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Don Alonso de Ercilla: escritor y soldado del imperio
Día 16/11/2013 - 04.55h
Al hilo de su experiencia militar en Chile escribió «La Araucana»
En aquellos tiempos en los que con sangre, sudor y lágrimas
manteníamos un imperio en las cuatro esquinas del mundo, a menudo no
era fácil discernir entre el uso de la pluma y el uso de la espada. Nuestros literatos tiraban con igual maestría del recado de escribir que del recado de matar o por lo menos malferir. Héroes en el campo de batalla y paladines sobre el papel fueron primero Garcilaso de la Vega y Francisco de Aldana,
bravísimos capitanes imperiales, y también apostaron por Dios, por el
Rey y por España Lope de Vega, Calderón, Cervantes, con su pensamiento y
con su sable, o con su ingenio para el espionaje como Quevedo. Y muchos
otros que supieron hacer convivir arcabuces y endecasílabos.
Vayamos pues con otro de estos hombres entregados a la literatura y a la causa imperial.
Se llamaba Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, y además de pelear en Chile, escribió «La Araucana»,
gigantesco poema épico sobre la conquista de aquel país. Don Alonso, de
buena familia y ligado a la nobleza, nació en Madrid, un 7 de agosto de
1533. Huérfano desde que tenía un año, su madre pudo introducirlo en la
Corte como paje del futuro rey Felipe II, al que acompañaría en varios
de sus viajes de juventud por Europa.
La llamada de la aventura
Pero pronto sentiría la llamada de mayores aventuras y proezas,
por lo que en 1555 se embarcaba camino del Perú a las órdenes del
maestre Jerónimo de Alderete. Dos años después llegaba a Chile, siendo
entonces su capitán el nuevo gobernador del país andino,García Hurtado de Mendoza.
Pronto empezaron los durísimos combates con los indígenas araucanos
(también conocidos como mapuches), dispuestos a defender su tierra con
todas sus energías. El propio Ercilla dejó constancia en «La Araucana» de que no era, precisamente, de los que solían ir en retaguardia: «Aquí llegó, donde otro no ha llegado, / don Alonso de Ercilla, que el primero
/ en un pequeño barco deslastrado, / con solos diez pasó el desaguadero
/ el año de cincuenta y ocho entrado / sobre mil y quinientos, por
Hebrero, / a las dos de la tarde, el postrer día, / volviendo a la
dejada compañía».
Bravo soldado
Don Alonso luchó bravamente en las cruentas batallas de Millarupe, Quiapo y Lagunillas, y se cuenta que fue incluso testigo de la muerte del cacique indígena Caupolicán, uno de los protagonistas de «La Araucana».
Las crónicas, o las leyendas, también cuenta que Ercilla un mal día se
vio envuelto en una trifulca con un compañero de armas, Juan de Pineda, y
que entrambos habían de finiquitarse si no hubiese mediado el
gobernador García Hurtado de Mendoza, quien mandó prenderlos y que como
era hombre airado y de ánimo fulminante ordenó su ejecución. La gente
pidió que la condena no se cumpliera, pero el gobernador se mantenía en
su decisión. Aquí sí que cabe creer en la leyenda que cuenta que dos
mujeres, una india y una española, se colaron en la habitación de García
de Mendoza y tras muchos ruegos y súplicas le persuadieron de que
perdonara a Pineda y a Ercilla.
Y así fue, aunque Don Alonso sería desterrado al Perú,
de donde regresaría a España. En nuestro país, se casó con doña María
de Bazán y fue nombrado gentilhombre de la Corte y Caballero de la Orden
de Santiago. Vivió tranquilamente, dedicado a la escritura de La
Araucana (dedicada a Felipe II), hasta su muerte en 1594.
Gran poema épico
«La Araucana»,
compuesta en octavas reales, dividida en tres partes con treinta y siete
cantos, es el primer gran poema en forma clásica sobre nuestros hechos
en América, escrita muchas veces en el campo de batalla, a pie de
tierra. Así lo contaba el propio Ercilla en su prólogo: «... muchas
veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de cartas, algunos tan
pequeños que apenas cabían seis versos, que no me costó después poco
trabajo juntarlos; y por esto, y por la humildad con que va la obra,
como criada en tan pobres pañales; acompañándola el celo y la intención
con que se hizo, espero será parte para poder sufrir quien la leyere las
faltas que lleva...».
Desde su aparición, fue un libro de notable éxito, que por ejemplo dejó impresionado a don Miguel de Cervantes, otro patriota con la pluma y con la espada.