realidad Argentina con una enorme preocupación, viendo cómo los valores que
hicieron grande a este país se van desmoronando a una velocidad increíble y que
no me alcanzan los argumentos racionales para explicar semejante situación.
Basta con la lectura de los diarios o con mirar por televisión algún noticiero
para tomar conciencia sobre cómo el mal y la injusticia se están adueñando de
la vida de la sociedad argentina.
En tal sentido, hemos dicho y
escrito muchas veces que todos los males que hoy sufre el mundo se deben
fundamentalmente al hecho de que el hombre se ha
alejado cada vez más de Dios y lo ha reemplazado por el “hombre
dios”, que es quien nos dice qué es lo que está bien y qué lo que está
mal. La moral Cristiana ha sido dejada de lado y reemplazada por la ética y
moral individual donde cada uno fija lo que es ética y moralmente bueno. No hay
ley natural ni ningún otro límite que el que impone cada hombre. Y así, con el
concepto imperante de lo que para uno es bueno y está bien, el hombre moderno
camina hacia el abismo de la mano de su propia interpretación moral.
Llegar a esta situación no es casual
ni producto del azar, muy por el contrario, es el resultado de lo que se conoce
como la revolución anticristiana que tiene por finalidad la de destruir todo
aquello que tenga que ver con el orden social cristiano. Ese orden social que
en los pueblos iberoamericanos y en particular en la Argentina, se fundió con
su cultura y conformó lo que se conoce como una cultura Cristiana que, para
quienes ya tenemos algunos años, de alguna manera, es con la cual nos formamos
en nuestra niñez, adolescencia y juventud. Cultura ésta que lejos de
discriminar a las otras religiones las incluía, pues judíos y musulmanes que convivían con
nosotros, sin renunciar a sus religiones, asimilaban esa cultura como estilo de
vida. Y eso quedaba reflejado en la importancia que todos le daban a la familia
como base fundamental de la sociedad, en el respeto a la autoridad, el concepto
sobre la cultura del trabajo, el esfuerzo personal, el sacrificio en pos de una
meta, la honestidad, la solidaridad, la justicia social a partir del amor al
prójimo, la lealtad, la hombría de bien, en fin, un sinnúmero de valores que
tenían su sustento en la cultura Cristiana y que hoy muchos han dejado de lado.
Este estilo de vida que, como ya
dijimos y repetimos, tiene su origen en la cultura Cristiana, es precisamente
lo que los seguidores de la revolución tratan de destruir. Esos seguidores que
conviven normalmente en nuestra sociedad, obviamente no se identifican como
revolucionarios anticristianos por más que sus acciones así lo indiquen. En tal
sentido se esconden detrás de rótulos tales como progresistas, modernistas,
humanistas, garantistas, etc. desde donde impulsan
políticas contra natura a favor del aborto, la unión de personas del mismo
sexo, garantías exageradas para delincuentes y violadores, a favor de minorías ideologizadas, en contra del orden y todo lo que vista
uniforme, indiferencia hacia todo lo religioso... en fin todas cuestiones que
tanto atraen al hombre moderno que se jacta de su “libertad” y
“amplitud de criterio”.
A estas acciones indirectas de la
revolución que estamos describiendo, ahora hay que sumarle la de la acción
directa que implica el ataque despiadado que en los últimos meses están
sufriendo los templos Católicos en los cuales se están cometiendo verdaderos
sacrilegios que nos recuerdan otros tiempos y lugares en los cuales se llevó a
cabo una metódica y manifiesta persecución contra la Iglesia Católica.
¿Somos capaces siquiera de imaginar por un instante qué pasaría en el país si
esos ataques profanadores se llevaran a cabo contra una sinagoga o una
mezquita?... La verdad es que es impensable porque tanto para judíos como
musulmanes, la religión sí es lo que constituye su estilo de vida.
El enemigo anticristiano, el que
milita en contra de los valores Cristianos y en contra de la religión Católica,
lejos de ser improvisado, es muy inteligente y paciente, y sabe que para
imponer la nueva religión del modernismo la religión del “sindiosismo”, es menester primero destruir los
valores y principios de la religión Católica que son los que dan sustento y
fundamento a la esencia de la
Argentina tradicional.
No deben dejarse engañar los
compatriotas que caen bajo el influjo de las ideologías que les dicen que el
tema religioso es una cosa y lo político y social otra y que no hay que
mezclar. Pobres de los que circunscriben lo religioso a una mera relación de lo
individual con Dios y lo excluyen del resto de las actividades humanas. Como
dijimos más arriba, esa cultura que nuestros padres nos transmitieron desde muy
chicos sobre los valores que eran comunes para todos los argentinos y que tanto
nos distinguieron, no viene de la nada, sino que, encuentra sus fundamentos en
lo religioso.
Tal vez nunca como en estos tiempos
se hayan visto con tanta claridad las intenciones del enemigo, de ahí que con
tanta insistencia digo y escribo que el problema del hombre hoy, no es
político, ni siquiera económico, el problema del hombre hoy es teológico y se
resume en querer vivir como Dios manda o vivir sin Dios que es lo mismo que
morir. Nuestro Señor nos dice:" Yo soy el camino,
la verdad y la vida"
… sin Dios, sobreviene el extravío, la mentira y la muerte.
¡Por Dios y por la Patria!
Hugo
Reinaldo Abete
Ex Mayor E.A.