En 25 años los casamientos bajaron a la mitad en Capital
Por Mariana Iglesias
En 2012 sólo 12 mil parejas pasaron por el Civil, contra las 27 mil de 1988. Mientras, se cuadriplicaron las convivencias. Advierten sobre la falta de derechos de los “sin papeles” a la hora de la separación.
01/10/13
El matrimonio sigue en caída libre. En la ciudad de Buenos Aires
los casamientos se redujeron a la mitad en 25 años. No es que ya no
haya parejas sino que optan por la convivencia. El tema es que al
volverse masiva y habitual se cree que la convivencia es lo mismo que el
matrimonio, y no es así. Mientras dure el amor sí, pero no si hay una
separación. Sin papeles de por medio, las rupturas son complejas por
demás. Si no hay hijos no hay demasiado para hablar ni reclamar. Si hay
niños, los hombres suelen tener más inconvenientes en el vínculo con
ellos, y las mujeres quedan más desprotegidas en lo económico. Por eso
hasta las más feministas gritan a los cuatro vientos que hay que
casarse.
En 1988 hubo 27.500 casamientos en la ciudad. En el
último año fueron 12.667 los enlaces y 5.866 los divorcios. A su vez,
las parejas que eligen convivir se cuadriplicaron desde los 80. Más del
60% de los chicos porteños no tienen padres casados, pero tienen los
mismos derechos que los hijos de los casados. No así la pareja, ahí casi
no hay derechos. ¿Por qué tal resistencia al Registro Civil?
“El desencanto del matrimonio se deriva de constatar que l a ley no garantiza la perdurabilidad de las uniones conyugales.
Y los amargos conflictos frecuentes cuando el vínculo termina generan
obstáculos que se prefiere evitar”, dice Irene Meler, coordinadora del
Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación Psicoanalítica de Buenos
Aires. Pero advierte sobre los efectos “adversos” de la consensualidad:
“Los varones pueden enfrentar mayores obstáculos para continuar el
vínculo con sus hijos. Las mujeres enfrentan más dificultades en el
reconocimiento económico del trabajo maternal y doméstico que les sacó
tiempo para el trabajo en el mercado. Muchas mujeres enfrentan
situaciones de carencia económica al separarse”.
En “Tendencias
sobre la convivencia, matrimonio y maternidad en áreas urbanas de
Argentina”, Georgina Binstock, del Centro de Estudios de Población,
sostiene: “Los cambios familiares en Argentina en las últimas décadas,
incluyendo la postergación del matrimonio y el incremento de las uniones
y nacimientos no matrimoniales, son similares a los países
desarrollados e incluyen los comportamientos familiares que se asocian a
la segunda transición demográfica, que explica los cambios en la
familia europea occidental”. Esto es, la búsqueda del bienestar y la
realización personal ante todo. Queda bien claro en la edad de las
parejas: nadie se casa antes de los 30, promedio.
“Que los matrimonios bajaron tiene varias explicaciones
–dice Viviana Koffman, abogada del Club de las Divorciadas–. Es una
generación de padres divorciados y tuvieron dificultades como hijos de
divorciados. El problema es que piensan que tienen los mismos derechos
que los casados y Argentina no da derechos a las concubinas, apenas
pensión si prueban convivencia de más de cinco años, y algunos logros
jurisprudenciales como seguir como locataria en la casa si muere la
pareja”.
“Separarse sin estar casados no es lo mismo –repite el
abogado Osvaldo Ortemberg–. Si eran convivientes no hay bienes
gananciales. Se queda con los bienes el que los tiene a su nombre.
Tampoco hay derecho a alimentos”.
Para que los concubinos tengan
los mismos derechos que los casados habrá que esperar la reforma del
Código Civil, aún en veremos.
“La ley a veces oprime, pero también protege y arbitra conflictos.
Tal vez cuando se experimente lo adverso de renunciar a lo instituido,
se busquen nuevas formas legales que alivien lo opresivo pero conserven
la protección legal necesaria”, dice Meler.
Koffman es más terminante: “¡Hay que casarse para tener derechos! No queda otra”.